Sinopsis:
Tony Wendice quiere asesinar a su esposa Margot para conseguir su dinero.
Para ello, chantajea a un antiguo conocido para que entre en la casa en su ausencia y estrangule a Margot cuando ella reciba una llamada telefónica.
Sin embargo, el plan falla, y es ella la que termina matando a su asesino.
Margot pasa de ser víctima, a ser sospechosa de asesinato.
Esta obra teatral escrita por el dramaturgo inglés Frederick Knott, fue estrenada en la BBC en 1952 y posteriormente en los escenarios londinenses y neoyorquinos.
Alfred Hitchcock la llevó al cine en 1954 con guión del propio Knott.
Opinión:
Hoy os traigo al blog otra de esas obras llevadas al cine por Alfred Hitchcock que parten de un trabajo literario; en esta ocasión es una obra de teatro muy breve, de tan solo 120 páginas, escrita por el dramaturgo Frederick Knott y cuya historia ya había saboreado las mieles del éxito en sus representaciones teatrales.
Seguro que el título os suena, Crimen perfecto.
Esta obra que rodaría en 1954 Alfred Hitchcock, aquí en España llegó a los cines bajo el título que ya conocéis, mientras que en otros lugares lo hizo como "M de muerte" o "La llamada fatal".
Hace muy poco, leyendo otra novela que giraba sobre crímenes se decía en ella que, "El crimen perfecto no es el que queda sin resolver, sino el que se resuelve con un culpable equivocado".
Esa definición puede ser acertada, pero como en toda premisa esa afirmación da pie a una discusión.
Yo creo que el crimen perfecto es aquel con tal grado de planificación que no deja indicios o rastros para dar con el criminal.
Se mire como se mire, ambas definiciones pueden resultar igual de válidas, pero antes de meternos en si el crimen perfecto es posible, creo que deberíamos tener en cuenta otros detalles.
El primero, para que haya un crimen tiene que haber un motivo...
Los motivos más frecuentes son el miedo, los celos, el dinero, la venganza o el instinto de protección, yo pienso que también se podría incluir el odio, pero supongo que ese sentimiento ya entraría dentro de la venganza.
Otro detalle indispensable para un crimen, es la víctima y el asesino, y por supuesto igual de importante resulta el modus operandi; sobre todo este conjunto, Agatha Christie podría darnos una clase magistral para contar con más detalles que a mí se me escapan.
Haciendo un breve resumen tenemos el: Quién mata y a Quién, el Modo y el Porqué; ahora solo nos queda meter estos ingredientes en una bolsa, agitarlos y esperar a que todo salga según lo previsto.
¿Pero qué ocurre?
Pues que esto puesto sobre el papel queda muy bonito.
En un libro, si su autor quiere que el asesino se vaya de rositas, se irá, nada se lo impide...
El autor sabe más que el narrador y que los personajes, y además cuenta con las casualidades y sus propias licencias.
Las cosas funcionan porque hasta el detalle más pequeño ocurre tal y cómo el autor lo planea; los personajes no responden al libre albedrío, son peones y se mueven al puesto que se les indica, cosa que en la vida real no sucedería así, porque hay factores externos con los cuales no se puede contar. Con esto lo que quiero decir es que desconozco si en la vida real existiría el crimen perfecto, de lo que sí estoy segura es que en el papel sí que existe, siempre y cuando el autor así lo desee.
En esta historia vamos a encontrarnos todo lo citado hasta el momento, lo que ocurre es que se dan a la vez varias situaciones de las expuestas.
La organización del crimen es en un principio, perfecta, pero parece que el autor no las tiene todas consigo, y en un momento crítico decide cambiar de opinión y prescinde de matar a la mujer, que era el fin de esta historia, dando un giro radical a la trama.
¿Cómo lo hace? muy sencillo, sacándose un as de la manga y metiendo en la escena un elemento con el que hasta entonces no habíamos contado, ni el asesino ni nosotros los lectores.
Todo esto en lo que se refiere a la trama, un argumento que nos han explotado hasta la saciedad, explicándonos cada uno de los detalles, por lo que creo que no habré metido ningún spoiler.
La obra teatral se divide en tres actos y aunque se trata de una obra policíaca, lo cierto es que el detective tiene muy poco protagonismo, siendo las escenas en las que interviene muy breves, aunque eso sí, determinantes.
Respecto a los personajes tengo que decir que están muy poco definidos.
Al tratarse de una obra de teatro, el autor se vale de su presencia, del modo en que se mueven por el escenario y de su tono, de la forma de interpretar los diálogos, y eso es bastante para hacernos una idea completa de como son en realidad.
Y con esto doy casi por terminada la reseña, solo me queda hablaros sobre las películas...
Si alguno de vosotros ha tenido la suerte de ver la versión hecha por Hitchcock de esta obra, con Grace Kelly y Ray Milland como protagonistas, y también la que se hizo posteriormente en 1998 con Gwyneth Paltrow y Michael Douglas, veréis tras leer el libro que la que mejor se adapta a la obra teatral es la primera. La película de 1998 es un remake, una nueva versión de la película y pierde parte de la esencia que Hitchcock logró conservar ajustándose a la obra de Frederick Knott.
Por cierto... Hitchcock trató este mismo tema del Crimen perfecto cuando realizo Extraños en un tren, obra de Patricia Highsmith; aunque la película no está nada mal, hay que reconocer que la novela es mucho mejor, ya que Hitchcock se tomó demasiadas licencias, alterando en exceso la obra original.
Espacio sobre libros y opiniones, difusión y fomento de la lectura. El lugar donde los libros son los protagonistas.
martes, 9 de abril de 2019
martes, 2 de abril de 2019
La casa de Bernarda Alba de Federico García Lorca
Sinopsis:
A la muerte de su marido, Bernarda impone a sus hijas un luto riguroso de 8 años. Tan riguroso que ni siquiera podrán salir de casa, frustrando así las necesidades de sus cuatro hijas, ”en edad de merecer”. Después de haber negado a Martirio como prometida a un Humanes «por ser gañán», compromete a Angustias con Pepe «El Romano».
La aparición de este personaje desencadena una serie de acontecimientos que degenera en una confrontación entre la madre y las hijas y sobre todo entre éstas últimas. Poncia, una de las criadas de confianza de la casa, trata de advertir a la señora sobre las consecuencias de una disciplina tan rígida. Pero Bernarda rechaza todas las críticas; primero para no perder su aparente seguridad y, segundo, porque no puede aceptar consejos de una persona que está a su servicio.
Opinión:
La casa de Bernarda Alba es el último drama escrito por Federico García Lorca poco antes de su asesinato en 1936, pero no pudo ser publicada ni editada hasta 1945. En esa fecha Margarita Xirgu, una de las grandes actrices que habían representado las obras de Lorca, la estrenó en el teatro Avenida de Buenos Aires.
La obra de teatro consta de tres actos y narra la historia de Bernarda Alba y sus hijas.
Lorca nos ofrece una historia costumbrista donde se critica el papel destinado a las mujeres, papel que se recrudece en la España rural, en la España más profunda. Una denuncia de la violencia y del fanatismo religioso.
Los temas principales serán la muerte, el amor, el odio y la envidia, e incluso el miedo a la soledad.
Tras la muerte del segundo marido de Bernarda, esta impone un luto riguroso de ocho años.
Tres generaciones de mujeres de una misma familia se van a ver encerradas en esa casa; La abuela, María Josefa, que ya vive encerrada en sus recuerdos; Bernarda de 60 años, déspota, autoritaria y odiada por cuantos la conocen; y sus cinco hijas, Angustias, Magdalena, Amelia, Martirio y Adela.
La frase con la que he iniciado la reseña es quizás la que describe mejor no solo el carácter autoritario de la protagonista, sino también la suerte que espera a sus hijas.
En todo el teatro de este autor, lo visual, como ya veréis más abajo, tiene tanta importancia como los diálogos o el argumento. Cada uno de los detalles aparecen colocados estratégicamente tejiendo una red que atrapa no solo a los personajes, sino también a todos aquellos que se adentran entre las páginas de sus obras.
El simbolismo.
La casa de Bernarda Alba está cargada de simbolismo y eso es precisamente lo que más me ha gustado, porque ese simbolismo consigue adueñarse de la trama desde las primeras escenas.
El lector debe descifrarlo, trazar las líneas ocultas que unen lo que se ve con lo que se oculta de verdad en ello.
El bastón de Bernarda, un elemento que se ha convertido en una extensión de su mano dura, reflejará el poder, la autoridad, el dominio y por eso al final, Adela se lo rompe. Con ese gesto hace desaparecer la influencia sobre ellas.
Lorca también juega mucho con el color, busca impactar y lo consigue haciendo uso de grandes contrastes.
El blanco frente al negro va a ser el juego cromático que se repetirá a lo largo de los tres actos, desde que se levanta el telón por primera vez, y es que la puesta en escena para remarcar este efecto es fundamental. Os cito unos cuantos ejemplos...
La casa, la que va a convertirse en la prisión de esas mujeres, aparece representada con gruesos muros pintados de blanco, con cortinas pesadas de yute y rematadas con madroños y volantes que dan sensación de sobrecarga, de asfixia y con las cuales se van a tapar las entradas de luz, dejándolo todo en penumbra.
La mañana luminosa, con un sol brillante, es salpicada por el color negro del luto, que visten todos los que asisten al funeral.
La luna rompe la noche cerrada...
Pero sigamos con el blanco...
Hay una obsesión a lo largo de la obra por la limpieza.
La blancura es sinónimo de pureza, de virginidad, de inocencia, e incluso si lo identificamos con las hijas, significa sumisión, y cuanto más puro es el blanco es más perfecto.
En cambio el negro simboliza la muerte, lo malo, la decadencia, lo autoritario... Y eso sin ahondar en simbología religiosa.
Todos los que hayáis leído esta obra o visto alguna de sus representaciones, recordaréis una de las escenas casi llegando al final, donde hablan sobre el caballo Garañón que está golpeando las paredes, completamente blanco destaca su silueta en la noche oscura y parece una aparición.
Aquí Lorca no solo juega con el color sino que representa en el caballo la frustración sexual y el deseo de escapar que hay en la casa.
Hasta los nombres con los que viste a sus personajes tienen un significado oculto.
Magdalena, como su nombre indica se pasa el día llorando y lamentándose; Martirio es una sufridora constante, Angustias siempre agobiada... y así hasta llegar al último personaje. Quizás el que más me ha gustado es Poncia, una de las criadas, que juega a dos bandos con tal de que la dejen tranquila, y ante el conflicto se lava las manos como Poncio Pilatos.
Lo que se dice y el modo de decirlo, dando a entender cosas, o valiéndose de frases que no llegan a terminarse pero cuyo significado se intuye, cobra tanta importancia como lo que no se dice.
A partir del segundo acto se va viendo como el encierro empieza a causar un efecto negativo sobre las mujeres, alterando el microcosmos que se ha creado en la casa. La tensión y las emociones se intensifican hasta llegar a la tragedia, un drama que se masca desde el comienzo.
Estamos ante una historia protagonizada exclusivamente por mujeres, donde los hombres tan solo son citados, no cuentan ni con una sola línea de texto, y aun así, la representación de la sociedad machista y patriarcal está presente, recrudeciéndose en el comportamiento de Bernarda, que asume el papel de dictadora.
Una obra muy, muy recomendable.
A la muerte de su marido, Bernarda impone a sus hijas un luto riguroso de 8 años. Tan riguroso que ni siquiera podrán salir de casa, frustrando así las necesidades de sus cuatro hijas, ”en edad de merecer”. Después de haber negado a Martirio como prometida a un Humanes «por ser gañán», compromete a Angustias con Pepe «El Romano».
La aparición de este personaje desencadena una serie de acontecimientos que degenera en una confrontación entre la madre y las hijas y sobre todo entre éstas últimas. Poncia, una de las criadas de confianza de la casa, trata de advertir a la señora sobre las consecuencias de una disciplina tan rígida. Pero Bernarda rechaza todas las críticas; primero para no perder su aparente seguridad y, segundo, porque no puede aceptar consejos de una persona que está a su servicio.
Opinión:
"En ocho años que dure el luto no ha de entrar en esta casa el viento de la calle. Haceros cuenta de que hemos tapiado con ladrillos puertas y ventanas".
La casa de Bernarda Alba es el último drama escrito por Federico García Lorca poco antes de su asesinato en 1936, pero no pudo ser publicada ni editada hasta 1945. En esa fecha Margarita Xirgu, una de las grandes actrices que habían representado las obras de Lorca, la estrenó en el teatro Avenida de Buenos Aires.
La obra de teatro consta de tres actos y narra la historia de Bernarda Alba y sus hijas.
Lorca nos ofrece una historia costumbrista donde se critica el papel destinado a las mujeres, papel que se recrudece en la España rural, en la España más profunda. Una denuncia de la violencia y del fanatismo religioso.
Los temas principales serán la muerte, el amor, el odio y la envidia, e incluso el miedo a la soledad.
Tres generaciones de mujeres de una misma familia se van a ver encerradas en esa casa; La abuela, María Josefa, que ya vive encerrada en sus recuerdos; Bernarda de 60 años, déspota, autoritaria y odiada por cuantos la conocen; y sus cinco hijas, Angustias, Magdalena, Amelia, Martirio y Adela.
La frase con la que he iniciado la reseña es quizás la que describe mejor no solo el carácter autoritario de la protagonista, sino también la suerte que espera a sus hijas.
En todo el teatro de este autor, lo visual, como ya veréis más abajo, tiene tanta importancia como los diálogos o el argumento. Cada uno de los detalles aparecen colocados estratégicamente tejiendo una red que atrapa no solo a los personajes, sino también a todos aquellos que se adentran entre las páginas de sus obras.
El simbolismo.
La casa de Bernarda Alba está cargada de simbolismo y eso es precisamente lo que más me ha gustado, porque ese simbolismo consigue adueñarse de la trama desde las primeras escenas.
El lector debe descifrarlo, trazar las líneas ocultas que unen lo que se ve con lo que se oculta de verdad en ello.
El bastón de Bernarda, un elemento que se ha convertido en una extensión de su mano dura, reflejará el poder, la autoridad, el dominio y por eso al final, Adela se lo rompe. Con ese gesto hace desaparecer la influencia sobre ellas.
Lorca también juega mucho con el color, busca impactar y lo consigue haciendo uso de grandes contrastes.
El blanco frente al negro va a ser el juego cromático que se repetirá a lo largo de los tres actos, desde que se levanta el telón por primera vez, y es que la puesta en escena para remarcar este efecto es fundamental. Os cito unos cuantos ejemplos...
La casa, la que va a convertirse en la prisión de esas mujeres, aparece representada con gruesos muros pintados de blanco, con cortinas pesadas de yute y rematadas con madroños y volantes que dan sensación de sobrecarga, de asfixia y con las cuales se van a tapar las entradas de luz, dejándolo todo en penumbra.
La mañana luminosa, con un sol brillante, es salpicada por el color negro del luto, que visten todos los que asisten al funeral.
La luna rompe la noche cerrada...
Pero sigamos con el blanco...
Hay una obsesión a lo largo de la obra por la limpieza.
La blancura es sinónimo de pureza, de virginidad, de inocencia, e incluso si lo identificamos con las hijas, significa sumisión, y cuanto más puro es el blanco es más perfecto.
En cambio el negro simboliza la muerte, lo malo, la decadencia, lo autoritario... Y eso sin ahondar en simbología religiosa.
Todos los que hayáis leído esta obra o visto alguna de sus representaciones, recordaréis una de las escenas casi llegando al final, donde hablan sobre el caballo Garañón que está golpeando las paredes, completamente blanco destaca su silueta en la noche oscura y parece una aparición.
Aquí Lorca no solo juega con el color sino que representa en el caballo la frustración sexual y el deseo de escapar que hay en la casa.
Hasta los nombres con los que viste a sus personajes tienen un significado oculto.
Magdalena, como su nombre indica se pasa el día llorando y lamentándose; Martirio es una sufridora constante, Angustias siempre agobiada... y así hasta llegar al último personaje. Quizás el que más me ha gustado es Poncia, una de las criadas, que juega a dos bandos con tal de que la dejen tranquila, y ante el conflicto se lava las manos como Poncio Pilatos.
Las elipsis.
Os he mencionado más arriba, cuando empezaba a hablar del simbolismo, que tenía tanta importancia lo que se ve como lo que se oculta detrás, pero me refería en lo visual, y aquí también debo señalar que las elipsis, los silencios en la narración, también son importantes.Lo que se dice y el modo de decirlo, dando a entender cosas, o valiéndose de frases que no llegan a terminarse pero cuyo significado se intuye, cobra tanta importancia como lo que no se dice.
A partir del segundo acto se va viendo como el encierro empieza a causar un efecto negativo sobre las mujeres, alterando el microcosmos que se ha creado en la casa. La tensión y las emociones se intensifican hasta llegar a la tragedia, un drama que se masca desde el comienzo.
Estamos ante una historia protagonizada exclusivamente por mujeres, donde los hombres tan solo son citados, no cuentan ni con una sola línea de texto, y aun así, la representación de la sociedad machista y patriarcal está presente, recrudeciéndose en el comportamiento de Bernarda, que asume el papel de dictadora.
Una obra muy, muy recomendable.
Etiquetas:
Dramática,
Federico García Lorca,
Narrativa Clásica,
Teatro
martes, 26 de marzo de 2019
El día que Selma soñó con un Okapi de Mariana Leky
Sinopsis:
Todo el mundo en Westerwald sabe que Selma tiene un don especial: cuando sueña con un okapi alguien fallece en veinticuatro horas. El día que se hace realidad la premonición que todos temen, las verdades acalladas y las cartas iniciadas con nunca y siempre comienzan a circular, y su sueño cambia irreversiblemente las vidas de Luise, su nieta; de Martin, el niño levantador de pesas; del óptico enamorado; de la triste Marlies e, incluso, la de un peculiar monje budista.
Narrada con ingenio y ternura, El día que Selma soñó con un okapi nos sumerge en una inolvidable comunidad sostenida por la amistad. Con un lenguaje delicado, las voces de Selma y Luise tejen una novela que celebra la búsqueda del amor y de la belleza, el deslumbramiento ante los que son diferentes y el valor que se esconde detrás de las cosas pequeñas.
Mariana Leky se ha convertido en la revelación de las letras germanas. Su originalidad y talento le han valido tanto el Premio de los Libreros Independientes y el reconocimiento a la Mejor Novela y Mejor Autora del Año como la admiración de la crítica y el cariño de los lectores, que la han situado en la lista de los libros más vendidos durante casi dos años.
Opinión:
Llevaba tiempo viendo este libro entre las mesas de novedades, y lo cierto es que me dejé guiar por los comentarios demasiado apasionados.
El resultado ha sido una obra que se lee bien, con algunos momentos tiernos, pero que se aleja bastante de lo que yo esperaba encontrar. Entretiene pero no ha llegado a emocionarme.
Me ha dejado una sensación muy parecida a la de "El lector del tren de las 6.27" de Jean Paul Didierlaurent, otra novela que también obtuvo numerosos premios y la alabanza del gremio de Libreros y en cambio a mí me pareció que trataban de vender humo.
Con esto, no estoy diciendo que sea un mal libro, pero sí, que sois vosotros los que tenéis que encontrarle la gracia, más allá de una historia que se reduce a las relaciones bucólicas de los personajes.
Si habéis leído la sinopsis ya sabréis que, a raíz de que Selma sueñe con este animal, una extraña fiebre parece desatarse en el pueblo, y todos sus habitantes intentarán arreglar sus asuntos pendientes.
De esa forma algunos de ellos intentarán pedir perdón, otros declarar el amor secreto, y entre confesiones y declaraciones, la vida en Westerwald seguirá su curso.
Con esa clara descripción que encontramos en las primeras páginas de la novela, donde nos habla sobre la apariencia de ese extraño animal, la autora quiere demostrarnos que aunque las piezas no cuadren o no encajen a primera vista, en conjunto constituyen un todo armónico, y eso es precisamente lo que vamos a encontrar en Westerwald.
El pueblo idílico, rodeado de una inmensa paz y habitado por esos personajes entrañables, esconde grandes secretos. Mariana Leky va a hablarnos de maltrato, de infidelidades, de depresión, de soledad, todo tratado de una forma muy sutil y delicada.
La encargada de transportarnos a esa pequeña localidad será Luise, nieta de Selma, y en algunos momentos más que un narrador testigo parece ser omnisciente, ya que no se le escapa ni un solo detalle, incluso nos relatará situaciones donde ella no ha podido ser testigo.
La obra está narrada a dos tiempos e irá saltando del pasado al presente, hilando una historia multicolor con notas alegres y otras que no lo serán tanto.
Luise va a contarnos los sucesos más significativos que marcarán su vida desde que es tan solo una niña hasta la edad adulta.
Así conoceremos a su abuela Selma; a Martin, el niño levanta pesas; a Elsbeth, la que siempre tiene un remedio; al óptico e incluso a Marlies, con su tristeza eterna, ellos nos ofrecerán una novela llena de anécdotas o visto de otro modo, historias dentro de una historia.
Su comienzo me ha resultado demasiado pausado y llegados más o menos a un tercio del final, la trama se acelera.
Esa última etapa, puede dar la sensación de que la autora no tiene nada más que contar y que desea llegar al final como sea.
Otro detalle que me ha dejado pensando es si las otras veces que Selma ha soñado con ese peculiar animal, ha despertado en sus vecinos la misma fiebre por dejar atados sus asuntos y que es el elemento sobre el que gira todo el argumento...
Todo lo que sucede en Westerwald es muy poético, teñido de realismo mágico; La sensación que transmiten los personajes es de paz, de tranquilidad, se aferran a la vida y a lo bueno que hay en ella. Como he dicho al comienzo, una trama que se sostiene sobre las relaciones de los personajes pero que le falta chispa para llegar a emocionar.
Ya sabéis eso de que para gustos existen los colores... y al igual que a la autora, un Okapi le parece un animal absurdo, a mí en cambio me parece un animal mágico, hecho con recortes, sí, pero que también parece que acaba de cruzar de otro mundo paralelo, como surgido de un sueño...
Todo el mundo en Westerwald sabe que Selma tiene un don especial: cuando sueña con un okapi alguien fallece en veinticuatro horas. El día que se hace realidad la premonición que todos temen, las verdades acalladas y las cartas iniciadas con nunca y siempre comienzan a circular, y su sueño cambia irreversiblemente las vidas de Luise, su nieta; de Martin, el niño levantador de pesas; del óptico enamorado; de la triste Marlies e, incluso, la de un peculiar monje budista.
Narrada con ingenio y ternura, El día que Selma soñó con un okapi nos sumerge en una inolvidable comunidad sostenida por la amistad. Con un lenguaje delicado, las voces de Selma y Luise tejen una novela que celebra la búsqueda del amor y de la belleza, el deslumbramiento ante los que son diferentes y el valor que se esconde detrás de las cosas pequeñas.
Mariana Leky se ha convertido en la revelación de las letras germanas. Su originalidad y talento le han valido tanto el Premio de los Libreros Independientes y el reconocimiento a la Mejor Novela y Mejor Autora del Año como la admiración de la crítica y el cariño de los lectores, que la han situado en la lista de los libros más vendidos durante casi dos años.
Opinión:
Llevaba tiempo viendo este libro entre las mesas de novedades, y lo cierto es que me dejé guiar por los comentarios demasiado apasionados.
El resultado ha sido una obra que se lee bien, con algunos momentos tiernos, pero que se aleja bastante de lo que yo esperaba encontrar. Entretiene pero no ha llegado a emocionarme.
Me ha dejado una sensación muy parecida a la de "El lector del tren de las 6.27" de Jean Paul Didierlaurent, otra novela que también obtuvo numerosos premios y la alabanza del gremio de Libreros y en cambio a mí me pareció que trataban de vender humo.
Con esto, no estoy diciendo que sea un mal libro, pero sí, que sois vosotros los que tenéis que encontrarle la gracia, más allá de una historia que se reduce a las relaciones bucólicas de los personajes.
"El Okapi es un animal absurdo, mucho más absurdo que la muerte, parece que lo hayan creado con piezas que no encajan: patas de cebra, grupa de tapir, un cuerpo marrón rojizo que recuerda al de las jirafas, ojos de corzo y orejas de ratón" .
Si habéis leído la sinopsis ya sabréis que, a raíz de que Selma sueñe con este animal, una extraña fiebre parece desatarse en el pueblo, y todos sus habitantes intentarán arreglar sus asuntos pendientes.
De esa forma algunos de ellos intentarán pedir perdón, otros declarar el amor secreto, y entre confesiones y declaraciones, la vida en Westerwald seguirá su curso.
Esa población en el oeste de Alemania, se asemeja a un microcosmos, es un lugar especial, un mundo singular donde sus habitantes parecen moverse a un ritmo distinto. Cada uno de ellos, con sus manías, sus rarezas o sus obsesiones, van a conseguir dar el toque especial a esa comunidad y a esta lectura.
Con esa clara descripción que encontramos en las primeras páginas de la novela, donde nos habla sobre la apariencia de ese extraño animal, la autora quiere demostrarnos que aunque las piezas no cuadren o no encajen a primera vista, en conjunto constituyen un todo armónico, y eso es precisamente lo que vamos a encontrar en Westerwald.
El pueblo idílico, rodeado de una inmensa paz y habitado por esos personajes entrañables, esconde grandes secretos. Mariana Leky va a hablarnos de maltrato, de infidelidades, de depresión, de soledad, todo tratado de una forma muy sutil y delicada.
La encargada de transportarnos a esa pequeña localidad será Luise, nieta de Selma, y en algunos momentos más que un narrador testigo parece ser omnisciente, ya que no se le escapa ni un solo detalle, incluso nos relatará situaciones donde ella no ha podido ser testigo.
La obra está narrada a dos tiempos e irá saltando del pasado al presente, hilando una historia multicolor con notas alegres y otras que no lo serán tanto.
Luise va a contarnos los sucesos más significativos que marcarán su vida desde que es tan solo una niña hasta la edad adulta.
Así conoceremos a su abuela Selma; a Martin, el niño levanta pesas; a Elsbeth, la que siempre tiene un remedio; al óptico e incluso a Marlies, con su tristeza eterna, ellos nos ofrecerán una novela llena de anécdotas o visto de otro modo, historias dentro de una historia.
Su comienzo me ha resultado demasiado pausado y llegados más o menos a un tercio del final, la trama se acelera.
Esa última etapa, puede dar la sensación de que la autora no tiene nada más que contar y que desea llegar al final como sea.
Otro detalle que me ha dejado pensando es si las otras veces que Selma ha soñado con ese peculiar animal, ha despertado en sus vecinos la misma fiebre por dejar atados sus asuntos y que es el elemento sobre el que gira todo el argumento...
Todo lo que sucede en Westerwald es muy poético, teñido de realismo mágico; La sensación que transmiten los personajes es de paz, de tranquilidad, se aferran a la vida y a lo bueno que hay en ella. Como he dicho al comienzo, una trama que se sostiene sobre las relaciones de los personajes pero que le falta chispa para llegar a emocionar.
Ya sabéis eso de que para gustos existen los colores... y al igual que a la autora, un Okapi le parece un animal absurdo, a mí en cambio me parece un animal mágico, hecho con recortes, sí, pero que también parece que acaba de cruzar de otro mundo paralelo, como surgido de un sueño...
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