Sinopsis:Una mañana de septiembre de 1890, el topógrafo belga Pierre Claes deja Leopoldville rumbo al norte con una tarea encargada por su rey. Con las estrellas como guía y unos pocos instrumentos, su misión consiste en trazar en la tierra la frontera norte del Congo, y así, materializar lo que Europa llamaba entonces “progreso”, frente al barbarismo de una tierra inexplorada, salvaje, mágica y maldita a la vez. A bordo de la Fleur de Bruges, deslizándose sobre el río Congo, lo acompaña un grupo de lo más heterogéneo, en el que se encuentra Xi Xiao, un maestro del tatuaje chino que tiene visiones del futuro. Xi Xiao viaja con dos certezas: que la colonización es una abominación condenará no sólo a ambos sino, a larga, al mundo occidental; y que su lealtad por el topógrafo está por encima de su propia vida.
Opinión:
Siempre os digo que tengáis cuidado con el contenido de las fajas que envuelven los libros, y en cambio yo caigo una y otra vez en se mismo error.
Como suele decirse: "El hombre es el único animal que tropieza dos veces con la misma piedra", y en mi caso parece que he debido cogerla cariño, porque si no es la misma piedra es otra muy parecida.
Dicho esto, comienzo con la reseña.
Por la introducción ya supondréis que me ha ocurrido con este libro.
Tanto en la faja como en la contracubierta aparecían unas frases que incitaban a hacerse con el libro y la multitud de premios que había recibido el autor contribuían también a hacerlo.
De entre esas frases las que más destaco son estas que están relacionadas:
"Una aventura clásica en la tradición de Moby Dick y El corazón de las tinieblas", "Una novela con el espíritu épico de Conrad".
Pues bien, centrándome en ellas os diré que en lo que se refiere a Moby Dick no encuentro la semejanza; tampoco, y todo hay que decirlo, el espíritu épico ni la aventura, ya sea clásica o moderna.
Otra cosa, como ahora veréis, es la mención a Conrad y a su obra El corazón de las tinieblas (1899), con la que por supuesto hay muchísimas similitudes y la primera la encontramos en el título.
Conrad tituló su novela Heart of Darkness, pero la mayoría de las traducciones a otros idiomas prefirieron sustituir Darkness, oscuridad, por tiniebla, dando como resultado final el título ya mencionado, y precisamente la obra de la que hoy os hablo de Paul Kawczak lleva ese término: Tiniebla.
Como podéis apreciar el guiño al autor y a su obra es obvio.
Por otro lado, y siguiendo con las similitudes entre ambas historias, las dos comparten el tema central que gira alrededor del colonialismo, el racismo y la violencia generada por ello.
Conrad basó su novela en el viaje que realizó al Congo cuando fue contratado por una compañía belga para trabajar en el barco Roi des Belges que surcaba el río Congo, barco que sale citado también aquí.
De la misma forma, Paul Kawczak nos cuenta la historia de un joven geómetra belga, Pierre Claes, al que se le encomienda la misión de trazar la difusa frontera norte del Congo y lo hará navegando a bordo del Fleur de Bruges.
A través de un narrador en tercera persona veremos a lo que Pierre Claes se enfrenta: un territorio colonizado por el rey Leopoldo II de Bélgica y la barbarie de los europeos que contrasta con esa tierra aún inexplorada y salvaje. Exactamente lo mismo que nos muestra Joseph Conrad en El corazón de las tinieblas.
Hay muchos autores, y ahora viene el pero, que se inspiran o toman de base la idea de otro, y más cuando el clásico original ha recibido tantos halagos y se encuentra en la lista de los mejores libros del s. XX, pero no se dan cuenta que cuando llega a manos de los lectores ya no es una idea fresca, y más aún, si el lector ha leído la novela original.
Entonces nos encontramos ante una idea viciada y solo nos deja una sensación de que nos menosprecian y que piensan que los lectores no tenemos memoria.
Esa, al menos, es la sensación que me ha dejado a mí, no sé lo que opinaría Joseph Conrad de la comparación a la que someten su obra.
En sus 280 páginas no he encontrado nada que me haya sorprendido, para bien, ni en lo que respecta al argumento ni en la forma de narrar.
Esperaba encontrar una historia donde el tema central fuese el viaje, al menos eso es lo que nos vendían, pero el pasado de los personajes termina cobrando protagonismo y dejando la misión de Claes fuera del argumento.
Dicho esto, tampoco es que en esa mínima parte en la cual se habla del viaje se incluyan descripciones ni detalles interesantes, por lo que la idea de aventuras termina desapareciendo en manos del lector y convirtiéndose en una extraña novela inclasificable.
Lo que debería ser una aventura cambia al poco tiempo para convertirse en una especie de batiburrillo místico en el que las situaciones hostiles harán que el personaje tome conciencia, de algo que no sabemos lo que es, y que cambie su finalidad en el continente africano, llevando al extremo un final que es más que previsible y surrealista.
Todo en esta historia me evoca al realismo mágico, pero también al simbolismo y al surrealismo.
Centrándome en el realismo mágico os comento.
Hace uso del narrador en tercera persona que se denomina impasible, es decir, el que nos presenta algunos sucesos extraordinarios o insólitos sin emoción, con absoluta indiferencia y creando una atmósfera de normalidad, de esa forma iremos construyendo no solo la vida de Pierre Claes, sino también la de sus padres.
Otro detalle que me lleva a recordar ese movimiento literario es que ese relato del narrador, llegados a ciertos pasajes, se ve afectado en el tiempo y el espacio.
¿Qué quiero decir con esto? pues sencillamente que el relato va a detenerse para retroceder y narrarnos detalles de la vida de sus padres e incluso abuelos que como he dicho más atrás, terminan resultando más interesantes que la realidad del protagonista. ¡Vamos! que el autor engulle sin querer a su propio personaje.
Dicen que las comparaciones son odiosas, pero cuando un libro y autor aparece mencionado en ambas caras de la faja y en la contracubierta como obra de referencia, y dicen que está escrita en su misma línea, creo, siempre bajo mi punto de vista, que dicha comparación es obligada, ya que la editorial invita a buscar paralelismos aunque sean mínimos entre esas obras maestras y el libro en cuestión.
Es cierto que esas frases que cita la editorial están extraídas de periódicos como Le monde o L'Express, pero si ves que esas opiniones pueden condicionar una lectura, está en tu mano como editor no incluirlas en la faja, por muy afamados que puedan ser los creadores de las mismas.
Y eso precisamente es lo que se ha cargado mi lectura, una comparación fuera de lugar que, en vez de hacer bien, perjudica.
También quiero comentaros que en la faja se anuncia la obra como una ópera grandiosa en la que el erotismo y el lenguaje delicioso cobran importancia. sobre esto voy a ser muy concisa, si lenguaje delicioso es sinónimo de soez y el de erotismo de mal gusto, pues ahí está mi fallo, que los críticos de los periódicos elegidos y yo, no entendemos ese concepto de igual manera. Algunos pasajes me invitaron a pensar que el autor solo buscaba la provocación. "Que hablen de mí aunque sea para mal".
Y con esto finalizo...
Esta, al igual que el resto de opiniones que vierto en mis reseñas, son emitidas bajo mi propio criterio, el de una lectora, y por lo tanto pueden ser compartidas o no.
Habrá quien piense que no hago justicia a este autor novel; a esos lectores les invitaría desde estas líneas a leer a Conrad, entonces sí que se puede comparar.
Puede que haya centrado mi reseña en las mal elegidas frases de la faja, pero es que hay más emoción en lo que dicen que lo que vamos a encontrar en realidad.