Sinopsis:
Una muerte inesperada, un misterio por resolver que se remonta atrás en el
tiempo y un reguero de pistas sangrientas que no llevan a ninguna parte.
Daniel Hawthorne, expolicía desacreditado, un investigador tan brillante como
excéntrico, necesita un escritor que documente su trabajo.
El elegido es Anthony Horowitz, que pronto se verá envuelto en una historia
que nunca hubiera imaginado para uno de sus libros.
Quizá, como uno de sus personajes, su vida esté en peligro más de lo que nunca
llegó a imaginar.
Opinión: Asesinato es la palabra (Saga Anthony Horowitz 01)
En esta ocasión voy a hablaros de una novela, la primera de una saga con un protagonista un tanto singular, Anthony Horowitz.
Y estaréis pensando... se ha confundido, ese es el nombre
del autor, y es cierto, pero también es el nombre que da al personaje
principal.
Por lo tanto, y a partir de este momento para evitar confusiones, el Anthony real, el de carne y hueso, pasará a ser el autor o el escritor y a su clon
ficticio le llamaré Horowitz.
El libro resulta curioso porque el autor se ciñe a un formato que nos hace
recordar las novelas policíacas clásicas, al estilo de Agatha Christie, con un
asesinato, muchos sospechosos y motivos...
Pero esta novela tiene sus pros y sus contras, y reconozco que en algunos
momentos el autor ha conseguido sacarme de mis casillas.
Crea una historia con un buen argumento, donde Anthony Horowitz será tanto
narrador como protagonista, aunque es cierto que todas las pistas no estarán a
la vista. El autor se va guardando algunas en la manga que dejará caer en
momentos puntuales.
Pero... y es aquí cuando llegan las pegas, a pesar de tener un argumento bien
construido y unos personajes que podrían dar sus frutos en futuras entregas,
el autor se pierde y termina estropeándolo al incluir una sobrecarga de detalles que a mí
particularmente no me han gustado.
El expolicía, Daniel Hawthorne, pide ayuda a Horowitz, un escritor y
guionista, para que documente sus casos y escriba después una novela sobre él.
Hasta ahí la cosa funciona, lo que ocurre es que Hawthorne además de una
mente brillante también tiene una gran capacidad para sacar de quicio a Horowitz, y
el ego demasiado inflado de ambos termina chocando.
El autor me da la
impresión de que ha intentado reproducir a una pareja que es inimitable... la
formada por Sherlock Holmes y Watson y no ha conseguido ni siquiera un
resultado aceptable, y os preguntaréis por qué...
Lo primero porque el narrador protagonista se pasa toda la novela criticando en exceso cada paso que da el ex-policía, intentando ir por delante de él en sus averiguaciones, como si se tratase de una competición e intentando vendernos una imagen siempre negativa de él, cuando no hay motivos para hacerlo, consiguiendo crear solo obstáculos en la narración.
Lo segundo tiene relación con algo que ya he mencionado al comienzo.
El autor crea a un personaje a su imagen y semejanza, recreándose al detalle, sin escatimar ni una sola referencia sobre su vida profesional.
No se conforma con ponerle su nombre o crear un álter ego, sino que lo que
hace es prácticamente una autobiografía encubierta, jactándose de todos sus
méritos y trabajos que ha realizado en la vida real. Parece que más que utilizar esos datos como simple atrezo de una novela de ficción, intenta
hacernos llegar su curriculum.
Y eso, sinceramente, a los lectores nos importa un comino. Nosotros queremos conocer los detalles sobre el asesinato o sobre los
personajes implicados en él, no sobre los méritos laborales del autor, porque el veinte por ciento del libro termina siendo una musiquilla curricular de fondo, totalmente absurda e irrelevante.
Está claro que todo autor cuela notas autobiográficas en sus obras, pero en mi larga trayectoria lectora no me había encontrado con un ejemplo tan claro de narcisismo.
Luego hay otro detalle, y es que a falta de cuatro capítulos para el final,
introduce uno que es puramente relleno. Uno de los personajes interrogados
incluye datos que no vienen al caso, superfluos y repetitivos que no aportan nada, lo que
comúnmente denominamos meter paja.
Ya mencioné al comienzo que el autor intentaba utilizar las premisas, en la medida de lo posible, de los clásicos del género policíaco publicados en la primera mitad del siglo XX, donde la lógica se convertía en el elemento principal, pero el experimento no le sale bien y opta por el método tramposo, el de ocultarnos pistas, con lo cual esa primera intención de los lectores de averiguar quién es el asesino y los motivos terminan complicándose y se convierte en un fin imposible.
Para terminar:
El argumento, lejos de ser original, resulta entretenido, pero no se le pueden
pedir peras al olmo.
¿Recomendaría este libro?
Pues a los amantes de los casos policíacos clásicos, sí, si son capaces de desconectar e ignorar al autor real y su afán monotemático de darse coba.
Por cierto que este fue el que dijo que H. P. Lovecraft y su libro ficticio Necronomicón era un texto real y que él había leído parte de ese texto.
En fin... ganas de llamar la atención.