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martes, 7 de febrero de 2023

Trilby de George du Maurier

Sinopsis:

La ingenua, bellísima y algo ligera de cascos Trilby O’Ferrall, lavandera y musa de unos bohemios pintores ingleses del legendario París de mediados del siglo XIX, se convierte en la mejor cantante lírica del mundo, rompiendo los corazones de media Europa. Pero ¿cómo puede cantar tan bien con un oído tan malo para la música? La respuesta la oculta el malvado músico Svengali, que la ha hipnotizado para aprovecharse de ella y alcanzar la fama. Considerada el primer best seller de la era moderna, Trilby es sin duda la gran novela de culto victoriana. Causó una auténtica conmoción cuando se publicó en 1894 y generó una verdadera «Trilbymanía» a ambos lados del Atlántico. Un éxito que torturó a Henry James, pues su amigo Du Maurier le había ofrecido el argumento de esta novela y no pudo evitar los celos cuando constató con estupor cómo su colega cosechaba un fantástico éxito de crítica y de ventas con la trama que había rechazado.

Opinión:

George du Maurier fue novelista e ilustrador. Su pasión por la pintura le llevó a París y después a Amberes donde prosiguió con su formación artística. 
En Londres colaboró como dibujante y escritor satírico para Harper's Magazine y para la revista de humor Punch. Todo esto os lo cuento porque tiene relación directa con esta novela, ya que en la edición que yo he leído se incluyen los 130 dibujos originales que el autor realizó para la primera edición de 1894, publicada en Nueva York por Harper & Brothers.

Los grandes críticos y expertos hablan de que esta obra tiene un marcado estilo gótico y que inspiró a Gastón Leroux para su célebre El fantasma de la ópera
Dejadme que tome aire y cuente hasta diez antes de continuar porque los comentarios de los grandes expertos ya claman al cielo.
Una obra puede tener varias características que hagan dudar a la hora de catalogarla; en ese caso, siempre se opta por situarla dentro del género del que tiene más elementos. 
Trilby, de principio a fin, se muestra como una historia costumbrista en la que se describe al detalle la vida bohemia en París.
Sobre las características góticas o el ligero toque de misterio que encontramos al leer la reseña, para mí han sido tan solo un engaño. 
Esos hechos que se citan en la reseña se limitan exclusivamente a la séptima parte, cuando el libro está estructurado en ocho más un capítulo final. Esto me lleva a decir que es algo ligero argumentar que una novela es gótica centrándonos en unos sucesos que ocupan solo un capítulo y dejando sin examinar el resto de características. Es más, antes que encuadrarla como gótica yo me atrevería a hacerlo como Sensation novel porque se ponen en entredicho los principios morales victorianos cruzando la raya roja de lo que consideraban la decencia al uso.

Y no quiero extenderme mucho más... Puede que Trilby inspirase El fantasma de la ópera, sobre eso habría que preguntar a Gastón Leroux, algo complicado a estas alturas, pero solo encuentro un minúsculo elemento en común entre ellas que no merece la pena ni mencionar.

Trilby

Dejando de lado este tema, que me ha llevado más de la cuenta, paso a hablaros de la obra en sí.
Esta lectura la propuse para el taller del blog de enero y febrero. A ella se unieron Inés, de la huella en los libros, y Anabel Samani, pues bien, al final ellas terminaron abandonando. 
¿Por qué cuento esto?, pues, simplemente, porque la forma de narrar de este autor se convirtió en algo insufrible y comparto con ellas la opinión de que la lectura siempre debe ser sinónimo de disfrute. 
Yo alego en mi defensa, aunque la tortura no tiene nada de defendible y menos aún cuando te la infliges a ti mismo, que tras leer seis partes me resistí a abandonar solo por cabezonería. 
Ahora entiendo perfectamente el sentimiento de Mark Twain cuando dijo de Jane Austen:
"Cada vez que leo Orgullo y prejuicio me entran ganas de desenterrarla y golpearla en el cráneo con su propia tibia"
.
Y no es que yo coincida en su opinión sobre Orgullo y prejuicio, pero se despertaron en mí los mismos instintos agresivos, con esta historia.

Dicen que Trilby está considerado como el primer bestseller de la era moderna, y que se convirtió en la gran novela de culto victoriana, causando una auténtica conmoción cuando se publicó en 1894. Leyendo esto pienso que tanta gente no puede estar equivocada al juzgar una obra; quiero pensar que esa moralidad victoriana tan asfixiante que marcaba sus vidas les empujó a buscar el morbo en una trama que, a simple vista, se presentaba como trasgresora, pero no descarto que también el problema sea nuestro, que no conectamos con la forma o el método de narrar de este autor. 
Y en esto último me voy a centrar...

Con lo primero que nos encontramos es con un narrador en tercera persona, demasiado meticuloso y observador, y que de vez en cuando se incluye en el relato como personaje testigo. 
Este narrador tiene tendencia a irse por las ramas, apartándose del tema central y dando tumbos por asuntos que no tienen ninguna relación. Lo peor de estas digresiones es que hasta el propio autor reconoce en mitad de la lectura que no vienen al caso, he aquí unas muestras:
"Esta digresión no viene demasiado a cuento, y no sé por qué me he apartado de mi camino."

"Y entonces, como llevado por el raudal de su elocuencia (pues nunca se había sentido tan inspirado ni había tenido tan buen auditorio) apostrofó al perro, que se estaba cansando de prestar atención —como acaso le pase al lector— "

o esta última que resume todo lo dicho:

"No tema el lector. Renuncio a describirlo. No sabría dónde empezar ni cuándo dejarlo." 

Una consecuencia de esa tendencia a irse por las ramas es que también los personajes terminan perdidos en reflexiones y pesados monólogos.

Creo que un narrador, y aquí incluyo también al escritor, no debería contar nada que pueda desviar la atención del lector de lo fundamental. Tal y como decía Chéjov: 

"Todo lo innecesario debe ser descartado."

Pero la cosa no termina aquí...

Otra característica de este narrador es que se toma demasiado tiempo para describir y presentar a los personajes; a grosso modo os puedo decir que en esa cuestión se van dos tercios de la obra.
Las descripciones constituyen el soporte escénico de la historia pero al ser tan extensas ralentizan la lectura y provocan que la narración sufra demasiados altibajos. 
Reconozco que siempre se agradecen los detalles a la hora de crear el perfil psicológico y/o físico de los personajes, pero insisto, todo el abuso cansa, se trata de estimular la mente de los lectores, pero también hay que dejar algo en manos de nuestra imaginación.

Dentro de esas descripciones que mencionaba, lo que llama la atención es que están cargadas de clichés sobre los ingleses, franceses, españoles o judíos, pero sobre todo destaca la saturación en el empleo de adjetivos. Todas las frases están sobresaturadas de ellos, algo que provoca empacho y desata esas ganas locas de torturar al autor que ya comenté más arriba...
"Podía cantar alto, bajo, fuerte y suave. Los frívolos quedaron fascinados como era de esperar; y aun los más serios quedaron sorprendidos, transportados, pasmados, enternecidos, excitados, perturbados, atormentados, exasperados, seducidos, desmoralizados, degradados y corrompidos de tanta naturalidad, sin poder contener ni disimular su entusiasmo."

Entiendo que el autor intenta con esa muestra del uso del lenguaje embellecer la narración, pero el abuso consigue el efecto contrario; intentar ampliar el significado o intensificar la expresión de esta forma, aburre hasta a los muertos. Y lo mismo sucede con la gran cantidad de citas, poemas y canciones, tanto en inglés como en francés con las que siembra el texto y que deduzco que los lectores terminamos saltándonos.

Ya para terminar...

Las bases del argumento pueden resultar interesantes, lo vemos en esa sinopsis engañosa, pero de verdad que la ejecución, para mi gusto, no lo es. Necesita demasiadas páginas para contextualizar y luego emplea muy pocas en desarrollar la idea fundamental. 

He leído en algunas páginas que la lectura fluye, que es ligera... como podéis ver a mí me ha parecido todo lo contrario, fluye, sí, pero como las aguas del Estigia hacia una ciénaga.

Y ahora me entrarán los ofendiditos y grandes expertos a decir que no he entendido nada de este libro, pero creo que he argumentado y mostrado pruebas más que de sobra. Todo lo citado termina alterando el ritmo narrativo y sacando al lector del relato. 
Insisto, en toda valoración crítica, por muy objetiva que intente ser, siempre hay un alto grado de subjetividad que depende directamente de nuestros gustos... pero lo subjetivo, al menos yo lo intento, está argumentado y puede ser de la misma respetabilidad que lo objetivo. También debo añadir que no hay que tener miedo a decir que un libro no gusta por muy clásico que lo consideren, porque clásico no es sinónimo de intocable, algo que en algunos blogs parecen olvidar.

Creo que es la primera vez que doy una valoración tan baja a una obra clásica, pero es que no creo que haya algo que falle, creo que son muchos los detalles que me han sacado de una lectura que en un principio pensé que sería prometedora.

Como última curiosidad... George du Maurier también es conocido por ser el abuelo de la escritora Daphne du Maurier, autora de títulos tan conocidos como Rebeca o La posada de Jamaica.