Entre los grandes escritores del siglo XIX, Lev Nicoláievich Tolstói (1828-1910) ha sido calificado como «genio único, sin equivalente en ningún otro país». Aparecida en su versión definitiva en 1877, Ana Karenina es la obra más ambiciosa y de mayor trascendencia del escritor ruso, una novela de corte realista y psicológico que describe con enorme agudeza la sociedad rusa de la época a la vez que plantea una feroz crítica hacia la aristocracia en declive, su falta de valores y la cruel hipocresía imperante.
La culpa, la redención, la búsqueda del bien y la caída en el pecado, el rechazo social y el trastorno interno que dicho rechazo provoca en quien lo padece... todos estos temas aparecen magistralmente engarzados en Ana Karenina, una obra clave de la literatura universal cuya lectura sigue siendo imprescindible.
La colección Austral conmemora con esta edición especial el centenario de la muerte de Lev N. Tolstói, uno de los mayores genios de las letras rusas que supo plasmar como ningún otro la grandeza del alma humana y sus constantes paradojas.
Hoy vengo a hablaros de un clásico de sobra conocido y que llevaba tiempo reposando en mi biblioteca.
Dicen las malas lenguas que con la publicación de
Madame Bovary en 1856, se produjo una gran revolución literaria, ya que la obra traía consigo un cambio en la representación de las mujeres en la literatura, papel que hasta el momento cumplían al pie de la letra, mostrándose fieles y sumisas.
A esta obra la siguieron otras de temática muy similar, como esta de la que hoy os hablo, Ana Karenina, publicada en 1878, o
La Regenta en 1885.
Las tres novelas tenían en común, no solo que estaban protagonizadas por mujeres infelices, que se veían empujadas al adulterio por la insatisfacción, sino también por soñadoras, acosadas por una sociedad que no las llegaba ni intentaba comprender.
Por eso ahora, con la oportunidad que nos brinda la distancia, debemos mirar más allá de los personajes, de la crítica social que acompañó la publicación de estas obras, y ver que no solo son mujeres que comenten una falta; son mujeres que reivindican su libertad, el derecho a elegir, y esas carencia de libertad es precisamente lo que las empuja a caer en brazos de un
Don Juan, en una especie de acto de rebeldía.
Llegados a este punto, supongo que todos conoceréis el argumento de la novela que ocupa hoy estas lineas, porque básicamente como acabo de mencionar, muchas de las grandes novelas escritas en el siglo XIX, giran alrededor del mismo tema, la mujer infiel.
Pero Ana Karenina va mucho más allá...
A través de ella, Tolstói nos habla de un amor pasional, de lo bueno y lo malo de esa relación; de la dependencia; del amor idealizado; de los anhelos; y también del sufrimiento por lo que se debe dejar atrás...
De esta forma, el autor, haciendo uso del realismo literario se enfrenta a las ideas surgidas en la etapa anterior, en el romanticismo; poniendo en evidencia todos esos ideales en que eran instruidas las mujeres cuando se enfrentaban al matrimonio.
Nos brinda a través de esta historia, una visión realista del drama social, del conflicto que existía entre como se sentían y como debían comportarse.
Alrededor de Ana Karenina va a pintar un gran cuadro costumbrista.
Tolstói no solo se limitó a ser un gran observador, sino que meditando sobre todo lo que le rodeaba y valiéndose de su experiencia, retrató de forma crítica a esa sociedad que conocía muy bien.
Nos describe el poder, las extravagancias y la prepotencia de la clase más alta, esa sociedad dominada por la envidia, la hipocresía, y la superficialidad.
Pero en esa descripción a la que nos invita a asomarnos, y de la que se vale gracias al gran elenco de personajes que acompañan a Karenina, no solo va a aparecer la alta burguesía y/o la aristocracia, también, en menor medida, hay un espacio para reflejar otros estratos sociales más bajos, aunque, si bien es cierto que, siempre aparecerán retratados desde la mirada de los que poseen el control.
La novela se divide en ocho partes con capítulos muy cortos, detalle que me ha sorprendido junto a la prosa ligera que tampoco esperaba encontrar, ya que pensaba erróneamente, que la pluma de este escritor ruso, sería más recargada y llena de grandes y plúmbeas descripciones, que es lo que nos venden de los escritores rusos.
Lo que menos me ha gustado es que a la hora de crear a los protagonistas, recurre demasiado a los arquetipos.
Ana va a representar a la mujer adúltera.
Todas las mujeres que se mueven a su alrededor, la admiran al tiempo que la envidian.
¡Pero cuidado! una cosa es como se ve su imagen en público y otra muy distinta, como la vemos los lectores, que apreciamos hasta el cambio más sutil en su actuación, gracias a la maestría narrativa del autor.
Ana al comienzo se nos presenta como un dechado de virtudes...
Alegre, llena de ganas de vivir, generosa y amante de los suyos; pero en privado y según avanza la historia vemos que su apariencia muta y reaparece ante nosotros como alguien distinto.
Es voluble, egoísta y caprichosa, y la obsesión hace mella en ella, llevándola a un deterioro visible.
Ese aspecto que se agrava, como digo, llegando al final, es solo un reflejo de lo que siente en su interior; de la incapacidad a hacerse con el control de la situación, y eso lógicamente afecta a la relación que mantiene con el resto del plantel protagonista.
De esa forma vamos a conocer al personaje atormentado.
Una vorágine de pensamientos obsesivos la empujan a saltar en cuestión de segundos del amor al odio, de la esperanza a la desesperación, y eso la lleva a un camino sin retorno.
Por otro lado tenemos al marido,
Alexis Alejandrovich, al que conoceremos como Karenin.
Un hombre mayor, muy ocupado en sus labores, que al principio parece que la infravalora y menosprecia con su actitud. Después, cuando Ana se arroja en brazos de su amante, parece reconocer el valor que tenía la esposa y opta por consentir el desliz, siempre y cuando éste se mantenga al margen de la opinión pública.
Y por último, dentro de este triángulo amoroso, tenemos al tercero en discordia:
Vronski.
Se le describe como alguien de aspecto fabuloso, con una juventud y una pasión que todos admiran, pero que a mí me ha parecido, más simple que el asa de un cubo.
El amor entre Ana y Vronsky es estorbado, no solo por Karenin y por la fuerza del vínculo conyugal, sino también por el impacto social que acarrea el adulterio.
Las infidelidades se castigaban de modo distinto por la ley, dependiendo de si eran cometidas por el marido o por la mujer, y a esto también hay que sumarle la doble vara de medir con que juzgaba
la sociedad rusa.
Esa sociedad que yo considero
en conjunto como otro personaje más, espera atenta el momento de saltar sobre Ana, para dejar caer sobre ella el peso de su desprecio.
Pero esta historia no gira solo alrededor de Ana Karenina, ella solo es la mitad del relato, por eso, antes de empezar a enumerar al resto del plantel protagonista, hay algo que debo señalar y que creo que es importante para no liarnos.
Esta obra destaca por la existencia de un buen número de personajes que están interrelacionados entre sí, cada uno de ellos representante de una faceta distinta de la sociedad.
De ese modo, y simplificando: Anna Karenina es hermana de Oblonsky, y éste está casado con Dolly. A su vez Dolly es hermana de Kitty que será la esposa de Levin.
Y ahora sí, ha llegado el momento de hablar del otro protagonista, cuya vida corre paralela a la de Ana, y al cual Tolstói dedica la otra mitad de su novela.
Mientras que Ana nos muestra las consecuencias de ir en contra del pensamiento común de la sociedad, Levin va a ser el encargado de mostrarnos el pensamiento religioso y la situación política y social.
Levin es nuestro guía por la vida rural. Yo creo, que en él se proyecta el Alter Ego del autor ruso del que hoy os hablo, pero es tan solo una apreciación mía.
Representa la antítesis de la sociedad rusa aristocrática y a través de él, Tolstói nos habla, como ya os he avanzado más arriba, sobre religión, y es que sus últimos años estuvieron marcados por varias crisis espirituales que le llevaron a convertirse en un hombre profundamente religioso.
También vamos a ver a través de este terrateniente filósofo, otra faceta del modo de vida del autor, que se tradujo en dejar los lujos de los que disfrutaba y mezclarse con los campesinos adoptando su forma de vida.
Pero vayamos a
los secundarios...
Os he dicho hace un momento, que la infidelidad se juzgaba con un doble rasero, y la muestra la tenemos en el hermano de la Karenina,
Oblonsky.
Él, encabeza el elenco de secundarios.
Nos muestra el adulterio desde el punto de vista masculino; al ser varón, no sufre del escarnio público.
Dolly, su esposa, representa a la mujer sumisa, que debe aprender a convivir con la situación, mirando hacia otro lado.
Y por último llegamos a
Kitty, el personaje más joven, que va a desempeñar el papel de las mujeres que sufren al dejarse influenciar, al permitir que otros decidan por ella su futuro.
El papel de las mujeres en la sociedad, que hemos visto reflejado en infinidad de novelas de la época, aquí lo vemos descrito con una multitud de matices, ya que cada una de ellas representa un arquetipo. Lo que sí comparten, es que todas, en mayor o menor grado, tienen una vida triste y desgraciada.
Para terminar con los personajes, voy a hablaros de su
arco dramático, porque me ha ocurrido algo curioso.
Me imaginaba que los principales tendrían un arco de transformación muy acusado.
Sabía que Tolstói nos ofrecería, desde el comienzo, un reparto dotado con unos valores y una serie de características muy concretas; lo que no podía imaginar es que su evolución fuese tan brutal.
Con esto no digo que su arco de transformación sea positivo, porque no debemos olvidar que en esta novela hay una clara crítica hacia la sociedad en la que él vivió y cuyos representantes son los protagonistas.
Ese cambio del que os hablo, afecta a todo el elenco a nivel moral e ideológico y se aprecia desde los primeros capítulos; pierden valores de los que presumían y terminan siendo totalmente distintos a como los conocimos al comienzo; lógicamente en Ana, esa metamorfosis descendente se aprecia más, al sostener sobre sus hombros el peso de toda la obra. Y es que Ana cambia tanto en su comportamiento, que si la comparamos al inicio y al final de la novela, parece ser dos personas totalmente distintas.
Por otro lado también debo señalar, que no he llegado a empatizar por completo con ninguno de los personajes, aunque eso no signifique que sean malos.
Están descritos a la perfección, cumplen su función, adaptándose a la crítica social, porque hay que reconocer la gran maestría de este escritor que consiguió crear una novela describiendo con precisión milimétrica a la sociedad rusa.
Para terminar os diré que en conjunto es una obra que ha superado mis expectativas.
Tolstói construye una historia de amor pasional, donde las convenciones sociales son las encargadas de poner el punto final, pero también debo decir que cuando terminamos observamos que en la recta final falta y sobra algo.
Le falta empatía, que los personajes conversen sobre Ana en ese tramo, para que su recuerdo no caiga en el olvido; y al mismo tiempo le sobra el discurso mental y filosófico de Levin, que cubre casi por completo la narración y que se hace interminable.