Están por encima de toda sospecha. Los Farrell son una familia intachable. La capa de honorabilidad que los cubre oculta a la perfección los tortuosos secretos agazapados tras su perfecta imagen de seres respetabilísimos.
El pío sacerdote cuyo programa de televisión es uno de los de más audiencia del país; la pelirroja y todavía atractiva Brigid, alma de la familia; el digno profesor universitario, llamado a ocupar el cargo de Gobernador; el héroe desaparecido cuando sobrevolaba China, en misión especial, de espionaje, y que al parecer dio su vida por su patria.
Constituyen Los Farrel una dinastía modelo, orgullo de la nación. Sin embargo, esa impecable tramoya empieza a tambalearse cuando alguien se pone a hurgar en el pasado. Lo irónico es que ese alguien es el miembro más joven de la familia: la bella, curiosa e inquieta Noele, que al profundizar en la historia de los Farrell se convierte en una seria amenaza. Los adultos comprenden que, si Noele descubre ciertas verdades, el desastre será completo. Porque, a pesar de su poder, de su influencia, de su riqueza, la familia Farrell también tiene que someterse a las leyes divinas. y a las humanas. Aunque a ellos se les hubiera olvidado. Sin hacer caso de las advertencias, Noele sigue con su investigación y no tarda en levantar la tapa de una caja de Pandora de la que, automáticamente, empiezan a salir los inconfesables pecados de los Farrell: sus vicios e inmoralidades, sus aberraciones y lujurias, las envidias, los celos, el odio. ¿el asesinato! Noele afronta el riesgo de pagar cara su audacia, mientras el escándalo se cierne sobre la familia, convertido en bomba de relojería que, de estallar, los arrasará a todos irremisiblemente.
Opinión:
Este libro, publicado en 1985, fue una de esas adquisiciones que mi madre hizo a través de Círculo de lectores. No recuerdo la edad que tenía cuando lo leí por primera vez, pero sí recuerdo que era verano y que su argumento me enganchó con solo leer la sinopsis. Después volvió a ocupar su sitio en la estantería, hasta que estas navidades reparé de nuevo en él. Reconozco que con premeditación, nocturnidad y alevosía se vino conmigo, y planifiqué que sería una de las relecturas de este año.
La impresión que me ha dejado, a pesar de que ha llovido mucho entre lecturas, sigue siendo la misma: es una buena novela, no voy a decir que soberbia, porque no es así, pero entretiene y engancha, y eso para mí es más que suficiente.
Creo que es una obra que ha envejecido bien. Tiene ese toque de las narraciones americanas de los años ochenta, que describen la sociedad burguesa con ese ansia por destacar, por crecer, enterrando por el camino a todos los que se pongan por medio e impidan el ascenso.
Si alguno de vosotros quiere leer Señor de la danza, probad en tiendas de segunda mano o en bibliotecas, porque creo que está descatalogado.
Y dicho esto paso a hablaros de lo que realmente importa.
Hay varias cosas que llaman poderosamente la atención.
Lo primero, lógicamente, son los datos que ofrece la sinopsis.
Debo deciros que ese resumen es a la vista bastante extenso, pero solo revela lo justo. Un buen ejemplo que debería inspirar a las editoriales actuales.
Otro detallito es que su autor era un sacerdote y sorprende muchísimo no solo el argumento de sus obras, sino que se maneja con gran soltura hablando de lo humano y lo divino, sin olvidar reflejar un tema del que debía tener un amplio conocimiento, los pecados capitales.
La novela, ya lo habéis visto por la sinopsis, nos habla del clan Farrell; una familia católica de origen irlandés, ahora afincados en Chicago y que parece que son portadores de una maldición que persigue a todos sus miembros y que puede recordarnos en algunos momentos a la familia Kennedy, por mucho que el autor se empeñe en dejarnos una nota aclaratoria, al comienzo, indicando que los personajes que pueblan el relato son absolutamente ficticios y que cualquier parecido con la realidad es pura coincidencia.
El clan está encabezado por Brigid, la matriarca que vino de Irlanda y su actual marido Burke.
Después están los dos hijos de Brigid, fruto de su primer matrimonio, y que son monseñor John y Roger, un profesor de universidad que aspira a ser gobernador.
Roger a su vez está casado con Irene, la típica mujer florero a la que nadie toma en serio. De este enlace, y para ir terminando con el árbol genealógico, está Noele, quien va a actuar como detonante, destapando toda la historia y enlace entre los personajes.
Noele a veces percibe y siente cosas sin que nadie las diga, y esa intuición o curiosidad va a ser la llave que abra los armarios donde los Farrell guardan sus esqueletos.
La historia va a dar comienzo con lo que parece una pequeña y sencilla investigación para un trabajo escolar. La intuición de Noele, ante las extrañas reacciones que despiertan sus preguntas en algunos miembros de la familia, la va a llevar a sospechar de que su familia está cargada de secretos.
Cada uno de los personajes tiene un hilo propio y van a ir cruzándose al tiempo que la joven investiga. De esa forma, según avanza el relato, que sucede en la década de los ochenta, también se va a ir reconstruyendo el turbio pasado.
En esta novela el protagonismo va a ir recayendo sobre todos los citados, ya que como he dicho, cada uno de ellos tiene su hilo narrativo, pero sí es cierto que Noele, al ser el medio empleado para ir despejando los secretos, parece que cuenta con una mayor actuación.
De ella he de decir que no me ha gustado mucho su perfil. Eso no quiere decir que sea un mal personaje, pero su comportamiento, para mí gusto, resultaba demasiado adulto. Quizás, si le hubiesen puesto cinco o seis años más, su modo de actuar dejaría de parecerme la nota discordante.
El resto del elenco protagonista cumple con su función. Son los encargados de ir descolocando las piezas del puzle y sembrando intriga en el argumento.
Para sembrar esa intriga, el autor se vale de la estructura de la obra; capítulos muy cortos, cada uno de ellos correspondiente a un personaje, que harán que vayamos saltando por la narración dejando en vilo al lector.
Y poco más os puedo decir, salvo que ha sido de nuevo una buena experiencia lectora.
Este libro puede llevaros a recordar, por el estilo o por detallitos del argumento, a otros escritos en la década de los ochenta y noventa en los Estados Unidos, momento en que esas historia obtuvieron un gran éxito, describiendo a familias con una supuesta reputación intachable, siempre envueltas en un halo de glamour, pero que luego, tras apagarse las cámaras, descubrían la red de mentiras e hipocresía, sobornos e incluso asesinatos, cimientos de ese selecto imperio de los poderosos.