En la gran casa de campo de la familia Tallis, la madre se ha encerrado en su habitación con migraña, y el señor Tallis, un importante funcionario, está, como casi siempre, en Londres.
Briony, la hija menor, de trece años, desesperada por ser adulta y ya herida por la literatura, ha escrito una obra de teatro para agasajar a su hermano León, que ha terminado sus exámenes en la universidad y hoy vuelve a casa con un amigo. Cecilia, la mayor de los Tallis, también ha regresado hace unos días de Cambridge, donde no ha obtenido las altas notas que esperaba. Quien sí lo ha hecho, en cambio, es Robbie Turner, el brillante hijo de la criada de los Tallis y protegido de la familia, que paga sus estudios.
Es el día más caluroso del verano de 1935 y las vidas de los habitantes de la mansión parecen deslizarse, como la novela, con apacible elegancia. Pero si el lector ha aguzado el oído, ya habrá percibido unas sutiles notas disonantes, y comienza a esperar el instante en que el gusano que habita en la deliciosa manzana asome la cabeza.
Opinión:
Expiación de Ian McEwan fue publicada en 2001 y desde ese momento, tanto críticos como lectores, la han catalogado de obra maestra de la literatura contemporánea.
La novela se divide en tres partes más un capítulo final a modo de epílogo.
En la primera parte, Ian McEwan nos presenta a los habitantes de la casa Tallis. Corre el año 1935 y de fondo ya empiezan a surgir ecos de otra posible guerra.
En este comienzo el narrador hace un seguimiento individual sobre cada uno de los protagonistas que intervendrán en la trama. Nos muestra cómo es la familia en general e incorporará algunos personajes incidentales que pasarán a formar parte del conflicto.
Hasta aquí todos los sujetos que intervienen parecen tener más o menos la misma relevancia, aunque vemos como Briony, la menor de la familia, despunta y va acaparando el centro de atención.
¿Qué saqué en claro de esa primera parte? Pues que me gustaba la ambientación, el modo en que se construían los personajes, el estilo elegante del autor, el enfoque del narrador, pero en cambio otros detalles relacionados con lo que denominamos el arma de Chéjov me hacían cuestionarme esa novela magistral de la que todos hablaban.
Pensé que había escenas en las que el autor se perdía en detalles que no llevaban a ningún lado, quizás para crear ambiente, para contextualizar, pero que solo engrosaban y ralentizaban la trama.
Es cierto que no me llegué a aburrir en ningún momento, pero algunos pasajes se volvían un pelín pesados.
En la segunda parte el narrador nos transporta hasta Dunkerque y tiene como protagonista a Robbie, el hijo de la criada de los Tallis. La guerra ya lleva un tiempo y la ofensiva nazi empuja a los aliados a replegarse. En este momento la trama me enganchó por completo. El autor consigue recrear una atmósfera cargada de tensión y deja el final de esa parte en suspense, generando una angustia en el lector que termina por engancharle por completo.
Pasamos a la tercera parte que tiene como protagonista absoluta a Briony.
Aquí vemos como la niña mimada que conocimos al comienzo ha evolucionado, convirtiéndose en un personaje más complejo, más adulto, capaz de comprender que hay acciones que tienen consecuencias que te perseguirán toda la vida.
Yo me adentré en esta parte en un estado de semiinsconsciencia. Leía y leía, pero no lograba quitarme de la cabeza algo del final de la segunda parte. Era solo una nota quizás discordante que no lograba identificar, una sensación que se movía entre lo real y lo imaginario, y con ese efecto llegué al capítulo final, momento en que lo vi todo claro.
Llegado a este punto encontré esa maestría, el motivo por el que todos recomendaban este libro.
El autor había jugado conmigo, contándome solo lo que yo quería leer y no lo que en realidad sucedía.
Fue como una explosión de luz que de pronto hace que lo veas todo claro.
Comprendí la maestría del narrador, el porqué de la estructura, la procedencia del título, y aunque sigo diciendo que hay datos de más que no vienen al caso que, como decía Chéjov, si lo incluyes es para usarlo, entendí que solo por ese detalle ínfimo no iba a cambiar una valoración final que subía como la espuma y pasaba a ser de muy recomendable.
Leer esta obra es como tener en las manos una matrioska que contiene muchas muñequitas en su interior; en este caso lo que contienen son historias que encajan unas dentro de otras y donde se combinan distintos géneros que exploran temas como la culpa, el amor y la guerra. Una obra de estructura compleja en la que la ficción y la realidad están separadas por una delgada línea. Vamos a ver como un error de juicio, una malinterpretación de un suceso, tendrá consecuencias devastadoras para la vida de todos los implicados.
En lugar de hablaros de la creación de personajes, del argumento o del narrador, aunque estos detalles también los haya reflejado por encima, me he volcado en las sensaciones que me ha generado la lectura y que espero que os puedan servir de orientación.
Y es que ya sabéis que esto de la lectura es algo subjetivo. Os intento mostrar siempre las curiosidades que voy encontrando, lo que me impacta o me llama la atención. Podría haber dedicado esta reseña a comentar sobre la complejidad de la narración o el desarrollo/evolución de los personajes, sobre sus cambios emocionales o psicológicos, pero creo que un giro brutal al final de una historia puede convertir lo que podría haber sido una novela pasable en una excepcional, además de influir en la perspectiva general del libro.
Pero ya sabéis que esto es solo mi opinión...