jueves, 31 de octubre de 2024

Todos en este tren son sospechosos de Benjamin Stevenson

Todos en este tren son sospechosos (Ernest Cunningham 02) 
Sinopsis:

Un vagón. Cinco escritores de novela negra. Un cadáver. 
Vuelve el autor del éxito internacional Todos en mi familia han matado a alguien. 
Ernest Cunningham está disfrutando de la fama de su primer libro y, como todo novelista de éxito, su agente y su editor le reclaman la siguiente entrega. Sin embargo, Ernie no es capaz de encontrar la inspiración. 
Cuando recibe la invitación para el Festival Australiano de Novela Negra, que tendrá lugar a bordo de un tren en homenaje a Agatha Christie, cree que por fin podrá ponerse a escribir su nuevo libro. Sin embargo uno de los seis escritores invitados es asesinado antes de llegar a la primera parada y, los cinco restantes se pondrán manos a la obra para resolverlo, siguiendo cada uno los mismos métodos que usan en sus libros.

Opinión: Todos en este tren son sospechosos (Ernest Cunningham 02)

Hoy os hablo de la segunda entrega sobre Ernest Cunningham; una saga que en principio me pareció original y que comenzaba con buen pie, pero que creo que en esta segunda entrega ha perdido un poco el equilibrio.

Decía Don Marquis que escribir una secuela era reconocer que te has visto reducido a imitarte a ti mismo. Es una dura sentencia dirigida hacia los escritores de sagas, pero yo, basándome en mi experiencia personal como lectora, tampoco es que tenga un buen concepto sobre ellas. 
Con esto no quiero decir que las secuelas siempre resulten decepcionantes, pero sí que te ves limitado a seguir con un guion prefijado que puede acabar aburriendo al lector, como por ejemplo el perfil machacón de un determinado personaje, y terminar aborreciéndolo. 
Eso es precisamente lo que me ha sucedido a mí con este libro y el intrusismo de su protagonista en la lectura, que se me ha hecho tan cansino repitiendo datos y jactándose en todo momento de su superioridad deductiva que la lectura se me ha terminado atragantando.
Pero vayamos al grano...

El protagonista principal vuelve a ser Ernest Cunningham, un escritor que debe adoptar el papel múltiple de narrador, personaje y detective para resolver unos crímenes. El problema es que ese rol empieza a resultar repetitivo y las coincidencias se convierten en un elemento fijo empleado con demasiada frecuencia, por lo que el juego limpio brilla por su ausencia. 

Ernie, al ser nuestro narrador, nos va a guiar por los escenarios, mostrándonos los datos que considera oportunos, pero solamente por ese hecho ya resulta poco fiable. 
Va a actuar como un ilusionista. A pesar de que él insista una y otra vez en que todas las pistas están a la vista y que sigue las normas de las novelas de crímenes de la edad de oro, sin esconder verdades evidentes a los lectores, eso no va a ser del todo cierto, porque las pistas o determinados datos solo van a aparecer cuando él quiera mencionarlo.

En este cozy crime el resto del elenco de personajes solo van a actuar como extras en el escenario. Como marionetas moviéndose al dictado, entrando y saliendo de las escenas, dejando todo el protagonismo para que Ernie se luzca ante nosotros, porque parece que este libro vuelve a ser una especie de juego en el que nos reta a averiguar la identidad del asesino y los motivos, antes de que él mismo lo descubra. Pero insisto, él juega con ventaja.

Sobre la personalidad del personaje... ya lo he dicho, a mí me ha resultado muy machacón y reiterativo, y si nos ceñimos al dicho... Lo poco agrada y lo mucho cansa. 
Y lo mismo sucede con el guion del argumento, plantilla o esquema, como queráis llamarlo. Termina dejando la sensación de que este segundo libro no es más que una copia del anterior, con varios muertos y múltiples sospechosos, todo ello cambiando los escenarios y valiéndose de eso precisamente, de un escenario, el tren, que a otros autores les ha dado mucho juego y que parece un filón de oro. 

Por otro lado, me parece totalmente innecesario el estar adelantándonos escenas que encontraremos más adelante, porque nos quita la capacidad de sorprendernos. Eso, en la primera parte me pareció curioso e incluso gracioso, pero ya agota. Es como si considerase que los lectores somos incapaces de llegar a determinadas conclusiones si no es con su ayuda.

En resumen, he tenido la sensación durante toda la lectura de que este tren no llevaba a ninguna parte y que iba a terminar descarrilando, de que me perdía algo. 
Lo mejor... la forma de retratar las rencillas entre esos seres de ego inagotable: los escritores, y las envidias y la superioridad moral con la que alardean muchos de ellos.

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