martes, 14 de marzo de 2023

Casa de verano con piscina de Herman Koch

Sinopsis:

Próspero médico de cabecera en Ámsterdam, Marc Schlosser ejerce su profesión con cierta dosis de cinismo. Su nutrida clientela valora especialmente el tiempo que dedica a las consultas, pero esta aparente generosidad esconde unas intenciones menos nobles, que Marc disimula con habilidad. Cuando uno de sus pacientes, el famoso actor Ralph Meier, lo invita a pasar unos días de verano junto a su familia, Marc acepta pese a las reticencias de Caroline, su esposa, molesta por la arrogante vulgaridad de Ralph y su actitud de seductor irresistible. 
Así, los Schlosser y los Meier, con sus respectivos hijos adolescentes, compartirán con un maduro director de Hollywood y su novia, cuarenta años más joven, una casa con piscina a pocos kilómetros de una playa mediterránea. Los días transcurren con apacible monotonía, entre comidas, paseos, largas conversaciones de sobremesa, excesos con el alcohol y flirteos más o menos inocentes, hasta que una noche se produce un grave incidente que interrumpirá las vacaciones y cambiará para siempre la relación entre las dos familias.

Opinión:

De nuevo vuelve a aparecer por aquí Herman Koch, un autor que los que me seguís sabéis que me gusta muchísimo y del que aún me quedaba esta novela por leer.

Si habéis leído a Koch ya conocéis a sus protagonistas. Están dotados de una personalidad compleja, nunca huyen del conflicto y se enfrentan a él con un cinismo de manual y una soberbia indisimulada. Esos personajes nos invitan, al mismo tiempo que ellos reflexionan, a hacer lo mismo y abren con ello un debate.

En casa de verano con piscina conocemos a Marc Schlosser, un próspero médico que asume el papel protagonista y va a ser el encargado de narrar toda la historia en primera persona. 
Es un personaje que no se somete al dogma de la corrección, en pocas palabras... es políticamente incorrecto, con lo que se adapta por completo a la descripción que hago más arriba de los personajes estándar de este autor.
Esta novela fue publicada en 2012 y está escrita con el estilo tan característico de Koch; es morbosa, y quizás en ese detalle se encuentre la clave de que guste tanto su obra, porque no se limita a narrar, nos incita a tomar parte atrapándonos en una situación difícil y/o comprometida.

En esta reseña no os voy a mencionar nada sobre el argumento, de nuevo vuelvo a insistir en que las editoriales deberían cuidar más lo que cuentan en las sinopsis. 
Una sinopsis debe ser escueta; presentar un pequeño avance del argumento, lo suficiente para arrojar el lazo y atrapar al lector, pero desde luego no contar lo que ocurre en tres tercios de la novela.

Lo que sí os puedo adelantar es que de nuevo Koch no defrauda. Nos ofrece un drama envuelto en sospechas y venganza; una historia en la que vamos a encontrar la implacable crítica tan común en él hacia la sociedad actual, centrándose en este caso en hablar del maltrato hacia las mujeres, del acoso, pederastia y de las difíciles relaciones entre padres e hijos. 

Al igual que ocurría en Sospechas la trama tarda un poco en coger ritmo, pero esa calma está calculada al milímetro. 
En ella entramos en contacto con Marc, nos da detalles sobre su profesión, nos cuenta sus experiencias y relación con los pacientes, y lo más importante, nos incomoda con su tono provocador y con las situaciones extremas que narra. En esa introducción tensa la cuerda y genera la suficiente expectativa antes de lanzarse a desarrollar la trama principal.
A partir de ese momento lo que nos espera a los lectores es un calculado in crescendo desarrollado con pericia, y llegando al final un giro argumental que nos pillará con la guardia bajada. 
Esa vuelta de tuerca hace el efecto de un puñetazo en la mandíbula que no ves venir y que te deja en cao técnico.

Y poco más os puedo contar, porque no quiero incurrir en el error editorial... 
De lo que sí os advierto es de que tengáis cuidado con las apariencias, porque aquí, ni tan siquiera el personaje más cándido e ingenuo resulta del todo inocente.

martes, 7 de marzo de 2023

Qué fue de los Mulvaney de Joyce Carol Oates

Sinopsis:

Pocos son los que han retratado los muchos vicios y las ambiguas virtudes de la sociedad norteamericana como sabe hacerlo Joyce Carol Oates, una autora que a los sesenta y cinco años es ya un clásico de la literatura contemporánea. Escritora prolífica y capaz de dominar una considerable variedad de registros, Oates condensa en esta novela, para muchos su obra maestra, lo mejor de un talento narrativo que pliega la realidad hasta mostrar todos sus matices. 
Los Mulvaney son un ejemplo cabal de familia feliz, acomodada y bien pensante. El padre es un hombre apuesto, trabajador y sensato; la madre, una mujer encantadora y dicharachera, y los niños -tres hijos y una chiquilla- son el broche de oro de un matrimonio idílico, digno de aparecer en las páginas centrales de una hoja parroquial. Todos viven en High Point Farm, una granja de ensueño que será su infierno a partir del día de San Valentín de 1976, cuando un oscuro suceso cambia por completo la vida de Marianne, la hermana, y los Mulvaney inician su declive. El narrador de la historia es Judd, el más pequeño de los hijos, quien revela la verdad de su familia y de un país entero.

Opinión:

Hace un tiempo os hablé de esta autora, Joyce Carol Oates, la eterna candidata al Premio Nobel; una autora ecléctica que ha cultivado todos los géneros, incluyendo novela negra, thriller, teatro, poesía o cuentos.

Con esta novela, Qué fue de los Mulvaney, me ha pasado algo curioso. 
Dicen que es una de las mejores que ha escrito, pero en cambio yo no he encontrado esa gran obra que esperaba, quizás porque iba con las expectativas muy altas. Aquí, entiéndase, no le echo la culpa a la autora ni al libro porque el único responsable de abordar una obra con grandes expectativas es el lector.

Por otro lado, y aunque el argumento me ha gustado, había un par de cosas que me sacaban constantemente de la lectura. 
Una ha sido el narrador, con el que no he llegado a conectar por su peculiar forma de narrar y de la que más abajo os hablaré en detalle; La otra, un par de personajes que tampoco han conseguido convencerme.

Oates tiene una manera singular de contar los hechos, despliega talento a la hora de narrar, incorporando una crítica subyacente, eso sí, sin juzgar.
Critica el modelo de familia americana con hijos perfectos, religiosos, deportistas y estudiosos, pero incapaces de gestionar o enfrentarse a sucesos dramáticos. El código familiar les impide hablar de determinados sucesos y deben actuar como si nada hubiese ocurrido.

Esta autora también es una experta manejando el subtexto, es decir, todas aquellas ideas y emociones que se encuentran implícitas dentro de la narración y que poco a poco los lectores iremos conociendo. Porque aunque ella crea un perfil muy completo de los personajes, hay detalles importantes que no están a la vista, que se esconden tras el relato, como por ejemplo las motivaciones, y eso, el descubrirlo, quedará en manos del lector.

Qué fue de los Mulvaney está dividida en cuatro partes más epílogo, y la estructura de la novela es la clásica de introducción, nudo y desenlace. 
En la introducción vamos a conocer en profundidad a la familia, su entorno, su forma de vida, mientras que en el nudo o desarrollo vamos a darnos de bruces con el conflicto, unos acontecimientos que nos llevarán al desenlace
Lo que también debo deciros es que Oates se toma su tiempo en la introducción y la obra tarda en coger ritmo, creo que se debe a que en la introducción hay demasiadas páginas para contextualizar la trama.

Pero vamos a lo interesante... 
Los Mulvaney son una familia cuyo apellido va a terminar pesando como una losa. 

La familia la componen el padre, Michael John Mulvaney; la madre, Corinne y los cuatro hijos, Mike hijo, Patrick, Marianne y Judd, este último va a convertirse en nuestro narrador.
Una familia con muchas historias a sus espaldas, pero también con secretos...

El hecho que se menciona en la sinopsis se intuye desde las primera páginas.
Ese suceso inesperado va a actuar como punto de inflexión y a partir de ahí la vida de toda la familia cambiará y nada volverá a ser como antes.
Básicamente Oates nos ofrece la crónica de una familia que se derrumba; nos construye un castillo de naipes, totalmente perfecto, y luego lo hace volar por los aires, convirtiendo a los protagonistas en personajes que van a la deriva.

La imagen perfecta que vamos a ver en las primeras páginas se desmoronará. 
Los Mulvaney, una familia con propiedades, dinero e influencia; conocida, querida y respetada en su comunidad, va a pasar a ser prácticamente repudiada. 
Su popularidad va a caer en picado; la ironía es que esta familia se cree que dentro de ese microcosmos particular que es su confortable granja estarán a salvo de todo, porque según ellos todo en High Point Farm es especial, y hay palabras y sucesos que no tienen cabida allí.

High Point Farm es un hogar que deja de ser hogar. Una preciosa casa para una familia perfecta, aunque luego ellos mismos se encarguen de decir que:
 
"La casa que a nuestros ojos era hermosa en realidad no era nada hermosa."

Y esa casa tan especial, que toma presencia en la mayor parte de la novela porque actúa como escenario, se va a ir deteriorando como ellos. 
Esta casa, aunque pueda parecer extraño, me recordaba muchísimo a la que aparece en la obra de Poe, "La caída de la casa Usher", no porque haya nada tétrico oculto en ella, sino porque parece que actúa como cárcel para los personajes y crea un vínculo secreto con ellos.

Y ahora ya sí, me toca hablaros del más pequeño de la familia.
         
"El hijo menor de una familia no se recuerda a sí mismo muy bien porque ha aprendido a confiar en los recuerdos de otros."

El narrador.
Judd nos cuenta la historia en su edad adulta, con lo cual va a ser necesario retroceder en el tiempo. 
Nos comenta en las primeras páginas que aspira a narrar los hechos siempre con honestidad, pero lógicamente utiliza la primera persona y eso a mí, ya de primeras, me hace dudar, por mucho que insista en que será un observador neutral. 
Los lectores debemos confiar en esa honestidad, pero él forma parte de los hechos, además de que va a narrar sucesos a través de los recuerdos, y otros en los que ni tan siquiera estuvo presente y que ha logrado reconstruir gracias a conversaciones con otros miembros de la familia. En este último caso incluirá todos los hechos que le sea posible reunir y el resto serán conjeturas, cosas imaginadas pero no inventadas, por lo que nuestra confianza en el relato puede empezar a hacer aguas.

Lo que me chocaba de este narrador es que se desdoblaba. 
En unas ocasiones actuaba como un narrador interno, un narrador protagonista que hablaba de sí mismo en primera persona, pero en otras adoptaba un papel de narrador omnisciente para relatar los hechos en los que no está presente, llegando incluso a referirse a sí mismo como Judd, en tercera persona, como si estuviese hablando de alguien ajeno a él. En esas ocasiones se distancia, así que el resultado es un narrador que se mueve entre ser un narrador externo e interno, un detalle muy curioso, pero que a mí me descolocaba.

La narración que va a hacer Judd es como revisar un álbum familiar, con el que iremos conociendo en profundidad a todos los Mulvaney; y de su mano entraremos a formar parte de ese mundo feliz y confortable, de esa posición acomodada, de ese sueño dorado americano, que se trastocará tras ese suceso.

 A partir de ese momento, y como ya he avanzado, no van a ser capaces de gestionar lo que les ha sucedido. 

Ya para ir terminando...
Oates nos ofrece una historia que habla de agresión sexual, de la necesidad de restaurar el equilibrio, del instinto de justicia y de venganza. Todo esto acompañando a unos personajes que evolucionan; cuando acabemos de leer ellos no estarán donde estaban ni serán lo que eran...

Pero no os penséis que he olvidado hablaros de esos personajes que mencionaba al comienzo y que me impedían conectar con la narración.

Uno es Marianne y la otra su madre. Dos personajes insulsos que lograban sacarme de mis casillas. 
Corinne, la clásica madre complaciente, se pasa toda la novela rezando y justificando, y Marianne con tanto rezo pasa a convertirse por propia voluntad de víctima en culpable.

Y sí, ya sé que los personajes con defectos, esos que con su comportamiento te ponen de mal humor, son esenciales como fuente de conflicto, pero es que con ellas no podía, para mí eran un lastre y no un soporte esencial para el argumento. Me agotaban, me daban ganas de cogerlas y agitarlas como una coctelera, para ver si así abandonaban ese papel conformista e insustancial que habían adoptado.

En fin... hasta aquí la reseña de hoy. Espero que os haya gustado y que podáis perdonarme por su extensión.



martes, 28 de febrero de 2023

Grupo de apoyo para Final Girls de Grady Hendrix

Sinopsis:

En las películas de miedo, las Final Girls son las que han quedado con vida cuando empiezan a pasar los títulos de créditos. Han sobrevivido a la peor noche de su vida, sí, pero… ¿qué sucede luego?
Lynnette Tarkington es una Final Girl, una de esas que sobrevivió a una masacre. Durante más de una década, ha estado reuniéndose con otras cinco Final Girls y con su terapeuta en un grupo de apoyo secreto para mujeres que han sobrevivido a situaciones increíbles, trabajando todas ellas para recuperar su vida.
Entonces, un día, una de ellas parece que llegue tarde a la reunión… hasta que los peores miedos de las demás se hacen realidad: al parecer, alguien conoce la existencia del grupo y está decidido a asesinar a todas sus integrantes, una a una.
La cuestión con las Final Girls es que da igual lo bajas que sean las probabilidades que tienen de sobrevivir, lo oscura que sea la noche o lo afilado que esté el cuchillo, porque nunca, nunca, se rinden.

Opinión:

Esta es la segunda novela que leo de este autor, la primera fue Guía del club de lectura para matar vampiros, y lo cierto es que, aunque esta me ha gustado, me quedo con la anterior.

Lo primero por lo que hay que comenzar es por dar una definición que nos acerque a lo que son las Final Girls. Básicamente son las supervivientes de las películas de miedo; personajes de los años ochenta que actualmente viven obsesionadas con lo que les sucedió cuando eran adolescentes.

El planteamiento es bastante original, se hace un homenaje al cine de cuchilladas de los años 80, el llamado slasher. Estas películas obtuvieron el éxito del público y como consecuencia se rodaron numerosas secuelas de cada una de ellas, por lo que va a ser frecuente encontrar en este libro guiños a títulos como La matanza de Texas, Scream, La noche de Halloween o Viernes 13.
El autor va a emplear los tópicos de ese género y lo adorna con algún toque irónico, convirtiendo a los personajes femeninos de esta novela en las protagonistas reales de los casos en los que se basaron esas películas.

Nos adentramos en la historia de manos de la protagonista, Lynnette, una Final Girl que a la vez va a ser narradora. Esa narración en primera persona nos va a llevar a conocer al resto de compañeras que, como ella, asisten a las sesiones en grupo para superar el trauma. Ya sabéis lo que un narrador en primera persona conlleva, nunca debemos fiarnos al cien por cien de los datos que nos aporta porque su visión siempre será subjetiva y tratará de convencernos de que su versión es la buena.

Las compañeras de Lynnette en el grupo de apoyo van a ser: Marilyn Torres, Adrienne Butler, Dani Shipman, Heather DeLuca y Julia Campbell, y aquí ya habría que señalar que la caracterización elegida para cada una de ellas resulta muy estereotipada, aunque perfecta para cumplir con una finalidad que ahora veréis.
Lynnette tiene un comportamiento que la lleva a la deriva y el resto del grupo no se va a quedar atrás. Todas van a destacar por una actitud desconcertante y exagerada, con ello el autor consigue sin esfuerzo que dudemos de todas ellas por igual y entorpece al mismo tiempo nuestra investigación, impidiendo que nos fijemos en otros posible culpables. 

Los personajes secundarios que van a acompañar a este grupito de mujeres no van a resultar muy relevantes para la trama. Desempeñan una función accesoria, siempre subordinados a las reacciones o acciones de las protagonistas; solo van a complementar.

Y ya termino la reseña hablando del ritmo narrativo que es bastante bueno. El suspense consigue mantenerse a lo largo de toda la novela gracias a algunos pequeños detalles que va añadiendo el autor, aunque eso sí, algunas escenas parecen cogidas con alfileres, dependen demasiado de la casualidad, al igual que también algunas secuencias se tornan demasiado previsibles.

No os voy a decir que sea una novela excepcional. 
Ya he mencionado que me ha gustado, me ha resultado entretenida, e incluso el planteamiento me ha parecido original, eso sí, menos que Guía del club de lectura para matar vampiros en la que se permitía más licencias por el tema paranormal que trataba. 
Quizás en esta hay demasiados tópicos, ya sea a la hora de recrear las escenas, muchas sacadas de películas, o a la hora de construir el perfil de los personajes. 
Sabéis que cada lector abordamos la lectura desde una perspectiva única y creo que en esta novela Grady Hendrix ha bajado un pelín el listón.
Aun así, os lo recomiendo, es una buena opción para desconectar.

viernes, 24 de febrero de 2023

Carcoma de Layla Martínez

Sinopsis:

Todas las casas guardan la historia de quienes las han habitado. 
Las paredes de esta casa perdida en el páramo hablan de voces que surgen de debajo de las camas, de santas que se aparecen en el techo de la cocina, de desapariciones que nunca se resuelven. 
Los vecinos reniegan de sus dos habitantes a la luz del día, pero todos acuden a ellas cuando nadie los ve. La abuela se pasa los días hablando con las sombras que viven tras las paredes y dentro de los armarios. La nieta vuelve a la casa tras un incidente con la familia más rica del pueblo. 
Ahora, desenredando la historia de la casa, se han empezado a dar cuenta de que las sombras que la habitan estuvieron siempre de su lado.

Opinión:

Mucho se ha hablado de esta obra en las redes, no sé si por el estilo adoptado, por ser la primera novela de la autora y ver que apunta maneras o por lo que se narra en su interior.
Así que voy a intentar contaros todo lo que me ha llamado la atención, destacando algunos detallitos que he encontrado y que me han sorprendido.

La primera curiosidad es que la forma de narrar, a primera vista, me ha recordado a Shirley Jackson. Si de ella dijeron que sus obras podían encuadrarse dentro del gótico sureño, bien podríamos catalogar a Layla Martínez y su Carcoma dentro de nuestro gótico rural. 
No sé si me acabo de inventar algún nuevo subgénero, precisamente yo que me quejo constantemente de las nuevas y absurdas denominaciones con las que les ha dado a las editoriales con bautizar las nuevas publicaciones.
En fin... corramos un tupido velo y continuemos.

Cuando crucé el umbral, la casa se abalanzó sobre mí. Siempre pasa lo mismo con este montón de ladrillos y mugre, se lanza sobre cualquiera que atraviese la puerta y le retuerce las tripas hasta dejarle sin respiración.” 

Con esta primera frase que incluye una personificación y que se sumará a otras que iremos encontrando a lo largo de la lectura, ya intuimos que la casa va a ser parte importante de la trama. Una casa que va a adoptar muy sutilmente cualidades humanas.

Esta historia nos transporta a la España profunda, a esa España olvidada pero de la que todos no paran de hablar; a esa España de rencor, recuerdos y resentimiento enquistado.

La narración cuenta con dos narradoras en primera persona; una abuela y su nieta, ambos personajes sin nombre, porque aquí lo importante no son ellas, sino lo que cuentan y cómo lo cuentan, con esas elipsis, con esos vacíos argumentales que poco a poco tendrá que ir rellenando el lector. 
Dos narradoras que son personajes y que darán voz a cuatro generaciones de mujeres atrapadas en una casa, en los resentimientos y en lo nunca dicho.
La nieta nos va a hablar sobre los sucesos actuales, mientras que la abuela va a ser la encargada de evocar el pasado familiar.
Cada una nos va a dar su versión, son dos narradores que se alternan, un recurso muy rico a la hora de facilitar información, pero que nos impide saber quién de ellas dice la verdad y cuánto de lo que cuentan es cierto.

A través de estas dos voces no solo vamos a conocer la historia familiar, sino también sucesos que ocurrieron en el pueblo.
El presente tiene importancia, en este tiempo cobra valor la venganza, pero el pasado esconde el origen, con la guerra y la posguerra, con esos recuerdos que quizás son los que tienen más peso sobre la narración. 
No os voy a contar nada que no sepáis...

La Guerra Civil dejó heridas abiertas que, aún hoy en día, siguen sin cicatrizar. Obligó a los españoles a ver a sus propios vecinos como enemigos, y eso en un pueblo en el que las víctimas se veían obligadas a convivir con delatores, confidentes y aprovechados, termina magnificándose. 

El tiempo pasa, pero no pasa para todos igual. 
Para las gentes de los pueblos el recuerdo y la memoria son importantes, ¡pero cuidado!, porque esa memoria puede terminar alimentando unos odios que no son suyos, sino heredados. 
Vivimos en una España que construyó su historia sobre silencios, pero esos silencios no hay que olvidar que esconden historias.

Y ahora ha llegado el momento de hablar del tercer personaje, para mí el más importante y que ya habéis conocido al principio.  
Una casa que alberga fantasmas de dos tipos: las sombras que se esconden en los pasillos o bajo las camas, y las otras, más profundas, fruto de nuestra mente.
Un personaje omnipresente, un testigo silencioso que desempeña también la función de único escenario, pero que como ya habéis visto, adopta cualidades humanas. 

La casa está inquieta desde que has vuelto, contestó, y dio por zanjado el tema porque ella de hablar nunca tenía ganas si no era porque había que decir algo.” 

La casa toma presencia y en ella se va acumulando el odio de cuatro generaciones. Un odio que va alimentándose de las mentiras que corren por el pueblo, de la cobardía, la mezquindad y la hipocresía de la gente.
Un odio y un rencor que poco a poco lo va corroyendo todo, sin descanso, como la carcoma que da título a la obra.
     
Muchos dejaron de hablarnos en este pueblo de arrastrados, como si por ser el perro que más palmaditas recibe del amo uno dejase de ser perro.” 

Como podéis intuir, una atmósfera rural, opresiva y violenta, que no va a desaparecer con el paso del tiempo. 
         
Layla Martínez tiene una forma de narrar muy peculiar, con un lenguaje muy sencillo, pero que no olvida incluir elementos que es raro encontrar en una novela de hoy en día, y más cuando su autora es tan joven.
Siempre os he dicho que ya no se escribe como antes, que harían falta más Delibes o Unamunos, y eso es precisamente lo que me ha llamado la atención, encontrar esos recursos que parece que están en desuso. Ni por asomo la estoy comparando con esos grandes de las letras españolas, no me malinterpretéis...

Ya os he hablado de la personificación, pero no esperaba encontrar el polisíndeton, un recurso que permite repetir varias conjunciones en lugar de poner comas, que sería lo más sencillo. De esa forma se da más intensidad a lo que se cuenta, el discurso se vuelve más íntimo, cercano, directo.
La ausencia de comas nos transmite premura, la impaciencia por narrar e incluso nos puede aportar detalles sobre el bagaje cultural del personaje.

Y poco más quiero contaros.

Carcoma es una novela que utiliza el terror para hablar de la memoria histórica, del desequilibrio social y del maltrato; una novela de santos y sombras, muy cortita, pero que estoy segura que os convencerá. 

Lo que si quiero añadir antes de terminar es que guardar tanto odio y rencor no es bueno para nadie. El odio se contagia, se alimenta, se vuelve tóxico, y en algunos momentos la lectura me ha hecho sentirme mal con tanto resentimiento heredado.

lunes, 20 de febrero de 2023

Mystic river de Dennis Lehane

Sinopsis:

Cuando eran niños, Sean Devine, Jimmy Marcus y Dave Boyle eran amigos. 
Un día, un extraño coche se detuvo en su calle. Uno de los chicos subió al coche, pero los otros dos no lo hicieron. Y sucedió algo terrible, algo que acabó con su amistad para siempre y que les cambió a los tres. 

Veinticinco años más tarde, Devine trabaja de detective para el Departamento de Homicidios, Marcus es un ex convicto que tiene una tienda de barrio y Boyle intenta salvar su matrimonio y mantener sus demonios a raya: demonios que le incitan a hacer cosas terribles.

Opinión:

Hoy os hablo de Dennis Lehane, un autor del que aún no había tenido la oportunidad de leer nada y que, tras esta lectura, os aseguro que vais a ver aparecer por este blog con bastante frecuencia.
Muchas de sus obras han sido llevadas al cine; esta en concreto por Clint Eastwood, destacando en el elenco protagonista actores de gran calidad como Sean Penn, Tim Robbins, Kevin Bacon o Laura Linnev, entre otros.

Lehane nos ofrece en Mystic river una obra que está catalogada como género negro. Nos sitúa en un barrio complicado de los suburbios de Boston, mostrándonos la realidad tal y como la viven sus habitantes y denunciando las injusticias sociales que les llevan a vivir casi como marginados. Un barrio en el que viven atrapados y del que todos sueñan con escapar, pero muy pocos lo logran.

Esta historia por su contenido también podría incluirse dentro de novela dramática, policíaca o thriller, os aseguro que es una narración que no da tregua y que te lleva a imaginar todo el argumento en blanco y negro. A mí me recordaba mucho a la novela de denuncia social.
Como ya sabéis, ese tipo de novelas de realismo crítico suelen surgir tras una profunda crisis y con ellas se pretende mostrar al lector los profundos desequilibrios sociales. En ellas, el autor puede decidir involucrarse de manera explícita o en cambio, como en este caso, realizar un enfoque objetivo, tomando una postura imparcial. 
En Mystic river, Dennis Lehane adopta el papel de autor-cámara, nos muestra todo como si lo estuviese viendo en directo, pero sin intervenir y transcribiendo de forma directa y al desnudo los hechos. 

Con lo primero que nos encontramos es con un narrador en tercera persona. 
Este narrador nos va a echar el lazo con una introducción muy directa y que ocupa los dos primeros capítulos. En ellos nos va a relatar lo sucedido en 1975, cuando Sean, Jimmy y Dave eran tan solo unos niños. En ese momento, uno de ellos será obligado a subir a un coche con unos desconocidos. Este hecho marcará a los tres amigos, porque a partir de ahí su relación se romperá y nunca volverán a ser los mismos.
Tras esos dos capítulos introductorios la trama dará un salto al año 2000 y allí se desarrollará el resto del argumento.

Su forma de narrar, al menos por lo que he visto en esta obra, me ha parecido totalmente absorbente, creando una especie de lazo invisible entre los personajes y el lector.
Me ha encantado no solo el argumento, sino también la sencillez con la que describe temas tan complejos como el dolor, el sentido de la culpa, los remordimientos o los traumas infantiles.

Destaca el profundo perfil psicológico de cada uno de los personajes. 
Todos tienen su demonio particular, se mueven entre luces y sombras, porque desgraciadamente el vecindario, en el que nacieron y se criaron, ha marcado no solo su infancia sino también su vida de adultos.
Dennis Lehane presta tanta atención al comienzo de la obra como al final y en el desarrollo teje una red de mentiras, enredando en ella tanto a los personajes como a los lectores, y sembrando una duda que nos acompañará desde los primeros compases de la lectura.

En resumidas cuentas, una historia brillante, adictiva, que debería ser de lectura imprescindible para los amantes del género negro y criminal; con altas dosis de realismo y de la que creo que no hay necesidad de contar más. Os la recomiendo.