En los años veinte, la comunidad india de los Osage en Oklahoma era la población de mayor renta per cápita del mundo. El petróleo que yacía bajo sus propiedades les convirtió en millonarios: construyeron mansiones, tenían chóferes privados y mandaban a sus hijos a estudiar a Europa.
Pero un espiral de violencia asoló esta comunidad indígena cuando sus miembros empezaron a morir y a desaparecer en extrañas circunstancias. La familia de una mujer Osage, Mollie Burkhart, se convirtió en un objetivo principal. Sus tres hermanas fueron asesinadas. Una fue envenenada, otra murió a tiros y la tercera falleció en una explosión. Otros miembros de la los Osage morían en circunstancias misteriosas, y muchos de los que se atrevieron a investigar los crímenes fueron también asesinados.
Cuando el número de muertos alcanzó los veinticuatro, el recién inaugurado FBI decidió intervenir y fue uno de sus primeros grandes casos de homicidio. Después de que la investigación resultara un desastre, el joven director J. Edgar Hoover acudió al antiguo comandante de Texas, Tom White, para que desvelase el misterio. White estableció un equipo infiltrado, incluyendo a un agente nativo en el grupo.
Opinión:
Hoy quiero hablaros de Los asesinos de la luna, un título que conocí porque en él se basa la película homónima de Martin Scorsese y que tiene como protagonistas a Leonardo DiCaprio y Robert De Niro. Desde este momento ya os adelanto que es un true crime fascinante que deja al descubierto una de las conspiraciones más siniestras de la historia de Estados Unidos.
Sobre los true crime ya os he hablado en alguna otra ocasión; no son más que la reconstrucción de un caso real respaldada con la investigación que se llevó a cabo en ese momento o a posteriori.
En este caso, David Grann examina los crímenes relatando los hechos que se respaldan con la profunda investigación que él llevó a cabo, dejando al descubierto una conspiración muy elaborada de corrupción.
Si algo sabemos desde el mismo momento en que leemos la sinopsis es que, en este género criminal que podríamos calificar como crónica negra, vamos a conocer la tragedia que rodea a las víctimas desde el comienzo y que la tensión irá aumentando hasta rozar lo dramático según avancemos en la investigación.
La obra se divide en tres partes.
En la primera parte conoceremos a las víctimas, teniendo como foco central a la familia de Mollie Burkhart, una india Osage que se convirtió en el objetivo principal de este caso. Pero la siniestra red de asesinatos no se frenará ahí, y veremos como otros miembros de la tribu morirán en extrañas circunstancias arrastrando incluso a los que se atrevieron a denunciar los sucesos o a investigarlos.
En la segunda, David Grann cambia el enfoque y lo dirige hacia el grupo investigador y por ende hacia el posterior juicio, ya que cuando el número de víctimas alcanzó la cifra de veinticuatro, el recién inaugurado FBI tuvo que intervenir, convirtiéndose en uno de sus primeros grandes casos de homicidio.
Y por último, en la tercera parte, el foco recae sobre el propio David Grann, relatándonos como fue la profunda y exhaustiva investigación que llevó a desvelar este episodio tan oscuro de la Historia norteamericana y aportando datos que se descubrieron muchísimo tiempo después de que los culpables fueran juzgados.
Si tuviera que resumir esta novela diría que su autor sigue los pasos del estilo de Truman Capote en su archiconocida A sangre fría.
Consigue una excelente reconstrucción de los hechos que mantiene al lector pegado a sus páginas a través de una ambientación perfecta y de la aportación de datos muy interesantes.
Va a mostrarnos la historia desde el comienzo, desde los primeros años de la década de 1870, momento en que los Osage fueron expulsados de sus tierras en Kansas y trasladados a una tierra, aparentemente sin valor ninguno, en la región nororiental de Oklahoma.
La trama se construye de forma lineal, salvo en algunos puntos en los que es necesaria una retrospección para examinar algunos hechos pasados, pero que serán importantes para el desarrollo de la investigación.
Tampoco se olvida el autor de hablar sobre la creación del FBI y las técnicas que se empleaban en ese momento. Vamos a ver la evolución de la ciencia criminalística y como lentamente va sustituyéndose el bertillonage, primer método científico utilizado para identificar a los criminales reincidentes ideado en 1879 por el criminólogo francés Alfphonse Bertillon, para dar paso a un método más eficaz y revolucionario: la identificación del criminal a través de la toma de huellas dactilares.
Y ya para terminar...
También conoceremos los primeros pasos del FBI y como se llevó a cabo su modernización, incluyendo sus logros y errores.
El personaje de John Edgar Hoover va a ser un fijo a lo largo de toda la obra, ya que fue el primer director de la Oficina Federal de Investigación y pese a todos los descuidos y disparates, pese a toda la corrupción que sacó a la luz la investigación de este caso, consiguió demostrar que el país necesitaba una policía que abarcase todos los estados, que fuese más profesional y contase con conocimientos científicos, algo que se alejaba de lo conocido hasta el momento.
Espero haberos animado con esta lectura que, como ya os he mencionado más arriba, sigue los pasos del estilo de Capote y del nuevo periodismo, contándonos historias que responden a hechos reales que se convirtieron en noticia.