La señora de Winter da inicio 12 años después de los sucesos que tenían lugar en la novela originaria.
Maxim de Winter y su esposa deben regresar del exilio voluntario que les ha mantenido alejados de su querida Inglaterra durante más de una década para asistir a los funerales de la hermana de él.
A pesar de todos los temores de Maxim, una vez pisen suelo inglés, la señora de Winter será incapaz de quitar de su cabeza la idea de que una nueva vida es posible y que establecer un hogar allí no implica ningún peligro. Después de tanto tiempo, ¿quién se va a acordar de ellos? ¿Quién los va a relacionar con la desaparecida Manderley?
Pronto comprenderán que los secretos que ellos creían enterrados, únicamente estaban a la espera de que alguien los desenterrara.
Opinión:
Dicen que las segundas partes nunca fueron buenas...
Yo no lo afirmaría de forma tan rotunda, pero si soy de la opinión de que cuando la novela original sobre la que se basan las secuelas ha sido de una calidad excelente, deja el listón demasiado alto para las continuaciones.
A esto habría que añadir que, muchas veces, los encargados de dar continuidad a la historia, por meritoria que sea su trayectoria literaria, no logran captar la esencia o transmitirla con la misma intensidad que el creador de la novela original.
En este caso, la autora que toma el relevo a la historia que nos encontrábamos en Rebeca es Susan Hill, una escritora de renombre que se mueve con extremada soltura entre el género de intriga y misterio.
Aun así, con esa gran trayectoria que la respalda, no ha sido capaz, en esta obra, de sacar lo mejor de su pluma.
Quizás demasiado influenciada por la narrativa de Daphne du Maurier o por el éxito de Rebeca, la historia que nos ofrece en esta continuación se ve demasiado forzada, demasiado sobrecargada de descripciones que intentan emular a las de Du Maurier sin conseguirlo; los personajes demasiado estereotipados no evolucionan y la trama no llega a convencer.
Y es que como se suele decir...
Lo poco agrada y lo mucho cansa.
Si tuviese que definir esta obra con tan solo un par de frases diría que, Susan Hill, no consigue imitar el estilo de Daphne Du Maurier ni por aproximación. Nos encontramos con una diferencia muy clara de estilo y sobre todo de forma; pero también sabéis que me gusta razonar los detalles, aunque se traten de reseñas negativas, así que vamos a ello...
Esta historia da comienzo doce años después de los sucesos trágicos que se nos narraban en Rebeca. La autora inventa una posible continuación, pero al igual que le ocurre a ella, nosotros los lectores también nos vemos condicionados por la historia y por el estilo de la obra original.
La joven Sra. de Winter que ya de por sí podía parecernos un poco ñoña, consigue saturar al lector con sus continuas justificaciones y un comportamiento totalmente infantil.
Este personaje continúa sin tener nombre, algo lógico ya que en Rebeca era un dato que se omitía al lector y que remarcaba la poca importancia del personaje respecto al resto de los que aparecían en la obra.
En esta continuación sigue siendo un personaje totalmente anulado, sujeta a las decisiones de Maxim de Winter, un personaje anodino que carece de interés no solo para el lector, también para los personajes ambientales que aparecen a lo largo de la narración.
La obra en sí parece un conglomerado de pensamientos sin valor, pueriles. Una especie de soliloquio repetitivo, cargado la mayoría de las veces de prejuicios.
Reflexiones y comentarios de una protagonista que se aísla a sí misma, perseguida por miedos absurdos y ataques de culpabilidad, cuya interpretación siempre queda supeditada a lo que pensará Maxim.
Si alguno de vosotros pensáis que el comportamiento corresponde a una mujer de la época, no es así. Encontraréis bastantes diferencias con el resto de personajes femeninos y con su forma de actuar.
Y esta inundación de pensamientos esta sobrecarga con la que nos deleita la autora, ocurre en casi la totalidad de la novela, concretamente en dos terceras partes de la historia.
La sombra de Rebeca, aunque más difusa, continua sobrevolando sobre los personajes, unos personajes que ya conocemos, pero cuya obsesión se ve agravada por el paso del tiempo.
Y podríamos decir que con Manderley, esa preciosa mansión que aún perdura por sus descripciones en nuestro recuerdo, ocurre casi lo mismo.
Los Señores de Winter son prisioneros de sus miedos y Manderley se ha convertido en un temor patológico que parece acechar detrás de cada conversación, ejerciendo su influencia como un espectro.
El desenlace de Rebeca, las notas finales de esa obra genial, dejaban al lector completamente intrigado, cargado de preguntas sin respuesta, y en esta historia, Susan Hill, no solo pasa de puntillas en un vano intento de darles explicación, sino que lo poco que menciona de ello, hace que el lector piense que la actuación y los hechos, resultan totalmente surrealistas.
El asesinato de Rebeca quedó resuelto... pero la obsesión anteriormente citada de los personajes les persigue allá donde vayan, más por el miedo a las opiniones de los que los conocieron que por el hecho en sí.
El avance de la novela es directamente proporcional con el comportamiento ridículo y en ocasiones absurdo de los protagonistas principales, Los Señores de Winter.
Hay otra novela que hace referencia a Rebeca, su título es Regreso a Manderley de Sally Beauman. La he intentado localizar para comparar pero me ha sido totalmente imposible dar con ella.