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viernes, 24 de febrero de 2023

Carcoma de Layla Martínez

Sinopsis:

Todas las casas guardan la historia de quienes las han habitado. 
Las paredes de esta casa perdida en el páramo hablan de voces que surgen de debajo de las camas, de santas que se aparecen en el techo de la cocina, de desapariciones que nunca se resuelven. 
Los vecinos reniegan de sus dos habitantes a la luz del día, pero todos acuden a ellas cuando nadie los ve. La abuela se pasa los días hablando con las sombras que viven tras las paredes y dentro de los armarios. La nieta vuelve a la casa tras un incidente con la familia más rica del pueblo. 
Ahora, desenredando la historia de la casa, se han empezado a dar cuenta de que las sombras que la habitan estuvieron siempre de su lado.

Opinión:

Mucho se ha hablado de esta obra en las redes, no sé si por el estilo adoptado, por ser la primera novela de la autora y ver que apunta maneras o por lo que se narra en su interior.
Así que voy a intentar contaros todo lo que me ha llamado la atención, destacando algunos detallitos que he encontrado y que me han sorprendido.

La primera curiosidad es que la forma de narrar, a primera vista, me ha recordado a Shirley Jackson. Si de ella dijeron que sus obras podían encuadrarse dentro del gótico sureño, bien podríamos catalogar a Layla Martínez y su Carcoma dentro de nuestro gótico rural. 
No sé si me acabo de inventar algún nuevo subgénero, precisamente yo que me quejo constantemente de las nuevas y absurdas denominaciones con las que les ha dado a las editoriales con bautizar las nuevas publicaciones.
En fin... corramos un tupido velo y continuemos.

Cuando crucé el umbral, la casa se abalanzó sobre mí. Siempre pasa lo mismo con este montón de ladrillos y mugre, se lanza sobre cualquiera que atraviese la puerta y le retuerce las tripas hasta dejarle sin respiración.” 

Con esta primera frase que incluye una personificación y que se sumará a otras que iremos encontrando a lo largo de la lectura, ya intuimos que la casa va a ser parte importante de la trama. Una casa que va a adoptar muy sutilmente cualidades humanas.

Esta historia nos transporta a la España profunda, a esa España olvidada pero de la que todos no paran de hablar; a esa España de rencor, recuerdos y resentimiento enquistado.

La narración cuenta con dos narradoras en primera persona; una abuela y su nieta, ambos personajes sin nombre, porque aquí lo importante no son ellas, sino lo que cuentan y cómo lo cuentan, con esas elipsis, con esos vacíos argumentales que poco a poco tendrá que ir rellenando el lector. 
Dos narradoras que son personajes y que darán voz a cuatro generaciones de mujeres atrapadas en una casa, en los resentimientos y en lo nunca dicho.
La nieta nos va a hablar sobre los sucesos actuales, mientras que la abuela va a ser la encargada de evocar el pasado familiar.
Cada una nos va a dar su versión, son dos narradores que se alternan, un recurso muy rico a la hora de facilitar información, pero que nos impide saber quién de ellas dice la verdad y cuánto de lo que cuentan es cierto.

A través de estas dos voces no solo vamos a conocer la historia familiar, sino también sucesos que ocurrieron en el pueblo.
El presente tiene importancia, en este tiempo cobra valor la venganza, pero el pasado esconde el origen, con la guerra y la posguerra, con esos recuerdos que quizás son los que tienen más peso sobre la narración. 
No os voy a contar nada que no sepáis...

La Guerra Civil dejó heridas abiertas que, aún hoy en día, siguen sin cicatrizar. Obligó a los españoles a ver a sus propios vecinos como enemigos, y eso en un pueblo en el que las víctimas se veían obligadas a convivir con delatores, confidentes y aprovechados, termina magnificándose. 

El tiempo pasa, pero no pasa para todos igual. 
Para las gentes de los pueblos el recuerdo y la memoria son importantes, ¡pero cuidado!, porque esa memoria puede terminar alimentando unos odios que no son suyos, sino heredados. 
Vivimos en una España que construyó su historia sobre silencios, pero esos silencios no hay que olvidar que esconden historias.

Y ahora ha llegado el momento de hablar del tercer personaje, para mí el más importante y que ya habéis conocido al principio.  
Una casa que alberga fantasmas de dos tipos: las sombras que se esconden en los pasillos o bajo las camas, y las otras, más profundas, fruto de nuestra mente.
Un personaje omnipresente, un testigo silencioso que desempeña también la función de único escenario, pero que como ya habéis visto, adopta cualidades humanas. 

La casa está inquieta desde que has vuelto, contestó, y dio por zanjado el tema porque ella de hablar nunca tenía ganas si no era porque había que decir algo.” 

La casa toma presencia y en ella se va acumulando el odio de cuatro generaciones. Un odio que va alimentándose de las mentiras que corren por el pueblo, de la cobardía, la mezquindad y la hipocresía de la gente.
Un odio y un rencor que poco a poco lo va corroyendo todo, sin descanso, como la carcoma que da título a la obra.
     
Muchos dejaron de hablarnos en este pueblo de arrastrados, como si por ser el perro que más palmaditas recibe del amo uno dejase de ser perro.” 

Como podéis intuir, una atmósfera rural, opresiva y violenta, que no va a desaparecer con el paso del tiempo. 
         
Layla Martínez tiene una forma de narrar muy peculiar, con un lenguaje muy sencillo, pero que no olvida incluir elementos que es raro encontrar en una novela de hoy en día, y más cuando su autora es tan joven.
Siempre os he dicho que ya no se escribe como antes, que harían falta más Delibes o Unamunos, y eso es precisamente lo que me ha llamado la atención, encontrar esos recursos que parece que están en desuso. Ni por asomo la estoy comparando con esos grandes de las letras españolas, no me malinterpretéis...

Ya os he hablado de la personificación, pero no esperaba encontrar el polisíndeton, un recurso que permite repetir varias conjunciones en lugar de poner comas, que sería lo más sencillo. De esa forma se da más intensidad a lo que se cuenta, el discurso se vuelve más íntimo, cercano, directo.
La ausencia de comas nos transmite premura, la impaciencia por narrar e incluso nos puede aportar detalles sobre el bagaje cultural del personaje.

Y poco más quiero contaros.

Carcoma es una novela que utiliza el terror para hablar de la memoria histórica, del desequilibrio social y del maltrato; una novela de santos y sombras, muy cortita, pero que estoy segura que os convencerá. 

Lo que si quiero añadir antes de terminar es que guardar tanto odio y rencor no es bueno para nadie. El odio se contagia, se alimenta, se vuelve tóxico, y en algunos momentos la lectura me ha hecho sentirme mal con tanto resentimiento heredado.