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miércoles, 4 de diciembre de 2019

El vestido de Jennifer Robson

Sinopsis:

Londres, 1947.
Asediados por el frío invierno, los británicos padecen el racionamiento a pesar de su victoria en la Segunda Guerra Mundial. Pero Buckingham Palace remontará los ánimos de la nación con el anuncio del compromiso de la princesa Isabel.
Para Ann y Miriam, bordadoras en el taller de un famoso modisto, la boda es más que una celebración. Han sido elegidas para un honor único en la vida: crear los bellísimos bordados que adornarán el vestido de novia de la futura reina de Inglaterra. Una oportunidad única para una chica inglesa de clase trabajadora y una emigrada francesa que ha sobrevivido al régimen nazi.

Opinión:

Sabéis que siempre en mis reseñas intento ser lo más objetiva posible.
Siempre reseño lo que me gusta y lo que no, porque creo que hay que ser justos con los lectores que seguís los blogs. Si un libro no me ha gustado intento indicar esos puntos en los que creo que falla, para no engañaros con falsas promesas.

Reconozco que esa objetividad muchas veces es complicada, porque no deja de depender de gustos personales, lo cual la convierte en subjetiva; y últimamente, parece que lo subjetivo es malo. Yo en cambio, soy de las que piensan que subjetivo y no argumentable distan de ser sinónimos.
Con esto, lo único que quiero decir, aunque parezca rebuscado, es que yo intento en todos mis comentarios, señalar lo que considero positivo y lo que no, pensando que más allá de estas líneas siempre habrá un lector al que puede que interese la historia.

Dicho esto, os cuento que cuando empecé esta novela lo hice con muchas ganas, pero a mitad de lectura esas ganas volaron, ahora veréis por qué.

El punto de observación para el lector será 1947. Ahí nos vamos a encontrar con dos hilos argumentales, y esa será la fecha en que transcurra la mayor parte de esta historia, aunque también hay un hilo en la actualidad, donde el personaje del presente intentará averiguar y rellenar vacíos.

Como veis no os estoy hablando de nada novedoso, esta estructura la hemos visto hasta la saciedad.
A esto de emplear varias lineas temporales que terminan relacionándose según avanza la trama, se le denomina Acronía, ¡ojo!, no confundir con Anacronía que es como se llama a los saltos en el tiempo, y hay autoras que basan toda su obra en esta estructura que parece un juego de tiempos y espacios, y donde los personajes femeninos de la época actual, buscan resolver un misterio familiar.

Aquí en este punto, es donde me cuesta que mis gustos no interfieran.
Yo prescindiría de la linea argumental del presente; creo que la historia es interesante sin tener que recurrir a ella, pero esta no es mi novela...
Sin este personaje en cuestión, el del presente, la historia sería lineal, los acontecimientos estarían ordenados de forma cronológica.
Con los saltos en el tiempo, se intenta generar dramatismo o suspense, pero es que hay historias que no lo necesitan. La trama dentro de su sencillez resulta atractiva y tanto salto parece que intenta desviar la atención de lo real en este caso, se emplea para rellenar, es pura paja, porque después vemos que ese hilo no aporta nada y con él no vamos a ningún lado.
Lo que se descubre en él se intuye y después nos lo corroboran con su narración los personajes de 1947.

Pero voy a seguir hablando de los saltos en el tiempo...
Yo en una obra busco emoción, intensidad, y aquí precisamente esos saltos al pasado me frenaban el ritmo narrativo, no me aportaban nada, ni suspense ni datos sorprendentes.

La trama ya os lo he dicho, se sitúa en 1947 en Inglaterra.
El país tras el conflicto bélico está arruinado, el Imperio se derrumba y acaban de sufrir el invierno más frío. Aun así, la sociedad inglesa se vuelca con la boda de la princesa Isabel, no les calienta ni les llena el estómago, pero ese acontecimiento les permite soñar con un futuro próximo y que éste sea mejor.
Con solo esa premisa ya debería resultar interesante la novela; creo que le sobran artificios. En esta novela más no es sinónimo de mejor...

Los personajes de Ann y Miriam describen a la perfección lo que miles de personas sufrieron tras la II Guerra Mundial, empatizamos con ellos, e incluso los secundarios aportan a la trama. Sabemos que hay una historia detrás de ellos, sean positivos o negativos, y eso da valor a la narración.
El personaje de la época actual es un lastre para la trama. No tiene ni una personalidad llamativa ni frases brillantes, para mí solo es relleno, al igual que el famoso vestido, que no es más que una argucia argumental de fondo, por mucho que se le intente dar protagonismo.
A medida que avanzan las páginas y el misterio va ganando posiciones, nuestro interés por el vestido se va esfumando.
Lo interesante, el encanto, el hechizo de esta novela, aunque pueda resultar repetitivo, son las vidas de Miriam y Ann; esa crónica en gama de grises que nos ofrecen y que está ligada a la trama de la obra.