Sinopsis:
La apacible vida de Nuria con su marido, un comercial al que no ve lo que quisiera, se altera cuando ella lee en la prensa un enigmático anuncio que le despierta su sueño de dedicarse a la escritura. Sin saber a ciencia cierta de qué se trata, acepta convertirse en la escritora anónima de las respuestas a las cartas que el consultorio radiofónico de Elena Francis recibe. Su labor parece sencilla: encargarse de responder las cartas que no da tiempo a radiar. Pero todo cambia cuando una oyente desesperada le habla de unos niños nacidos con terribles malformaciones. Nuria decide investigar su origen y destapa una trama internacional de corrupción que pondrá en jaque su vida y cambiará su destino para siempre.
Tras el éxito de Volver a Canfranc, Rosario Raro regresa con una novela impactante que cautivará a sus lectores.
Opinión:
Conocí a Rosario Raro con su primera novela, Volver a Canfranc, y la verdad es que me sorprendió gratamente.
Mezclaba ficción y hechos reales de una forma magistral; la linea que separaba un género de otro era inapreciable, y eso daba valor a la narración.
Por otra parte, con los personajes ocurría algo similar, el perfil creado para cada uno de ellos transmitía veracidad a la historia, a pesar de que como es lógico, con unos se empatizase más que con otros.
Otra característica de esta autora, es que sus novelas no nos dejan indiferentes; sabe en que momento pellizcar, tocarnos la fibra sensible y esa incomodidad narrativa es algo positivo para una novela, porque despierta sentimientos y reacciones de todo tipo.
Con esta nueva historia, Rosario vuelve a dar en el clavo.
Crea una historia ficticia y la adorna con hechos reales... o quizás sea más correcto decirlo al contrario... Narra los hechos reales y los adorna con parte de ficción.
Sea como sea, el caso es que el resultado de nuevo ha sido acertado.
El argumento nos sitúa en la España de los años 60.
Tenemos como hilo ambiental de fondo, el famoso consultorio radiofónico de Elena Francis; un programa que durante 36 años dio consejos a las mujeres de la época.
Y sí... se lo que estáis pensado, ¡vaya consejitos que daba! sumisión, aguantar y mirar hacia otro lado, entre otros...
Pero no podemos juzgar con nuestra mentalidad actual el papel que jugaba la mujer en esa época ni en anteriores, porque para ello tendríamos que analizar detenidamente el entorno económico, político, social y religioso, y eso es algo, que por mucho que critiquemos no vamos a cambiar a estas alturas...
Las mujeres, tenemos mucho trabajo pendiente, hay un largo camino aún por andar, y hay que mirar hacia adelante para evitar tropezar y conseguir cambiar o mejorar... así que corramos un largo y tupido velo sobre esto, y sigamos hablando de La huella de una carta.
El caso, es que con el consultorio de Elena Francis y su peculiar sintonía de fondo, conocemos a Nuria, la protagonista. Una mujer muy inteligente que decide contestar a un enigmático anuncio en un periódico.
Se convierte así en una de las elegidas, de esas mujeres que contestaban las cartas que no llegaban a emitirse por la radio.
Básicamente con lo dicho tenemos los cimientos del argumento; una historia que mezcla ficción y realidad con el género epistolar, historia de amor incluida y un ligero toque de novela negra, porque una de las cartas que reciba Nuria, hablará de un medicamento, real, que provoca grandes malformaciones en los niños.
Supongo que sabéis de que os hablo, de la Talidomida, ese veneno disfrazado de fármaco, que fue comercializado durante los años 57 y 63, como sedante y calmante de las náuseas durante los primeros meses del embarazo.
Nuria se verá embarcada en una complicada y peligrosa investigación que nos atrapará a lo largo de 67 capítulos, divididos en cuatro partes y en la que os adelanto que no estará sola.
Esto a grandes rasgos es el argumento, pero hay mucho más.
Al comienzo de la novela nos encontramos con una escena turbia y desconcertante, estamos en agosto de 1962, en Düsseldorf, y dos hombres encuentran a una mujer tendida en el suelo. A continuación la historia salta a Barcelona, a mayo de 1962 y comienza a relatarnos la historia de Nuria.
Debo decir que el inicio de la novela, ese comienzo que nos sitúa en esa ciudad alemana, me desconcertó un poco, no sabía como enhebrar o como enlazaría posteriormente con la historia, y curiosamente, tras conocer a Nuria, logré olvidarme por completo de esa escena. La historia de la protagonista me absorbió...
Al llegar a la tercera parte del libro nos encontramos de nuevo con esa escena ya olvidada, y descubrimos su motivo.
Las dos primeras partes corresponden a un racconto bastante extenso, una narración retrospectiva y detallada, que irá avanzando de forma lineal hasta llegar al acontecimiento narrado nada más empezar.
Ese juego en el que nos introduce la autora, sirve para mostrar las consecuencias de la investigación que inicia nuestra protagonista, pero sobre todo, para conocer hasta donde se extendían los largos y dañinos hilos que movía la corporación encargada de suministrar ese veneno.
La huella de una carta, es una historia emotiva e inquietante, tratada con respeto, donde todos los personajes que aparecen están interrelacionados.
Una historia que refleja de fondo la sociedad española de los años 60, una crítica o denuncia hacia unos hechos que no deberían haber ocurrido jamás, y que lamentablemente, forman parte de nuestra Historia más reciente.
Siempre decimos que "Spain is different", yo diría más bien que algunas situaciones aquí son surrealistas y dignas del mejor cine de Buñuel, y es que España es así, llegamos hasta tal punto, que incluso los afectados por ese veneno perdieron el juicio contra la famacéutica. así que mejor o más correcto, sería decir que Spain is indifferent.
Rosario Raro, al final de la novela nos ofrece un final alternativo, con esto no digo que podamos elegir entre uno u otro, sino que ella nos ofrece el final que habría sido justo, el correcto, y no el engaño al que los españoles y más en concreto los afectados y sus familias, se vieron arrastrados...
Es una novela a la que deberíais dar una oportunidad, habréis apreciado que he prescindido de hablar del resto de personajes, de la estructura, de la ambientación... porque creo que el argumento, la trama y la historia real, es lo realmente importante y eclipsaría o convertiría en superfluos al resto de elementos que componen esta novela.
Espacio sobre libros y opiniones, difusión y fomento de la lectura. El lugar donde los libros son los protagonistas.
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lunes, 7 de agosto de 2017
jueves, 28 de abril de 2016
Volver a Canfranc de Rosario Raro
Sinopsis:
Un andén, unas montañas, unos héroes y, al final, la libertad La historia olvidada de una estación mítica que cambió el curso de una guerra
Marzo de 1943. Agazapados dentro de una habitación secreta, varias personas contienen la respiración mientras aguardan a que el sonido de las botas reforzadas con metal de los soldados alemanes se aleje. En la estación internacional de Canfranc, en el Pirineo, la esvástica ondea sobre la playa de vías. En medio de la oscuridad, Laurent Juste, jefe de la aduana, Jana Belerma, camarera del hotel, y el bandolero Esteve Durandarte arriesgan sus vidas para devolverles la libertad.Volver a Canfranc es su historia. Jana y Esteve, armados tan solo con la valentía que da el amor, lucharon porque miles de ciudadanos judíos consiguieran atravesar esta estación mítica. Además de ellos, otras personas guiadas por la generosidad decidieron enfrentar el terror y ayudarlos. Para miles de perseguidos por el régimen nazi la esperanza se llamó Canfranc.
Opinión:
Pero como en toda historia novelada, hay algo que tenemos que tener en cuenta. La autora se ha permitido algunas licencias históricas en momentos puntuales, como indica al final de la novela.
Considero que son datos poco importantes, como el cambio del nombre verdadero del jefe de aduana de la estación, Albert Le Lay por el de Laurent Juste, o de alguna nacionalidad, pero es que poco importan esos detalles frente a los hechos horribles que se recogen en esta historia.
Otros datos se han inventado con el fin de dar más romanticismo a algunos momentos o incluso más heroicidad si cabe a otros, y por supuesto, algunos personajes también son ficticios, pero sirven para homenajear a esos héroes anónimos de ambos lados de la frontera, que guiados únicamente por la generosidad, ayudaron a salvar tantas vidas.
En 1942, el ejército alemán había tomado la estación internacional de Canfranc en Huesca, como si se tratase de un territorio más de la Francia ocupada.
El argumento de la novela, traza un recorrido breve, de apenas dos años, comienza a principios de 1943 y finaliza en septiembre de 1944.
Llegado a este punto, quiero hacer un par de aclaraciones, porque esta obra no es solo un reconocimiento póstumo, un relato más ambientado en la II Guerra Mundial ni sobre la persecución a la que se vieron sometidos los judíos.
Tampoco su argumento está compuesto únicamente por una trama lineal. Para que tenga consistencia la historia, es necesaria apoyarla con otras que van surgiendo y que corren paralelas, sin alejarse del tema central.
A través de esas pequeñas tramas, de sus personajes, iremos conociendo datos indispensables para el desarrollo del argumento.
La obra está dividida en cinco partes más el pequeño prólogo del comienzo y el epílogo final.
Contamos con una protagonista, Jana, que aunque el peso de toda la obra recae sobre ella, no deja de ser un personaje de ficción. Eso sí, representa a todos esos valientes que pocas veces se recuerdan, pero que ayudaron a cientos a alcanzar la libertad.
También conoceremos a Laurent Juste, el jefe de la aduana internacional de la estación; a la joven Valentina; al bandolero Esteve Durandarte; a Didier el maquinista o a Montlum, un músico metido a panadero; por citar algunos.
Pero como he dicho además de estos personajes y sus tramas, imprescindibles para conocer los acontecimientos que tuvieron lugar allí, hay otros temas que acaparan toda nuestra atención porque tienen presencia constante en el libro:
La mezcla de géneros la equilibra y la hace destacar sobre otras de argumento similar. Mezcla de forma acertada los datos históricos con la novela de espionaje, añadiéndole intriga y tensión en algunos momentos, por supuesto dejando también su espacio a las escenas románticas y otras conmovedoras que nos harán bajar la guardia.
Por poner alguna pega, debo mencionar que el edificio en sí, esa preciosa construcción que parece más una catedral que una estación de tren, pasa a ocupar un lugar demasiado secundario en la obra. La fonda La Serena, que ocupa en esta historia el mismo lugar que el Café de Rick de Casablanca, donde se pasa información o desinformación, tiene casi más relevancia.
Al igual sucede con la cantidad de trabajadores que debía haber diariamente en la estación o en el Hotel Internacional. Salvo Jana y otra camarera de habitación, el resto son omitidos casi al completo. Ni siquiera recuerdo haber leído una aparición donde haga acto de presencia el director del hotel.
Para ir terminando...
Volver a Canfranc, además de ser lógicamente la frase que da título a la obra, es una oración que esconde mucho más, una esperanza, la de todos aquellos que por ideas, creencias o simplemente por ser diferentes, se vieron obligados a huir.
Canfranc fue una puerta hacia la libertad.
Unos hablan de que fueron cientos de vidas las que se salvaron, otros hablan de miles, pero lo cierto es que para los personajes reales que lo hicieron posible, tan solo con salvar una vida habría sido suficiente, aun a riesgo de exponer la suya y tener una muerte mucho más cruel que la que esperaba a los que eran capturados huyendo del régimen del terror.
Un andén, unas montañas, unos héroes y, al final, la libertad La historia olvidada de una estación mítica que cambió el curso de una guerra
Marzo de 1943. Agazapados dentro de una habitación secreta, varias personas contienen la respiración mientras aguardan a que el sonido de las botas reforzadas con metal de los soldados alemanes se aleje. En la estación internacional de Canfranc, en el Pirineo, la esvástica ondea sobre la playa de vías. En medio de la oscuridad, Laurent Juste, jefe de la aduana, Jana Belerma, camarera del hotel, y el bandolero Esteve Durandarte arriesgan sus vidas para devolverles la libertad.Volver a Canfranc es su historia. Jana y Esteve, armados tan solo con la valentía que da el amor, lucharon porque miles de ciudadanos judíos consiguieran atravesar esta estación mítica. Además de ellos, otras personas guiadas por la generosidad decidieron enfrentar el terror y ayudarlos. Para miles de perseguidos por el régimen nazi la esperanza se llamó Canfranc.
Opinión:
En muchas ciudades de Europa central, entre la ceniza tras los bombardeos, los escombros, los techos de los refugios y el miedo, resonaban ocho letras como un salmo entonado en varios acentos, a veces pronunciadas de forma irreconocible, pero que se referían a un único destino.En este libro se mezcla ficción con hechos reales constatados, donde se narra un episodio olvidado de nuestra historia y se confirma la tan entredicha no beligerancia de España en la II Guerra Mundial.
La esperanza entonces se llamaba Canfranc.
Pero como en toda historia novelada, hay algo que tenemos que tener en cuenta. La autora se ha permitido algunas licencias históricas en momentos puntuales, como indica al final de la novela.
Considero que son datos poco importantes, como el cambio del nombre verdadero del jefe de aduana de la estación, Albert Le Lay por el de Laurent Juste, o de alguna nacionalidad, pero es que poco importan esos detalles frente a los hechos horribles que se recogen en esta historia.
Otros datos se han inventado con el fin de dar más romanticismo a algunos momentos o incluso más heroicidad si cabe a otros, y por supuesto, algunos personajes también son ficticios, pero sirven para homenajear a esos héroes anónimos de ambos lados de la frontera, que guiados únicamente por la generosidad, ayudaron a salvar tantas vidas.
En 1942, el ejército alemán había tomado la estación internacional de Canfranc en Huesca, como si se tratase de un territorio más de la Francia ocupada.
El argumento de la novela, traza un recorrido breve, de apenas dos años, comienza a principios de 1943 y finaliza en septiembre de 1944.
Llegado a este punto, quiero hacer un par de aclaraciones, porque esta obra no es solo un reconocimiento póstumo, un relato más ambientado en la II Guerra Mundial ni sobre la persecución a la que se vieron sometidos los judíos.
Tampoco su argumento está compuesto únicamente por una trama lineal. Para que tenga consistencia la historia, es necesaria apoyarla con otras que van surgiendo y que corren paralelas, sin alejarse del tema central.
A través de esas pequeñas tramas, de sus personajes, iremos conociendo datos indispensables para el desarrollo del argumento.
La obra está dividida en cinco partes más el pequeño prólogo del comienzo y el epílogo final.
Contamos con una protagonista, Jana, que aunque el peso de toda la obra recae sobre ella, no deja de ser un personaje de ficción. Eso sí, representa a todos esos valientes que pocas veces se recuerdan, pero que ayudaron a cientos a alcanzar la libertad.
También conoceremos a Laurent Juste, el jefe de la aduana internacional de la estación; a la joven Valentina; al bandolero Esteve Durandarte; a Didier el maquinista o a Montlum, un músico metido a panadero; por citar algunos.
Pero como he dicho además de estos personajes y sus tramas, imprescindibles para conocer los acontecimientos que tuvieron lugar allí, hay otros temas que acaparan toda nuestra atención porque tienen presencia constante en el libro:
- Los tejemanejes
que realizaban supuestos países neutrales como Suiza y Portugal. A
España no lo incluyo, en lo de neutral, prefiero dejarlo en no
beligerante, porque la neutralidad era algo ambigua y clara la simpatía
que existía entre nuestro país y Alemania. Al final, es cierto que
terminó declarándose neutral, pero no lo fue hasta que se vio un claro
vencedor en la contienda.
Los trenes salían de Suiza cargados de oro y cruzaban nuestro territorio, al tiempo que de nuestras ciudades salían con el Wolframio también llamado Tungsteno, necesario para las fabricas de armamento alemanas.
- Contamos también con un capítulo bajo el título de El espanto, dedicado a la limpieza y pureza de la sangre aria. Esa criba que realizaban los nazis con su propia gente eliminando a todo aquel al que consideraban inferior. Desde alcohólicos, discapacitados psíquicos, inválidos, sordos, ciegos, homosexuales, hasta gitanos, gentes de distintas creencias religiosas o políticas.
- Se recoge también la huida no solo de personas anónimas, también de un grupo de intelectuales entre los que se encontraba Max Ernst, pintor, escultor, poeta; el hermano del escritor Thomas Mann y su familia; el poeta y novelista Franz Werfel; la compositora Alma Mahler o el marido de la bailarina Joséphine Baker.
- También de forma muy sesgada encontramos un homenaje a los libros, esos grandes olvidados que eran quemados en Alemania. Aquí se les trata con respeto, como evasión, y no únicamente porque sus tapas llevasen ocultos mensajes encriptados de la resistencia.
Jana y Durandarte son también un homenaje a nuestro Quijote, pero para saber que relación tienen con esta obra tendréis que llegar al final de la novela.
La mezcla de géneros la equilibra y la hace destacar sobre otras de argumento similar. Mezcla de forma acertada los datos históricos con la novela de espionaje, añadiéndole intriga y tensión en algunos momentos, por supuesto dejando también su espacio a las escenas románticas y otras conmovedoras que nos harán bajar la guardia.
Por poner alguna pega, debo mencionar que el edificio en sí, esa preciosa construcción que parece más una catedral que una estación de tren, pasa a ocupar un lugar demasiado secundario en la obra. La fonda La Serena, que ocupa en esta historia el mismo lugar que el Café de Rick de Casablanca, donde se pasa información o desinformación, tiene casi más relevancia.
Al igual sucede con la cantidad de trabajadores que debía haber diariamente en la estación o en el Hotel Internacional. Salvo Jana y otra camarera de habitación, el resto son omitidos casi al completo. Ni siquiera recuerdo haber leído una aparición donde haga acto de presencia el director del hotel.
Para ir terminando...
Volver a Canfranc, además de ser lógicamente la frase que da título a la obra, es una oración que esconde mucho más, una esperanza, la de todos aquellos que por ideas, creencias o simplemente por ser diferentes, se vieron obligados a huir.
Canfranc fue una puerta hacia la libertad.
Unos hablan de que fueron cientos de vidas las que se salvaron, otros hablan de miles, pero lo cierto es que para los personajes reales que lo hicieron posible, tan solo con salvar una vida habría sido suficiente, aun a riesgo de exponer la suya y tener una muerte mucho más cruel que la que esperaba a los que eran capturados huyendo del régimen del terror.
Solo nos ha sido dada una vida, pero con esta podemos salvar muchas otras. Recuérdalo
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