Cuando Louise se entera de que sus padres han muerto, teme volver a casa. No quiere dejar a su pequeña con su ex y volar a Charleston. No quiere enfrentarse al domicilio familiar, donde se amontonan los restos de la vida académica de su padre y de la constante obsesión de su madre por los títeres y los muñecos. No quiere aprender a vivir sin las dos personas que mejor la han conocido y más la han querido del mundo entero.
Sobre todo, no quiere tener que lidiar con su hermano, Mark, que nunca ha salido de Charleston, es incapaz de conservar un empleo y no lleva bien el éxito de Louise. Por desgracia, ella lo necesita, porque, para vender esa casa, va a hacer falta algo más que una manita de pintura y retirar los recuerdos de toda una vida. Pero hay casas que no se dejan vender, y la de Louise y Mark tiene otros planes para ellos dos…
Grady Hendrix, autor superventas del New York Times, aborda el clásico de la casa encantada en una nueva y apasionante novela que explora hasta qué punto el pasado ―y la familia― pueden llegar a aterrarnos más que cualquier otra cosa.
Opinión:
Tenía muchas ganas de leer este libro desde que vi que saldría publicado, y lo cierto es que ahora me parece que he perdido un poco el tiempo.
Y que conste que ya iba avisada.
De Grady Hendrix ya había leído un par de libros, podéis buscarlos por autor porque aparecen reseñados en el blog, pero creo que este escritor y guionista, que entró en el mundo literario pisando fuerte, ha ido perdiendo fuelle con cada nueva publicación.
Esto como podéis comprobar es una opinión particular que no hay que compartir, porque si buscáis por la red encontraréis montones de opiniones entusiastas sobre este libro, e incluso, a lectores que comparan a Hendrix con King, llegando incluso a hablar de que es una nueva alternativa dentro del género de terror.
Como siempre os digo... para gustos los colores.
De Cómo vender una casa encantada puedo deciros que comienza bien, pero antes de llegar a la mitad todo el argumento empieza a dar vueltas sobre sí mismo, como pollo sin cabeza.
Hendrix utiliza elementos típicos del género de terror, intentando dar un nuevo giro a las historias que ya conocemos, pero para mi gusto no lo consigue.
¿El fallo? que incluye en la narración demasiados clichés del género de terror, y todos ellos juntos terminan restando originalidad.
Casas encantadas, muñecos diabólicos, una familia que en vez de enfrentarse a los problemas se esconde de la realidad refugiándose en el pasado, el dolor del duelo, todos esos elementos son demasiados para meterlos en el mismo saco si no los trabajas o te olvidas de algunos a la mitad del relato.
¿Y por qué digo esto?, pues sencillo, porque empezamos hablando de casas encantadas, pero parece que a mitad de camino el autor decide cambiar el rumbo de la novela, destierra esa idea que nos acompañaba desde el título e incorpora un elemento nuevo, el de los muñecos poseídos.
Por otro lado, he leído por ahí que este autor suele mezclar el terror con toques de humor negro, pero sinceramente, no he encontrada nada de ninguno de los géneros.
Creo que los amantes del terror queremos pasar miedo, pero Pupkin, el muñeco protagonista, solo resultaba irritante y me infundía unas ganas tremendas de darle un buen sartenazo cada vez que repetía "pipicaca".
Esto de la ausencia de terror, no os vayáis a pensar que es una opinión que solo comparto yo, porque la protagonista de carne y hueso de la novela, Louise, tiene más miedo a enfrentarse a una relación con su hermano que a los muñecos que atiborran cada uno de los rincones de la casa familiar. Es decir, en vez de temblar ante la idea de entrar en la casa, tiembla por no saber enfrentarse a su familiar más directo...
Pero, ¿y qué pasa con el resto de personajes?
Pues que ninguno deja huella. Pasan por la historia sin pena ni gloria y llegué a un punto en que me daba lo mismo lo que les sucediera, solo quería acabar con el martirio que me estaba provocando Pupkin , que me irritaba hasta la extenuación.
Mi conclusión final es que es un título que dice mucho, pero un libro que dice muy poco, sin contar con algún agujerillo argumental llegando casi al final del que ni el autor sabe cómo salir.