Si aquella mañana no hubiera llovido, si Theodore y su madre hubieran llevado un buen paraguas, si, si, si... quizá no hubieran buscado refugio de una tormenta en el museo Metropolitan de Nueva York. Allí estaban, contemplando una exposición de maestros de la época dorada del arte holandés, cuando de pronto estalló una bomba y Theodore se encontró de repente solo y rodeado de un montón de escombros. Buscando la salida, el chico, que acaba de cumplir trece años, se topa con un visitante que estaba minutos antes contemplando la misma exposición acompañado de una chiquilla hermosa. El hombre muere delante de los ojos de Theodore, pero antes le entrega un anillo, pidiendo que lo devuelva a un tal Hobie, dueño de una tienda de antigüedades. Theo abandona el museo, llevando consigo el anillo y algo más...
Opinión:
Dicen de ella que es una Gran Novela, yo no me atrevo a decir tanto, para mí ha sido sólo una buena novela más, aunque si se refiere a su tamaño, es cierto que sería el adjetivo perfecto.
Como toda novela tiene cosas positivas y negativas, no seré yo quien diga que esta novela, ante la que nos encontramos, sea perfecta, porque os aseguro que no lo es, a pesar de las espléndidas críticas que ha recibido.
Su autora está dotada con una excelente técnica estilística -no lo vamos a negar- y también es cierto, que consigue atraparnos hasta el final de la novela, pero dista mucho de ser una obra maestra como la tildan en algunos comentarios profesionales que he visto y donde se la cataloga como una de las novelas emblemáticas del siglo XXI.
Creo que para catalogarla así, aun nos queda mucho por leer y por conocer, pero esta es sólo mi opinión.
A lo largo de esta reseña intentaré indicaros los posibles pros y contras que he encontrado.
Voy a comenzar indicando uno de los posibles puntos negativos que pueden frenar al lector a la hora de elegir esta lectura.
Su tamaño.
Descomunal, 1152 páginas en papel.
Eso en formato digital y con la letra que yo utilizo -que es más bien pequeña- lo convierte en aproximadamente unas 1500 páginas.
Yo reconozco que me atraen las novelas voluminosas.
Ejercen sobre mí un poder especial que me hace elegirlas como lecturas preferentes.
Pero hay que decir, que en estas "enormes" novelas, autor y lector corren un riesgo compartido.
Al lector le puede ocurrir que en un determinado momento, la lectura se le haga demasiado larga y por lo tanto, pensar que ciertas partes pueden ser prescindibles y que le sobran páginas, esto por supuesto resultaría perjudicial para las siguientes obras del escritor.
En el caso de este libro, las páginas pasan de forma vertiginosa y no llega a hacerse pesada en ningún momento, pero aún así, le sobran algunas partes que impiden saborear plenamente la novela y disfrutarla al cien por cien.
A simple vista puede parecer que nos encontramos ante una historia de intriga, pero en su interior hallaremos mucho más, dejo en manos del lector que lo descubra.
El protagonista es Theo Decker.
La historia real comienza el día que su madre fallece a consecuencia de un atentado en el Museo Metropolitan de Nueva York.
En ese mismo museo, cuando Theo intenta salir de entre los escombros, un anciano le hará entrega de un anillo.
Pero no será lo único que salga del museo acompañando a nuestro protagonista.
En su mochila, también saldrá escondido un cuadro de la galería.
Una obra de arte de valor incalculable.
El cuadro del Jilguero pintado por Carel Fabritius en 1654.
Una pintura, que llamaba poderosamente la atención de su madre y que sin quererlo, se convertirá en otro de los protagonistas de esta novela.
Tras este suceso que marcará su vida, Theo irá relatándonos otros hechos importantes para él.
La novela tiene una estructura clásica y la historia irá dando pequeños saltos en el tiempo.
En cada uno de ellos, descubriremos personajes y acontecimientos relevantes que darán movimiento a la trama.
El personaje principal que como ya sabéis es Theo, no tiene nada que envidiar a algunos de los protagonistas de las novelas de Dickens.
Podría pasar perfectamente por un Oliver Twist de la era moderna.
Un personaje, que poco a poco irá formándose a si mismo, inmerso en un viaje que nos llevará por distintos grupos sociales.
La autora Donna Tartt tiene una forma especial de narrar con la que encandila a los lectores.
Hasta este momento no había leído nada de ella y debo reconocer que me ha sorprendido gratamente.
Las otras dos obras que ha escrito con anterioridad, han pasado inmediatamente a engrosar mi lista de pendientes.
Dicen de ella que o te encanta o la aborreces.
Que no existe término medio.
De su narrativa puedo decir que resulta muy real.
Prescinde de una terminología técnica, aunque lo que describa sea arte o procesos de restauración.
Como digo utiliza un lenguaje sencillo y aunque podemos llegar a encontrarnos algunas descripciones extensas, no se hacen para nada tediosas. Se leen con fluidez, aportando los datos necesarios para comprender, sin llegar a aburrir.
Aunque también es cierto, que algún capítulo se me ha hecho más largo que el resto.
Una vez terminada esta novela, y haciendo un análisis general, puede parecernos que tras un comiendo interesante, podríamos decir que explosivo -haciendo un guiño al argumento- la narración llega a un punto, donde se ralentiza un poco la historia, llegando a decaer.
Al menos esa es la impresión que me ha dado, aunque es cierto, que cuando llegamos más o menos a la mitad de la novela, la narración vuelve a tomar un ritmo ágil y anima al lector a seguir leyendo.
A partir de este punto en ocasiones nos cuesta dejar la lectura para el día siguiente.
Esto que acabo de indicaros puede ser otro fallo del libro.
Ese pequeño bache en la intensidad, puede convertirse en el lugar idóneo donde el lector que no esté muy convencido, abandone la lectura.
Para finalizar sólo quiero mencionaros un dato curioso.
Carel Fabritius el autor de la Obra El Jilguero falleció a causa de la explosión de un polvorín cercano a su taller.
Como habéis visto, esta historia comienza también con una explosión donde dicho cuadro se salva de forma milagrosa.
En una entrevista que le hicieron a Donna Tartt, la autora sostiene que desconocía ese hecho cuando escribió la novela.
¿Será verdad o un simple ardid de novelista?
Espero vuestros comentarios sobre esta novela que supongo que dará mucho que hablar.