Pero veinte años después, a pesar de las advertencias del padre, ambos jóvenes, hijos de la víctima y el verdugo vuelven a encontrarse, se harán amigos, y, una vez más, la herencia maldita volverá a perseguirlos.
Este autor fue muy prolífico, ya que escribió 27 novelas, más de 60 relatos cortos, unas 100 obras de no ficción y aproximadamente 14 de teatro, por lo que no os debe parecer extraño que, en breve, otras historias suyas empiecen a aparecer reseñadas por aquí.
Aunque a Collins se le conoce como a uno de los creadores o precursores del género policíaco, también hay que recordar que muchas de sus historias son catalogadas dentro de lo que fue denominado despectivamente como novela sensacionalista o sensation novel.
En ese género o subgénero, incluyeron una amplia gama de textos que abarcaban desde las historias de crímenes a las de misterio y terror que fueron publicadas en la década de 1860. Este tipo de narraciones descendían del género melodramático y del Newgate, también llamado Old Bailey, donde se daba cierto protagonismo a los criminales y a sus actos.
Algo que caracteriza la escritura de Wilkie Collins, y que se debe a los estudios que cursó, es que el tema de la abogacía está muy presente en todas sus narraciones.
En ellas aparecerán personajes que desempeñan esa profesión que, por cierto, él nunca llegó a ejercer, pero que le sirven a la hora de dar forma a personajes muy creíbles. También veréis que da mucha importancia al género epistolar que aparece representado mediante cartas, recuerdos trasladados al papel, diarios, etc...
En los dos libros que hasta ahora he leído de él tienen como base argumental un testamento y una maldición que caerá a plomo sobre los herederos, y es que ese es otro de los puntos fuertes de este escritor: la atmósfera de misterio y suspense que consigue generar con solo ese par de elementos.
En Armadale (1866) vamos a encontrarnos también otros detalles que aportan ese clima de suspense. Quizás uno de los más importantes es el tema onírico que irá adquiriendo importancia a medida que avance la trama, tanto o más que las coincidencias de las que también hace buen uso o los juegos del destino.
Otra característica de la narrativa de Collins que no puedo olvidar mencionar son las descripciones que constituyen el soporte escénico de la historia.
Aunque no abusa de ellas en exceso, sí observamos que disfruta ofreciendo a los lectores un relato minucioso y detallista, al igual que una prosa muy cuidada y evocadora.
En esta ocasión me ha parecido que Armadale tenía un arranque más lento que el que encontramos en La piedra Lunar, pero esa calma que podemos apreciar al comienzo en el ritmo narrativo rápidamente es solventada con un calculado in crescendo. Para ello el autor se vale de algunos personajes que serán los que aporten los sucesos melodramáticos e impulsen la trama, sin olvidar incluir una gran variedad de golpes de efecto.
Al igual que ocurría en la ya mencionada Piedra Lunar vamos a encontrarnos una historia dentro de la historia principal, ese es el medio por el que los lectores conoceremos los hechos relativos al pasado; un pasado que estimulado con ese testamento y la maldición que conlleva para los herederos, avanzará a pasos agigantados hasta terminar dando caza a los protagonistas.
Y ahora llega el turno de hablaros de los personajes.
El elenco protagonista está representado casi de modo absoluto por el género masculino, pero ¡ojo!, las mujeres aquí ocupan un papel de vital importancia, ya que sobre ellas Collins hace recaer la función principal, no solo la de impulsar la trama sino que sin ellas no habría historia.
Vamos a encontrarnos con un gran personaje, una gran "Villana" capaz de eclipsar no solo a los protagonistas masculinos de "Armadale", sino que considero que es un genio criminal que podría estar a la altura de competir con el mejor de los detectives de la época.
Miss Gwilt está dotada de una personalidad llamativa, así como de una mente brillante.
Collins no escatima a la hora de proporcionarnos su descripción y hace especial hincapié en los entresijos psicológicos del personaje, quizás descuidando un poco más a sus antagonistas masculinos.
Miss Gwilt como veis consigue tomar las riendas del relato. Sus actos, al margen de que los podamos juzgar como buenos o malos consiguen inclinar la balanza posicionando al lector de su lado, de ahí que la novela como indiqué al comienzo sea catalogada dentro del género sensacionalista.
Y ya para terminar...
Armadale es un gran libro, no me refiero solo a su categoría literaria sino también a su extensión, lo que la convierte en una lectura destinada a lectores pacientes que disfrutan de los clásicos.
Lo de su extensión no debería frenaros ni incomodaros, ya que como sabéis en la época en la que fue escrita, lo normal era que las obras se publicasen por entregas y que los autores cobrasen por palabras. Eso daba como resultado historias muy complejas y completas con numerosas tramas y vueltas de tuerca, sin olvidar que no faltaban un gran número de personajes, todos ellos construidos a conciencia, que iban apareciendo y desapareciendo conforme dictaban los acontecimientos.
Sin duda es una obra que os recomiendo