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Opinión:
La inquilina de Wildfell Hall es una novela victoriana con detalles muy curiosos.
El primero es que es epistolar, algo muy frecuente en la época; el segundo detalle es que nos vamos a encontrar con dos narradores en primera persona, Gilbert Markham y Helen; y el tercer detalle es que nos vamos a encontrar con una historia dentro de otra.
Enumeradas estas curiosidades paso a hablaros de ellas más en detalle...
El género epistolar fue uno de los más empleados durante los siglos XVIII y XIX. En él se plasmaban sentimientos y opiniones, y servían sobre todo a los lectores para conocer en profundidad al emisor de las cartas. En este caso la historia nos va a hacer retroceder hasta el otoño de 1827, momento en que comienza nuestra historia.
Gilbert Markham será el primer narrador con el que entremos en contacto.
Él será el narrador principal al tiempo que también desempeñará la función de protagonista. Gilbert utilizará el primer capítulo de su narración para hacer una ligera presentación de los personajes que tomarán partido en la obra; tras eso nos contará la historia de una misteriosa mujer que llegó a la mansión de Wildfell Hall. Esa narración epistolar va dirigida a un amigo y relatará, como ya os he mencionado, hechos del pasado.
El segundo narrador será Helen, la misteriosa inquilina que da título a la obra, y su relato nos transportará un poco más hacia atrás en el tiempo, sirviendo para rellenar vacíos; esa historia dentro de la historia la conoceremos gracias a su diario personal.
En este libro vamos a encontrarnos con que el arco dramático de los personajes es muy variado.
Tenemos personajes con una evolución positiva, que mejoran con el desarrollo de la trama, pero hay que decir que este tipo es inferior en número al de sus antagonistas, ya que la gran mayoría experimentan un retroceso a peor en su evolución.
Todos ellos comienzan siendo neutros, no conocemos su pasado y por lo tanto su forma de actuar hasta ese momento, pero después, según se va desarrollando el argumento, vemos como su evolución moral, de valores e ideológica sufre un deterioro, que en algunos casos lleva al final trágico. En estos últimos, los más criticados, se nota que la autora hace uso de esa licencia del escritor que la lleva a hacer uso de la justicia divina.
Y es que de eso se trataba, de hacer una crítica...
Anne no se pone límites a la hora de denunciar el maltrato, el alcoholismo, el adulterio, e incluso el cinismo malintencionado de una parte de la sociedad que contempla las situaciones al tiempo que miran hacia otro lado. También hay una alta carga de religiosidad, detalle con el que crea un gran contraste entre los personajes y no puedo olvidarme de mencionar el sentido del humor mordaz empleado.
Ya para terminar os diré que la publicación de este libro no estuvo exenta de polémica. Por ello tuvo que incluir un prólogo explicando que la crítica que en él se vertía no era generalizada sino que iba dirigida a un grupo en concreto.