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lunes, 28 de noviembre de 2016

Aguacero de Luis Roso

Sinopsis:

Año 1955. El inspector Ernesto Trevejo recibe el encargo de investigar cuatro crímenes en un pueblo de la sierra madrileña donde se está construyendo un pantano: dos guardias civiles han sido torturados hasta la muerte; el alcalde del municipio y su esposa, ejecutados a sangre fría. Un posible asesino en serie podría aterrorizar a la región mientras se desarrollan las obras. El asunto debe ser resuelto –y silenciado- cuanto antes.
 Siguiendo los pasos de una investigación que destapará odios, secretos e intereses ocultos, el lector se traslada a una España en blanco y negro. De fondo, el rumor incesante de la lluvia que acompañará al protagonista en su viaje a un escenario rural, remoto, casi salvaje.
 El extraordinario debut de Luis Roso en el género noir es al mismo tiempo un adictivo thriller literario y una mirada nueva sobre los años más duros del franquismo.

Opinión:

Me gustaría decir antes de comenzar con el comentario, que este joven escritor no solo me ha impresionado, me ha deslumbrado.
La calidad de su narrativa está presente a lo largo de toda la novela y la profundidad con la que narra los hechos, consigue sobrecoger a los lectores.
El libro se queda pegado a nuestras manos y cuesta mucho dejarlo reposar sobre la mesilla.
Ha conseguido un retrato fiel de una época cargada de pesimismo y que aún hoy, con el paso del tiempo, continúa escrita en blanco y negro.

Voy a intentar señalar de forma breve los detalles que más me han gustado.

Sabemos la importancia que tiene el marco narrativo en una novela y muchas veces, nos encontramos con que un autor, al intentar profundizar en algunos detalles, cae en pequeñas incongruencias o errores de bulto que hacen que la historia cojee por alguna parte.
El entorno real en esta obra, cobra tanto protagonismo como los personajes. La perfecta ambientación, se ve acentuada con las descripciones y el comportamiento de estos individuos que van apareciendo en la trama, de forma escalonada.
Resumiendo... el autor consigue dar a la historia coherencia y equilibrio.

Ernesto Trevejo es un inspector de primera de la Brigada de Investigación Criminal, que actuará no solo como protagonista, sino también como narrador; y esa narración que nos ofrece, en primera persona, sirve también para enfatizar el realismo.
Haciendo uso de una narración retrospectiva, retrocedemos hasta comienzos de 1955. En esta novela, sabemos desde el comienzo, que Trevejo tiene las manos atadas, él es solo un mero tramite, debe resolver el caso sin levantar mucho ruido y en el plazo más breve posible y aquí veremos, como no solo se ponen a prueba la escala de valores del protagonista.

Y así llegamos a otro detalle que me ha gustado de forma especial, el uso de las figuras retóricas.
Las Angustias es el pueblo de la sierra madrileña al que el inspector es enviado. Con solo leer su nombre ya asociamos que lleva una idea implícita e intuimos como será la vida en él.

La llovizna que nos recibe al comienzo, deja paso a una lluvia sin paliativos, a un aguacero, un elemento que nos acompañará a lo largo de toda la novela, que cumple con su función, y que augura el desarrollo de una investigación que se aventura complicada.
Con ese agua que no para de caer, la lluvia se convierte en una metáfora del tiempo que refleja la sociedad de la época. Llena de incertidumbres, mirando al cielo con la borrasca fija sobre ellos aguantando el chaparrón constante en silencio.
Y esa lluvia constante no solo crea una atmósfera oscura sino que parece que aísla al pueblo, incrementando la soledad del protagonista.

Otro detalle a tener en cuenta y con el que Luis Roso ha dado en el clavo, es la combinación equilibrada entre narración y diálogos.

Como decía al comienzo, los hechos que se narran son totalmente coherentes, pero para que el lector quede realmente convencido, los personajes tienen que actuar de igual forma, tienen que parecernos reales.
¿Y cómo consigue Luis Roso que los personajes parezcan reales?
Pues insuflándoles vida...
Puede parecer algo muy complicado, pero no lo es. Hay que dar a los personajes protagonismo y eso solo se consigue haciendo uso de los diálogos. Porque a través de los diálogos no solo conocemos al personaje por lo que dice, sino por como lo dice, y es que en esta historia los diálogos son parte importante de la trama.
Los personajes cobran vida, expresan lo que sería difícil transmitir con el uso de otras técnicas. y los lectores nos hacemos una idea más clara de como son en realidad. Con el diálogo nos llegan las ideas de forma directa, más dinámica, y la trama se acelera sin necesidad de emplear largas narraciones.

Para terminar, solo me queda mencionaros el curioso guiño que hace el autor a la exitosa serie de novelas policíacas de Lorenzo Silva y a sus dos protagonistas, los Guardias Civiles, Bevilacqua y Chamorro, que aquí aparecen homenajeados bajo el nombre de Víctor Chaparro Lorenzo y Ramón Belagua Silva.