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jueves, 10 de agosto de 2023

Los miserables de Víctor Hugo

Sinopsis:

Los miserables se publicó en 1862, cuando Víctor Hugo se hallaba exiliado en Bélgica tras la restauración napoleónica del Imperio. Y podría considerarse que es el exilio, la obligada falta de pertenencia, uno de los motores de la gran novela del romanticismo francés: el exilio social y psicológico gobierna la vida de Jean Valjean, un «noble bruto», un buen hombre que lucha por los que, como él, son injustamente perseguidos. Situada entre las guerras napoleónicas y la revolución burguesa de 1848, Los miserables es, ante todo, una novela épica sobre el triunfo de quienes conservan intacta su conciencia en un mundo gobernado por la pobreza. Esta edición, en un manejable volumen único, está encabezada por un estudio de Alain Verjat, catedrático de filología romántica en la Universidad de Barcelona y destacado experto en Víctor Hugo. Presentamos la novela en la traducción clásica de Nemesio Fernández-Cuesta, plenamente coetánea a la obra y modernizada para la ocasión.

Opinión:

Los miserables

Cuando oímos este título lo primero que nos viene a la cabeza es que está catalogado dentro del género del Romanticismo. Eso es cierto, pero para ser más precisos habría que añadir que Víctor Hugo no se limitó a plasmar únicamente los elementos propios de ese género, sino que, como en otras obras del siglo XIX, también incorporó detalles de otro tipo de novela, la criminal, muy habitual en la época y en la que se mezclaban elementos tomados del gótico y del policíaco. En esas obras abundaba el suspense, las persecuciones, los bajos fondos y la miseria, y el vicio se convertía en el mayor antagonista de la inocencia, la bondad y la virtud. 

Sin embargo, cuando se publica Los miserables en 1862, el boom de ese género está dando los últimos coletazos y los nuevos aires soplan marcando un nuevo rumbo, el Realismo
A pesar de eso, Víctor Hugo, que llevaba escribiendo este manuscrito más de veinte años, se mantiene en sus trece e incluye detalles típicos del Romanticismo como son la importancia del destino, la valoración de lo nacional, lo individual y lo popular, además de plasmar su peculiar visión de la humanidad y del progreso. Hay que señalar en este punto que el autor escribe también sobre lo que ve; él ha vivido en primera persona muchas de las situaciones que narra, ha conocido a individuos que terminarán siendo sus arquetipos, y la miseria y la desgracia del pueblo le horrorizan, al igual que el excesivo rigor de la ley para con los más débiles, así que también podríamos decir que esta historia tiene mucho de Realismo. 

Los comienzos

En 1845 comienza a escribir una primera versión bajo el título de Jean Tréjean. Ya lleva 12 años pensando en el guion de una gran novela social, pero su escritura no hace más que sufrir interrupciones. 
En 1847 entrega la primera parte a la que ahora titula como Las miserias, una historia con un gran héroe, con un malvado que no se rinde, y en la que plasma de forma crítica, sin arredrarse ante sus complicados entresijos, los problemas sociales de la época. 
Pero llega 1848 y su actividad política le lleva al exilio, lo que le obliga a postergar doce años más la redacción definitiva que llevará al fin el título que ya conocemos.
El término miserable nos muestra ya las transformaciones que experimenta la ideología del autor, ya que en ese momento esa palabra tenía un valor despectivo y era la que empleaba la burguesía para designar a los míseros, las clases más bajas y hambrientas en las que proliferaba, inevitablemente, la delincuencia.

Víctor Hugo, quizás debido al tiempo que le lleva escribir esta historia, consigue que esté considerada de las más perfectas de la Literatura Universal, lo que ocurre es que, para mi gusto, haciendo uso de un narrador demasiado intrusivo, toma partido y da su opinión de forma demasiado extensa y explícita. Su punto de vista abarca demasiado espacio y hay momentos en los que tantos datos, tantas explicaciones, terminaban sacándome de la lectura.  
Hace una descripción minuciosa de la vida cotidiana y de los ambientes de París; intenta reflejar la realidad lo más fielmente posible, sí, pero hay ocasiones en las que se pierde entre tanto detalle.

A pesar de eso crea un elenco de grandes personajes, todos excepcionales; construye una trama magnífica a su alrededor, pero en comparación con el espacio dedicado a ambientar y a describir, esa trama aparece al final insignificante. Da la impresión de que sus opiniones políticas, sociales y religiosas, tienen más presencia e importancia que la historia real que crea para los protagonistas y termina engulléndolos.

Eso, insisto, sus digresiones, es lo negativo que he encontrado.

Los personajes.

Los miserables se divide en cinco partes y cada una de ellas va a estar enfocada sobre un personaje. 
Lo más sencillo sería pensar que el argumento va a girar siempre alrededor de Jean Valjean, y que el resto serán secundarios, pero ese pensamiento no haría justicia al libro. 
Es cierto que Valjean es el hilo conductor, pero solo es un miserable más entre la infinidad de míseros que pululan por París, aquí cada personaje y la historia que arrastran cuentan para el resultado final. 

Thénardier, Eponine, Cosette, Fantine, Marius, Gavroche... y una infinidad de nombres más, creo que forman el elenco más completo, complejo y perfecto que he encontrado hasta el momento a lo largo de mi extensa trayectoria lectora.
Víctor Hugo crea una plantilla de personajes que abarca y representa a toda la sociedad, sin olvidar a nadie, y tienen tanto peso como los protagonistas, por eso no creo que sea correcto denominarlos secundarios. No  son simples extras de decorado, todos participan como ramas fundamentales de la trama. 
En este punto quiero hacer una mención especial hacia el obispo Bienvenue, porque aquí se entiende la importancia de contar con un buen "secundario".
El obispo solo aparece de forma breve en la primera parte, pero es determinante para la evolución de Valjean. Con un acto de bondad inspira al protagonista y hace que su vida de un giro radical, convirtiéndose en un buen hombre. Y es que como ya nos mostró el autor en Notre-Dame, la bondad y la misericordia pueden cambiar la vida de las personas. 
Resumiendo, el obispo Bienvenue tiene una escasa intervención en el argumento, pero su presencia y sus acciones tienen un impacto determinante sobre la trama y al final eso repercute sobre todos los personajes de la obra que terminan cruzándose con Valjean. 

Valjean, lógicamente, es el héroe; alguien que aprende del dicho "que tu error de hoy sea tu maestro de mañana", y Javert es el gran antagonista; alguien incorruptible, inflexible, que queda atrapado en su propia versión, quizás no la más correcta, pero sí amparada por la llamada justicia ciega que no mira a las personas sino los hechos. 

Y es que en esta novela en la que se da tanta importancia a la confrontación entre el bien y el mal, los personajes de buen corazón van a brillar y a destacar más precisamente por los malvados. 
Todos van a estar respaldados por un detallado perfil psicológico, Víctor Hugo va a indagar hasta en lo más profundo de su alma, de ahí que hable de un elenco perfecto y que la terminen encasillando también como novela psicológica.
De Javert, del gran antagonista, también tengo que decir que es uno de los personajes malvados y a la vez más interesante que he visto. En los momentos en que está ausente, el lector desea que aparezca. Es alguien tan intenso que genera simpatía y aversión al mismo tiempo.

Y por supuesto también quiero hablar de Cosette...
No es el personaje que más me ha gustado, pero es, al igual que Javert, alguien de presencia constante. Aunque no esté en escena hace que la trama avance. Valjean vive por y para ella, y todas las decisiones que tome serán para protegerla. Es una joven de alma noble, iba a decir que muy pánfila, pero queda mejor calificarla de ingenua, y además se rumorea que su arquetipo se creó inspirado en Léopoldine, la hija de Víctor Hugo que tristemente falleció por esas fechas.

Para ir terminando...
La novela ha estado rodeada del éxito desde su publicación; un éxito que incluso hoy en día se repite y se incentiva gracias a las adaptaciones al teatro, a los musicales, al cine y a la televisión.

Y he dejado para lo último lo más negativo, algo que reconozco que me ha fastidiado enormemente la lectura, y que por supuesto no se puede achacar al escritor, de ahí que lo cite al terminar.

En la versión que ofrece la editorial Penguin Clásicos dicen que la edición presenta una traducción clásica, plenamente coetánea y modernizada para la ocasión. Y es cierto en lo de "clásica", porque es la primera traducción que se hizo al español en 1862, mismo año de la publicación del original. Lo único que han hecho es corregir la puntuación y la ortografía, adaptándola a la actual.

Pero el desastre viene con la traducción de los nombres.
De base no entiendo que se traduzca ningún nombre... Si te llamas Juan en español, será Juan, estés donde estés. Me da igual que sea en España o en las islas Wakatobi.
Por lo tanto el traducir o intentar españolizar algunos nombres carece totalmente de sentido.

Jean Valjean siempre será Jean, no Juan Valjean, y lo mismo sucede con Eponine, Fantine, Marius o Monsieur Madeleine, solo por citar algunos nombres, porque la triste realidad es que el intento de españolizar los nombres debió ser algo aleatorio y dependiendo del día del traductor, un señor que falleció en 1893, ¡Vamos, que hasta las colonias de Cuba, Puerto Rico y Filipinas, aún eran nuestras!, así que esa frase de coetánea y modernizada para la ocasión igual está orientado a los componentes de la Generación del 98.

Esto que acabo de mencionar puede parecer una tontería, pero es algo que termina machacando una lectura. Y si la editorial incorpora una nota aclaratoria sobre la traducción y en ella se detalla que han hecho cambios, ¡pues leñe, una vez puestos a corregir se corrige todo!, porque el resultado final de eso que llaman traducción es un total despropósito.

viernes, 11 de enero de 2019

Notre-Dame de París de Victor Hugo

Sinopsis:

Notre-Dame de París cuenta la historia de la gitana Esmeralda, quien en compañía de su cabra Djali toca la pandereta y baila en las calles de París para subsistir, hasta que se la acusa de haber asesinado al capitán Phoebus, su amado, y se la condena a la horca. Sin embargo, el jorobado Quasimodo, campanero de Notre-Dame, quien tras su deformidad esconde un corazón sensible y sediento de amor, luchará para salvar a la gitana. Recreación del mito de la bella y la bestia y uno de los monumentos de la literatura francesa, Notre-Dame de París es una historia verdaderamente inmortal.
La presente edición se abre con un estudio escrito por el que fue uno de los más reconocidos expertos en la obra de Victor Hugo, el crítico literario y profesor francés Jacques Seebacher. Además de contar con la reciente traducción de Teresa Clavel, el volumen incluye una cronología sobre el autor.

Opinión:

Hace mucho que tenía pendiente la lectura de este gran clásico, y lo cierto es que la reseña también se ha hecho de rogar más de la cuenta. He tenido que tomarme un tiempo para reflexionar sobre la historia, sobre los personajes, o sobre como encauzar este comentario, porque es verdad que como había leído en algunos sitios, todo este libro en conjunto, termina dejando una profunda huella en el lector; es una compleja obra de construcción, con sólidos cimientos e iluminada por la gracia de los personajes.

Por eso voy a empezar por lo más fácil, hablándoos de su autor.

Notre-Dame de París y Victor Hugo. 

Victor Hugo, poeta, dramaturgo y novelista francés, está considerado como una de las mejores voces de la literatura francesa, de todos los tiempos.
Hombre comprometido con la política, aprovecho la influencia que tenía como escritor para volcar en sus obras su propia crítica, de esa forma veremos como en ellas vierte, subrepticiamente, sus ideas sobre la educación, sobre la pena de muerte o los derechos de la mujer, entre otros.

Pero el conjunto de acontecimientos que marcaron a este autor y que le impulsaron a escribir este libro en 1830, será  la lucha por preservar el patrimonio artístico francés.
En ese momento, existía la conciencia de que los edificios que se deterioraban debían derruirse para dar paso a otros de nueva construcción.
Victor Hugo va a ser una de las voces que se alcen contra ese agravio urbanístico, un gran defensor de  preservar los edificios de la época medieval, de ahí precisamente, de esas ideas va a surgir la historia de Nuestra Señora de París.

Esta obra dramática fue publicada en 1831 y está compuesta por 11 libros.
Se encuadra dentro de la estética del Romanticismo, y sus personajes por lo tanto, estarán marcados por la fatalidad desde el comienzo.

Vamos a ser testigos de como el poder de los sentimientos se enfrenta a la razón y termina afectando a la toma de decisiones, pero no será la única característica romántica que perfile a los personajes...
Lo misterioso, las supersticiones y lo exótico nos llegan de manos de la tradición folclórica; la rebeldía, la melancolía, el amor y las pasiones desatadas, junto al destino y la muerte, serán también elementos fácilmente reconocibles en esta historia.
El romanticismo como ya habréis podido comprobar en otras obras, da a unos personajes nostálgicos, idealistas en extremo que se encuentran de golpe con la cruda realidad, una sociedad que no les comprende, cruel, materialista y miserable, que se mueve por impulsos irracionales, y que aquí, el gran autor francés, nos describe a la perfección.

La novela

El narrador que emplea Victor Hugo, es el clásico narrador del s. XIX.
No interviene en los hechos pero sí nos los relata como haría un cronista. Supuestamente debería mostrarse imparcial, pero no lo consigue, rompe la objetividad dirigiéndose a nosotros, mostrándonos los aspectos negativos de la sociedad, de los personajes, y no duda a la hora de posicionarse en un lado, dejando clara su opinión.
La narración sigue un orden cronológico, aunque también se incluyen algunas retrospecciones, que rompen en momentos puntuales esa linealidad.
Vamos a encontrarnos por lo tanto, una historia principal y unas cuantas historias más secundarias, que dan forma a los personajes.

También hay que señalar que algunos capítulos, podrían considerarse algo densos e incluso creo que podrían llegar a ralentizar la lectura, pero también opino que sin ellos la obra no se entendería igual.
Esos capítulos donde se habla sobre arquitectura, donde se describe cada una de las piedras de Notre Dame o de cualquier otro edificio de París, sirve para crear un fondo en la novela imprescindible y que nos sitúa en el contexto histórico.

Otro detalle a tener en cuenta es que esta historia nada tiene que ver con la que nos vendió Disney, edulcorada o adulterada, como queráis... y aprovecho este nuevo inciso para seguir hablando de lo que creo más importante, los personajes.
Ni Quasimodo es la encarnación de la bondad, ni el arcediano Frollo es el personaje malvado por definición.
Las circunstancias que rodean a cada uno de los componentes del elenco principal, son los impulsores que hacen que se muevan entre la delgada linea que separa el bien del mal; no son perfectos, son como semillas que van germinando y creciendo a lo largo de la obra, influenciadas por cuanto les rodea, son como esponjas, que se nutren de los acontecimientos y basan sus decisiones en lo que sucede a su alrededor.
Cada gesto, cada decisión que tomen marcará su final y es que en esta obra, como ya os he mencionado más arriba, el destino y el azar es algo que jugará con ellos, un elemento muy presente en toda la obra de Victor Hugo.

Los personajes... 

Y he dejado casi para el final a los personajes, porque hay mucho que hablar sobre ellos...
La bella gitana Esmeralda; el deforme jorobado, Quasimodo; el arcediano, Claude Frollo y el capitán Phoebus de Châteaupers, van a ser algunos de los protagonistas principales de esta historia cargada de romances desdichados y seres marginales.
Como ya tendréis oportunidad de comprobar, si os decidís por esta lectura, los protagonistas son como matrioskas, sencillos en su forma exterior pero que esconden una extraordinaria complejidad en cada una de sus capas.
Cuando empecé a leer esta historia, tenía la idea errónea de que Notre-Dame, la majestuosa catedral, era el gran personaje, un escenario que acapararía las escenas pasando de ser algo inanimado al protagonista principal, pero al final no ha sido así.
Me ha ocurrido algo extraño, pero no solo con esa señorial construcción, amada por su belleza y su armonía, sino también con el resto de personajes que no me han parecido protagonistas absolutos... y creo que esto tengo que explicarlo porque se podría malinterpretar.

Todos los personajes principales que componen esta novela, es decir, Esmeralda, Quasimodo, Gringoire, Frollo y Phoebus, son grandes personajes; se mueven de un extremo a otro, evolucionan y con cada uno de esos cambios que experimentan, no solo consiguen provocar reacciones en el resto de protagonistas, sino que también lo hacen sobre el lector, llegando a conmocionarnos en algunos momentos.
¿Pero qué ocurre con ellos? pues simplemente, que se roban el protagonismo en cada uno de los capítulos.
Cada personaje es único, destaca dentro de su propia trama, son personajes redondos que se complementan con un único fin... Sumar a la narración.
Aportan detalles a la historia general, la enriquecen, haciendo destacar el argumento sobre cualquier otro detalle.
En esta obra, cada palabra, cada frase está meticulosamente concebida para despertar emociones, para lograr conmovernos con el dramatismo del argumento y con las descripciones soberbias y meticulosas de los escenarios, que se nos van mostrando según se van moviendo esos actores.

Insisto, creo que esta novela, tal y como os decía en el primer párrafo de la reseña, es una compleja obra de construcción que se sostiene sobre sólidos cimientos, imposible citar todos, y siendo iluminada por el excelso elenco de personajes.
Pero creo que todo lo dicho hasta el momento, aún resulta escaso para describir lo que he sentido con los protagonistas.

Todos esos figurantes, como acabo de decir son complejos, cada uno muestra una personalidad única, no hay ni un solo rasgo en común que compartan.
Su forma de actuar, su personalidad, o como interpretan el amor o el honor, es distinto en cada uno de ellos.
Victor Hugo creó una gran paleta de personalidades, cada uno con una naturaleza. Se mueven entre la  dulzura, la compasión, el odio, la mentira e incluso la obsesión, y se sitúan en la escena como en un círculo cromático, según su comportamiento pueden ser fríos o cálidos y cada uno tendrá su complementario.
Por ejemplo:
El lánguido y melancólico Quasimodo, contrasta con la siempre alegre Esmeralda, al igual que al grotesco personaje es imposible no compararle con la belleza de la joven gitana o del capitán Phoebus.
El corazón noble de Quasimodo hace destacar más aún si cabe, la naturaleza oscura que se esconde en el de Frollo.
El amor puro de algunos personajes contra el obsesivo de otros, la sinceridad contra la mentira o el valor contra la cobardía...

Gringoire me ha parecido un excelente personaje, tenía que hablar necesariamente de él, y creo que Victor Hugo tendría que haberle dotado de un mayor protagonismo.
Es un poeta, un romántico que intenta enseñar a través de sus obras. En todas ellas vierte un fin didáctico, y el pobre se estrella.
Es el personaje cómico, el representante de la cultura, alguien que enarbola las bellas letras, la poesía contra la ignorancia de la plebe.
Quasimodo, según nos lo pinta el autor en un capítulo en concreto, es malo porque es salvaje, como si una cosa fuese inherente a la otra.
Yo no opino igual, creo que Quasimodo es otra víctima en esta historia. Se ve rechazado por la sociedad, condenado por ella; es objeto de burla constante, de maldiciones; él siente odio a su alrededor, sin entender el porqué, y termina mimetizándose con el entorno. Adopta ese odio, se convierte en un espejo que refleja lo que ve, y lo vuelca sobre los que están en frente, por lo tanto no es más que un fruto de esa sociedad decadente e infecta que le persigue.

Esmeralda es el personaje femenino, la víctima de toda la historia. Un personaje perseguido y acosado. Alguien que nos mostrará como a su alrededor se despiertan los distintos conceptos de amor.
Así conoceremos el amor caprichoso, el amor pasional, el incondicional, el fraternal y el obsesivo.

Para ir terminando...
Esta historia y sus personajes, aunque pueda parecer una locura, me recordaron mucho a La Regenta de Clarín; lo que ocurre es que la escritura de nuestro autor patrio es más sobria, adecuándose a las características del realismo, pero ya veréis a que me refiero.
Ambas novelas son un gran fresco narrativo sobre la sociedad de la época.
La ciudad de Vetusta y su catedral, actúan como París y Notre-Dame, contemplando silenciosas lo que sucede a sus pies.

Esmeralda y Ana Ozores son las víctimas de una persecución amorosa, presas de la ambición de los personajes masculinos. Ambas son la antítesis de esa sociedad podrida de avaricia, egoísmo y envidia.
Fermín de Pas, el magistral, al igual que el arcediano, Claude Frollo, sienten una pasión creciente, enfermiza hacia las protagonistas de sus historias.
Ambos contemplan sus ciudades y a sus habitantes desde lo más alto de sus catedrales, demostrando su supremacía.

Alvaro Mesía y Phoebus son los conquistadores, personajes que ven en la seducción solo un juego.

Y con esta comparación inusual, quizás algo alocada pero fruto de mis reflexiones, termino la reseña.
Espero que os haya gustado o al menos que haya hecho saltar en vosotros una pequeña chispa de emoción que quizás prenda como futura lectura.