Un polvoriento día de verano llaman al doctor Faraday a Hundreds Hall, la mansión de los Ayres, en el desolado centro de una Inglaterra de posguerra que está cambiando aceleradamente. Faraday ya había estado allí cuando era un niño y su madre era una de las criadas de la casa. Y se había colado en las regias habitaciones, y, fascinado por tanta belleza, había roto una moldura de los artesonados de un corredor y se la había llevado.
Ahora, gracias a los sacrificios de sus padres, es médico, aunque con una posición social no muy cómoda en el rígido sistema de clases inglés, y piensa que esta visita es un golpe de suerte.
Pero Hundreds Hall ya no es más que la sombra de sí misma: las tapicerías cuelgan en jirones, la carcoma se ceba en el interior de la casa y las malas hierbas arrasan los jardines. La señora Ayres aún es una señora elegante, que mantiene como puede su dignidad. Roderick, su hijo, ha vuelto de la guerra cojo y enfermo. Se ocupa como puede de la casa y de la hacienda, y va vendiendo las tierras y la familia se va comiendo el capital. Su hermana Caroline, independiente, excéntrica y masculina, ha tenido que volver a Hundreds Hall para ayudarlo. Pero los Ayres han llamado al doctor Faraday para que se ocupe de Betty, la joven criada de catorce años, que quizá sólo está enferma de miedo, aterrorizada por aquello que percibe en la casa. Porque siempre son los niños y los animales los primeros en advertir lo siniestro. Y aunque nadie la cree, en Hundreds Hall se oyen ruidos inexplicables, se ven sombras fugaces y marcas de fuego en las paredes, y las cosas más familiares pueden volverse atrozmente perversas...
Opinión:
Hoy os hablo de una novela publicada en 2009, pero de la que no había oído hablar hasta hace un par de meses y que ha sido un gran descubrimiento; tanto es así que he buscado otras obras de la autora para leer en breve.
Lo primero que quiero hacer es hablaros de la sinopsis de la editorial; algo que últimamente para mí se está convirtiendo en una batalla como la de Don Quijote contra los molinos.
Me parece un despropósito.
El primer párrafo parece una redacción de niño en edad escolar y el resto predispone al lector al dar demasiada información, haciendo un resumen de los primeros capítulos.
Creo que las editoriales deberían tomarse más tiempo y cuidar estos detalles. Por suerte esta vez no había leído la sinopsis, ya que, de nuevo, la recomendación me llegó desde otros blogs amigos y me pareció bastante interesante lo que me contaban entre líneas.
Dicho esto...
Nos encontramos ante una historia compleja a la hora de catalogar dentro de un género.
Construye una historia, ambientada en la década de los años cuarenta, cargada de obsesiones y con una ambientación al más puro y clásico estilo gótico. Mezcla tanto los géneros, apareciendo estos tan equilibrados, que podría encuadrarse en varias categorías a la vez; es una mezcla de terror psicológico y realismo.
Debo decir, para los lectores que huyen de las novelas de terror, que no llegamos a conocer el terror puro, como tal, pero sí algunas escenas, debido a su forma de narrar y a los elementos incluidos, consiguen sugestionarnos.
La narración a lo largo de su desarrollo dará muchas vueltas, pero quizás lo que más me ha sorprendido a mí es el ritmo porque Sarah Waters se toma su tiempo para narrar los sucesos.
La prosa de la autora es muy descriptiva, centrándose en los ambientes y escenarios.
No escatima en detalles y ese desarrollo pausado nos sumerge en algunas escenas extremadamente realistas arrastrándonos como testigos presenciales.
Debo insistir en que la ambientación es el punto fuerte de esta novela, ese trasfondo, oscuro y sórdido favorece que nuestro subconsciente se mantenga en tensión a la espera de la aparición de entidades sobrenaturales o en su defecto que alguien con intenciones ocultas se descubra.
La diferencia de clases, las obsesiones van a ser algunos de los temas que se tratan.
Nos muestra a una familia, los Ayres, terratenientes venidos a menos; incapaces de avanzar al ritmo de los tiempos y que por lo tanto, permanecen aislados en la gran mansión familiar, Hundreds Hall.
Esta mansión muestra un aspecto deplorable. Se desmorona día a día y parece arrastrar en ese deterioro a sus habitantes.
La casa se gana por derecho propio un lugar dentro del elenco protagonista, porque es un escenario omnipresente, cuya impronta marcará a todos los protagonistas. Los personajes de carne y hueso, a su vez, tienen una profunda descripción psicológica.
Tenemos al doctor Faraday, alguien que vive obsesionado con la casa desde que la visitó en una ocasión, cuando tan solo era un niño. Un claro ejemplo de como la admiración puede terminar convertida en obsesión. Pero no solo la imponente casa obsesiona al buen doctor, sino que también le persigue la idea de ascender en ese sistema de clases inglés tan rígido como inaccesible. Faraday será el personaje que intente imponer una visión científica a los hechos.
La señora Ayres es una vieja de gloria que pasa el tiempo reviviendo el pasado e incapaz de adaptarse a un mundo que cambia rápidamente.
Caroline es la hija independiente de la familia Ayres. Sueña con alejarse de la casa, pero hay unos lazos invisibles, imposibles de romper, donde familia y "honor" la obligan a permanecer en Hundreds Hall.
Roderick, el heredero, vuelve a casa tras la guerra con daños no solo físicos. La casa y su estado se convierten en un peso que recaerá directamente sobre sus hombros.
Y por último os hablo muy por encima de Betty, la criada a tiempo completo. Una joven, casi una cría, fácilmente sugestionable.
Como veis un elenco protagonista muy interesante y dispar.
El narrador es uno de los protagonistas y por lo tanto, un testigo directo que va reconstruyendo la historia poco a poco, muchas veces valiéndose del relato de otros personajes, porque lógicamente él no estará presente en todos los sucesos. La narración nos llega en primera persona y como siempre, los lectores deberemos tomar la decisión de si fiarnos o no de esa reconstrucción.
El final resulta sorprendente.
Sarah Waters consigue mantener la tensión a lo largo de todos los capítulos, guardándose para el final una concatenación de pequeños detalles que consiguen sembrar la duda en el lector.
Esta historia me ha recordado a grandes narraciones como "Otra vuelta de tuerca" de Henry James, a "Rebeca" de Daphne du Maurier y la película de "Los otros", quizás por esa ambientación y ese tono gótico tan marcado y que a mí me seduce de forma especial.