martes, 19 de junio de 2018

La letra escarlata de Nathaniel Hawthorne

Sinopsis:

La letra escarlata está considerada la mejor novela norteamericana del siglo XIX.
Ambientada en la Nueva Inglaterra de los puritanos del siglo XVII, La letra escarlata (1849) narra el terrible impacto que un simple acto de pasión desencadena en las vidas de tres miembros de la comunidad: Hester Prynne, una mujer de espíritu libre e independiente, objeto del escarnio público y condenada a llevar la «A» de «Adúltera»; el reverendo Dimmesdale, un alma atormentada por la culpa aunque digno de la estima general, y Chillingworth, un ser siniestro, cruel y vengativo, que maquina en la sombra.
La presente edición incluye una introducción de la catedrática Nina Baym, cuya labor investigadora se ha centrado en el estudio de la literatura americana del siglo XIX. En el año 2000 recibió la medalla Jay Hubble que otorga la Modern Language Association por sus valiosas aportaciones en esta materia.

Opinión:

La letra escarlata, escrita en 1850, está considerada como la obra cumbre de Nathaniel Hawthorne y clasificada dentro del Romanticismo norteamericano.

Como primera curiosidad os diré que fue uno de los primeros libros en ser producido de forma masiva en Estados Unidos, ya que, hasta el momento, la producción se limitaba a elaborar libros a mano y en ediciones muy limitadas, muchos de ellos se producían bajo demanda.
La primera edición de esta novela fue de 2500 volúmenes y se agotó en poco más de una semana, convirtiéndose en lo que hoy sería un superventas.

La segunda curiosidad llega de manos de su escritor, Nathaniel Hawthorne, nacido en 1804 en la población de Salem.
Su tatarabuelo fue juez en los famosos juicios de brujas de Salem y el único de todo ellos que no se arrepintió de sus actos.
Los principios de Nathaniel le llevaron a rechazar el puritanismo extremo del que habían hecho gala sus antepasados y por ese motivo modificó su apellido original, Hathorne, agregando una W para cambiarlo por Hawthorne.

La prosa de este escritor, desde los primeros párrafos del primer capítulo, demuestra ser soberbia; emplea una voz narrativa que brilla con luz propia.
Tiene un estilo tan peculiar y cuidado que ha logrado sorprenderme, por ese motivo voy a hablaros principalmente del primer capítulo porque es digno de alabar, y en él vais a ver una pequeña muestra condensada de toda la genialidad dispersa a lo largo de esta obra.

En ese primer capítulo consigue crear suspense y compasión, al mismo tiempo que nos transmite la tensión que se masca fuera de la prisión, de esa forma nos va preparando para los conflictos posteriores.
Muchos autores de esa época recurrían al uso de grandes descripciones para generar el ambiente propicio, en cambio él decide prescindir de ellas. Se vale del lema menos es más y recurre a la imaginación lectora. Cuando llega la hora de describir a las gentes que esperan fuera para ver el escarnio público, nos las muestra con una exactitud y calidad literaria que corta la respiración.

Todos tenemos una idea bastante clara de como era la sociedad puritana, de cómo vestían, y a Nathaniel le basta con sugerir que había una multitud vestida de colores sombríos.
El lector, con esa parquedad descriptiva, tiene suficiente para imaginarse a todas esas gentes ataviadas de ropas con una amplia gama de grises, pardos y negros, y con ellos el ambiente oscuro y triste que arrastraban y que marcará el desarrollo de esta historia.
Nos presenta de forma breve a esa sociedad de moralidad rígida que muestra la tonalidad más negra del puritanismo, pero dejándonos bien claro cómo son por dentro y por fuera.
Quiere demostrar desolación, no quiere reflejar un acto alegre, porque intenta crear un retrato fiel, reflejando la gran oscuridad que hay en los corazones de esos que esperan expectantes fuera de la prisión.

Encontraremos muchísimas figuras retóricas; símbolos, metáforas, alegorías... y con ellas conocemos a Hester, nuestra protagonista.
La vemos por primera vez como un solitario rosal silvestre, delicado, que crece en la puerta de la prisión rodeado de maleza.
La maleza ya habréis deducido quienes son...

La letra escarlata, otro símbolo omnipresente en esta historia, representa el adulterio y el pecado, aunque Hester lo convierte en todo lo contrario, en un adorno que luce en su pecho con orgullo.
Esa marca que debería señalarla como un ser pecador y estigmatizado al que todos rehúyen, termina convirtiéndose en una señal de rectitud, de caridad.
Hester evoluciona y se convierte en esa persona que ayuda siempre a los demás, un ser bondadoso y noble, frente a los corruptos de doble moral puritanos que obran de una forma y piensan de otra. Esa A la hace libre, es el único personaje liberado de toda la obra.

La prosa de la que hace gala este autor es muy fluida, y la narración consigue mantener el ritmo ágil hasta el final, ritmo que se apoya en unos capítulos bastante breves.

El narrador en tercera persona nos relata unos hechos que, como él mismo nos indica, sucedieron doscientos años antes.
Es un guía por el relato que intenta mantenerse al margen de la historia, limitándose solo a contar, eso sí, con infinidad de detalles como ya habéis podido comprobar.
Nuestro narrador sabe que nosotros los lectores somos espectadores pasivos, contemplamos unos sucesos de los cuales no formamos parte, aún así, esa riqueza de detalles y la perspectiva que da al relato, se convierte en una lograda estrategia discursiva y consigue que nos posicionemos tomando partido por Hester.

La novela avanzará de forma rápida y también los acontecimientos que en ella ocurren.
El autor no duda en utilizar pequeños saltos en el tiempo, siempre hacia adelante, que obligan al argumento a avanzar con rapidez, aunque sin olvidar mencionar algunas situaciones del pasado para contextualizar.

Ya conocéis algunos detalles de esta obra, pero este autor aún esconde más bajo sus mangas.
No solo destacó por su prosa, sino que también fue un valiente.
Criticó a una sociedad y sus actitudes, creando un personaje femenino de gran fortaleza y leal que ha pasado a considerarse como la primera y mayor heroína de la literatura americana.
Un personaje que no duda en enfrentarse a toda esa comunidad que trata de condenarla e ignorarla. Este autor no quiso que viésemos a una mujer adúltera. Él quería mostrar a una mujer valerosa e inteligente, alguien capaz de poner del revés los pensamientos y principios de esa facción radical del protestantismo calvinista; de esa sociedad puritana, falsa e intolerante.
Crea un argumento cuyos temas principales son el pecado, la culpa y la hipocresía, dejando espacio para criticar el maltrato psicológico, retratando a la perfección a esos jueces, que se alzan para juzgar a otros haciendo uso de un doble rasero, el juego de la doble moral...
De lo que no fue capaz este autor fue de librarse de los estereotipos del Romanticismo, como veréis a continuación.

Ya habéis conocido un poco por encima a Hester, nuestra heroína, el clásico personaje que hoy encuadraríamos dentro del estereotipo de las "malcasadas", junto con Madame Bovary, Ana Ozores (en la Regenta) o Anna Karenina...
Un personaje que prefiere sufrir el castigo en silencio a delatar a su amante, porque la forma en que entienden el amor estas heroínas románticas, es que si no se sufre, si no duele, no es amor...
Hester, ya lo habéis visto, es un gran personaje que además contrasta con los otros dos que formarán parte del también estereotipado, triángulo amoroso.
La lealtad de Hester se enfrenta a la cobardía que vemos en el joven pastor Dimmesdale, que deja que ella sufra en soledad el escarmiento público.
Recae en ella la decisión de si delatarle o no, es un hipócrita sin valor.

Os he mencionado que Hester evoluciona, encarna un papel activo y se atreve a desafiar lo establecido, en cambio el personaje del pastor Dimmesdale involuciona...
Es un personaje que va menguando a lo largo de la obra. En cada aparición, parece que se achica ante la mirada reprobadora del lector, presa de esos sentimientos que no tiene el valor de revelar y que le atormentan.
El secreto le anula, le corroe, y aunque él no es portador de un símbolo que le señale como pecador, lo lleva en su conciencia y sus remordimientos.
La pena y su falta de coraje pesan en su alma más que la letra escarlata, porque aunque su deshonra no es pública, va a cargar con ella no solo en lo terrenal.
Dimmesdale se ajusta al retrato prefijado del hombre en el romanticismo.
Un hombre gobernado por los sentimientos, melancólico y sensible, culto y reflexivo. Se siente aplastado por el peso de su propia alma, de su conciencia, y hasta su descripción física se ajusta a la del hombre romántico, delgado, pálido y siempre vestido de oscuro.

Y por otro lado tenemos al marido, Chillingworth, ese personaje mezquino y rencoroso que aparece en escena justo en el peor momento de Hester.
Chillingworth, el personaje con el que se casa Hester, es un anciano de buena posición. Siempre se han respetado pero no existe pasión.
Ella es enviada, por delante, para preparar el nuevo hogar en Nueva Inglaterra y ahí se pierden los pasos del marido, supuestamente desaparecido o muerto. Chillingworth reaparecerá en escena convertido en alguien siniestro y malvado...

Pero retomando el tema de los estereotipos románticos, en esta historia nos encontraremos con algunos más...
El clásico sentimiento de soledad, la necesidad de rebelarse, el simbolismo de las alegorías, todo lo mencionado como veis, son ideas recurrentes en la literatura de esa época.

Hoy os he hablado de una novela con un argumento sencillo a simple vista, pero muy intenso y que no dudo a la hora de recomendar...
Es uno de esos clásicos a los que lamentablemente el cine no ha hecho justicia.
La tensión es un elemento constante y Hawthorne lo consiguió sin necesidad de añadir ningún tipo de artificio.


martes, 12 de junio de 2018

El monasterio de Luis Zueco

El monasterio (Trilogía medieval 03)
Sinopsis:

Un thriller histórico de máximo suspense ambientado en un fascinante escenario medieval, entre los muros de uno de los monasterios medievales más impresionantes de España.
El silencio oculta la verdad.
Pero hasta las mejores mentiras terminan por descubrirse.
El monasterio de Santa María de Veruela aspiraba a ser una ciudad celeste, un fiel reflejo del reino de los cielos, pero lo cierto es que lo habitaban simples mortales. Sus muros fueron testigos de historias de ambición, traición y venganza. Y también de amor, sexo y... muerte.
En las mágicas y misteriosas tierras del Moncayo se asienta uno de los monasterios cistercienses más bellos del mundo. En el siglo XIV es escenario de una cruenta guerra entre las coronas de Castilla y Aragón, y hasta allí llega el joven Bizén con una misión que cumplir: recuperar los restos que yacen en una de sus tumbas, algo a lo que el abad se niega por misteriosas razones.
Pero cuando uno de los hermanos de la abadía aparece asesinado en misteriosas y violentas circunstancias, Bizén se verá implicado en una intriga de peligrosas ramificaciones. Y deberá concentrarse en hallar al culpable si no quiere que su propio secreto sea descubierto.

Opinión:

Opinión:  El monasterio (Trilogía medieval 03)

El monasterio, es el título de la obra con la que Luis Zueco ha decidido cerrar esta trilogía centrada en tierras aragonesas, y que comenzaba a publicarse allá por 2015.
A los amantes del género histórico, se nos ha hecho esta espera un poco larga, pero tras leer la última novela, reconozco que esa espera ha valido la pena.

Luis Zueco, con esta trilogía de ficción histórica, excelentemente documentada, todo hay que decirlo, nos ha acercado al medievo español, pero alejándose de la tan manida reconquista, y transportándonos al pasado, a través de tres espacios históricos, únicos, de nuestra geografía.

Con la primera obra nos situábamos en pleno siglo XI, en un castillo, concretamente en el de Loarre;  fortaleza militar románica, encargada de defender la frontera que separaba el mundo cristiano del musulmán, y nos dejaba con la boca abierta.
Con la segunda, volvía a sorprendernos. Entretejía una nueva historia cargada de intriga que nos llevaba hasta Albarracín; plaza de singular belleza que todos querían conquistar por su gran importancia estratégica, el momento elegido para situar esa nueva trama, era a finales del siglo XIII.
Pues bien, ahora para cerrar esta excelente trilogía, Luis Zueco nos lleva hasta otro edificio icónico, el Real Monasterio de Santa María de Veruela, primera fundación de la orden del Cister en Aragón, y situado a la vera del Moncayo; uno de los monasterios mejor conservados en la actualidad.



El momento de esplendor en las construcciones cistercienses, corresponde precisamente con la época que Zueco refleja en esta nueva aventura, el siglo XIV. Los monasterios eran grandes ciudades, enormes centros de poder y riqueza, que controlaban la actividad económica de su entorno.
El modelo monástico benedictino se ceñía a dos reglas: el recogimiento y la oración, y eso debía verse reflejado en sus construcciones, que buscaban ante todo, la simplicidad y la desnudez ornamental; sin embargo, a pesar de usar la piedra como material principal, no consiguieron el resultado que buscaban, ya que como hoy podemos comprobar, todas las construcciones que se conservan, están dotadas de una gran belleza.

Pero vayamos a la novela...

El primer capítulo, nos va a servir de modo de introducción.
En él se relatarán unos hechos que sirven para ponernos en situación, para conocer el contexto histórico y a uno de los personajes, precisamente el que nos guiará por este thriller histórico.
Nos encontramos en 1366, en plena guerra entre las Coronas de Castilla y Aragón, una guerra a la que también fueron arrastrados, tanto navarros como franceses e ingleses.
Alrededor del escenario elegido, del Monasterio de Veruela, se consigue crear una atmósfera cargada de suspense, que influye no solo en la vida de extramuros, sino también en los monjes que habitan dentro de él.
La ubicación fronteriza y aislada del monasterio, la lucha por defender las fronteras ente los reinos de Aragón y Castilla, y sobre todo las leyendas oscuras que surgen bajo la influencia del Moncayo, terminarán también interfiriendo en el día a día de sus habitantes, personajes de ficción entre los cuales también se mezclarán algunos reales, algo a lo que ya nos tiene acostumbrado este autor.

La aventura que se nos plantea en esta ocasión, trascurre durante siete días. Ese es el tiempo del que dispone nuestro joven protagonista, para desentrañar un complicado misterio.

Cuando Bizén llega a Veruela lo hace cumpliendo ordenes.
Debe recuperar unos restos que yacen en una de las tumbas del monasterio; como podremos comprobar, su labor desde ese momento va a complicarse.
En esa premisa ya encontramos el primer generador de intriga, los lectores queremos saber la identidad de quién se esconde enterrado en la cripta...

Pero para Bizén, no todo va a ser llegar y besar al santo, eso sería muy sencillo y convertiría la novela en un relato simplón...
Desde los primeros compases, vamos a ser testigos de como la misión se complica, y es que en la edad media, la vida no resultaba fácil.

Para obtener el permiso del Abad para exhumar los restos, debe primero averiguar quién asesino a uno de los monjes.
Ese nuevo encargo será lo más complicado, porque debe hacer hablar, precisamente, a aquellos que están más acostumbrados a guardar silencio.
Aunque San Benito, en su Regla no lo prohibía, decía que se debía evitar la conversación innecesaria, y los monjes de Veruela esto se lo van a tomar al pie de la letra, dificultando con ello que Bizén avance en su indagatoria. Esto podríamos considerarlo como pequeñas zancadillas para evitar que los restos de ese personaje que suponemos insigne, salgan del recinto... pero no seáis mal pensados, los monjes obran siempre de buena fe...

Luis Zueco consigue aunar en sus tres libros, historia e intriga, todo ello de forma entretenida y didáctica, sumándole unos personajes ficticios, sobresalientes; y ademas en este último volumen, nos ofrece un misterio, el clásico de cuarto cerrado, eso sí, un cuarto con unas dimensiones bastante considerables, porque el lugar donde se debe desentrañar el misterio, es el recito monacal, del cual nadie ha podido entrar ni salir sin ser visto, y donde lógicamente no podía faltar el muerto en extrañas circunstancias. Luis Zueco nos presenta así, a un joven, que se verá envuelto en una intriga de peligrosas ramificaciones, luchando contra la criminalidad tan solo con su inteligencia y perspicacia, un gran detective que dejaría al mismísimo Hercules Poirot en pañales...

No quiero extenderme mucho, pero si quisiésemos resumir esta trilogía empleando un solo término, habría que decir que es, completamente adictiva...
Pero sobre todo, lo que más deberíamos alabar, es que el ritmo a lo largo de la saga no decae. No sufre de altibajos, algo muy frecuente si hablamos de Sagas. Esa es la gran dificultad a la que creo que se ha enfrentado este autor, conseguir que los lectores continuemos enganchados a la Historia del medievo español, y a esas historias que entrelaza a su alrededor, siendo cada una de ella de lectura independiente.

Os animo a leer la trilogía al completo, es una de las mejores que he leído en mucho, mucho tiempo...
Podéis leer el resto de reseñas pertenecientes a la saga, pinchando en la pestaña superior de "Sagas", o accediendo a través del autor.


lunes, 4 de junio de 2018

Muertes pequeñas de Emma Flint

Sinopsis:

En Queens, en el mes julio de 1965, las calles arden a causa de una ola de calor. Ruth Malone, una joven madre del barrio, se levanta una mañana y descubre la puerta de la habitación de sus dos hijos pequeños abierta de par en par. Han desaparecido. 

No hay peor pesadilla para una madre, pero Ruth Malone no es como las otras. Siempre perfectamente maquillada, vestida de forma provocativa, la policía encuentra botellas vacías de alcohol por todo su apartamento… los detectives que siguen el caso hacen las suposiciones más obvias, ayudados por los cotillas y envidiosos del vecindario.
Pete Wonicke, un periodista inexperto al cargo de cubrir su primer caso importante, no puede evitar llegar a esas mismas conclusiones. Sin embargo, cuanto más tiempo pasa con Ruth, más se da cuenta de que los policías no siempre son los buenos y de que las obsesiones personales de ciertos detectives pueden estar influyendo en la investigación. Ruth Malone es fascinante, un reto y un misterio, pero ¿sería capaz de matar a sus propios hijos?
Basada en hechos reales, Muertes pequeñas nos cuenta una historia de amor, moralidad y obsesión, y analiza la capacidad que tiene todo ser humano para el bien y el mal.

Opinión:

Muertes pequeñas es una historia de ficción escrita por Emma Flint, pero inspirada en un caso real, uno muy mediático que acaparó las portadas de los principales periódicos en los años 60.
Alice Crimmins fue acusada de asesinar a sus dos hijos, aunque no se encontraron pruebas claras que la señalaran como artífice de los hechos.
Tan mediático fue el caso que hasta Mary Higgins Clark, en 1974, se atrevió a tejer una historia sobre él.

Nos encontramos en la madrugada del 14 de julio de 1965. El pequeño Frank de cinco años y su hermana de cuatro desaparecen de su habitación sin dejar huella.
A las 13.30 del mismo día de la desaparición el cuerpo de la pequeña Cindy es encontrado en un descampado, aproximadamente a 1 km de su casa... ha sido estrangulada.
Tan solo unos días después, el 25 de julio, aparece el cuerpo del niño en avanzado estado de descomposición.

Las pesquisas policiales, desde el comienzo, se centran en la madre, y no porque se tengan pruebas fehacientes contra ella, sino porque como decía Emma Flint en una entrevista, si no encajas en la sociedad te conviertes en sospechoso, y ese es precisamente el caso de Ruth,

Ruth es una mujer atractiva, separada y con una vida que se aleja de los cánones conservadores de la época, lo que la lleva a enfrentarse a una sociedad que la condena desde el comienzo.
Las graves pruebas que se acumulan en su contra son: estar pendiente siempre de su aspecto físico, beber en exceso y una vida sexual muy activa; pero lo que realmente la sociedad le reprocha es su extraño comportamiento.
Tras la desaparición de los niños, Ruth no se comporta como lo harían el resto de mujeres en su situación. Ella es distinta, su imagen se aleja de la de mujer afligida y se esmera en mostrar siempre esa fachada tan perfecta, adornada con una frialdad que no deja escapar ni una sola gota de dolor.

Ese comportamiento que no muestra aflicción ni angustia, no solo sorprenderá al lector, sino que también marcarán el ritmo en la trama y posteriormente el futuro de la protagonista.

Todo en Ruth me ha descolocado, es una mujer con la que no he conseguido empatizar en ningún momento; no por su estilo de vida, sino por la incongruencia de sus actos, la inexactitud a la hora de dar respuestas y por su incapacidad de mostrar dolor. Todo eso en conjunto, me llevaba a sospechar de ella, a pensar que había algo oculto bajo la superficie.

Nos encontramos ante una novela negra, al más puro estilo clásico de los años 60, y cargada de los estereotipos propios del género.
Lógicamente en una historia de este tipo no podía faltar la femme fatale, el policía corrupto y un periodista que quiere destapar la verdad a toda costa, enfrentándose a quien se le ponga por delante.
En esta historia cobra vital importancia la presión que ejerce el público, totalmente manipulado por la ambición de la prensa, con sus noticias tan llamativas y exageradas como poco contrastadas.

El encargado de relatarnos la historia, será un narrador omnisciente, bastante sobrio y amigo del sensacionalismo. 
Su mirada se asemeja a la de una cámara de cine, siguiendo de cerca a los dos personajes principales, Ruth y el periodista Peter Wonicke.
Este narrador nos irá relatando los hechos al tiempo que suceden. Sabe en todo momento como se sienten los protagonistas y no dudará a la hora de hacernos llegar sus sentimientos más íntimos. Pero la forma de enfocar la narración dependerá del personaje a seguir.
Cuando el narrador focaliza sobre Ruth utilizará los saltos en el tiempo para mostrarnos varias etapas de su vida.
El seguimiento sobre Wonicke, como ya he adelantado, será distinto, ya que él aparece en escena en el momento de la desaparición de los niños.
Su narración será lineal y nos relatará tanto los avances de su investigación como la versión que se vierte en los distintos medios sobre el caso.
Como veis esta obra da prioridad a la investigación periodística en lugar de seguir los avances policiales que son escasos o nulos.

Esta historia, es un rotundo alegato contra los prejuicios que van de la mano de obsesiones.
El sargento Devlin, encargado de llevar el caso, se empeña en demostrar que Ruth es la asesina, no baraja ninguna opción más... la odia por lo que representa.
Peter el periodista, vive obsesionado con ese primer artículo que le encumbre y le lance a las principales portadas, pero también por la atracción que despierta Ruth en él. De esa forma se sumergirá en una batalla imposible de ganar.
Quiere demostrar la verdad, que ella es inocente, pero menosprecia a un enemigo que vive dentro de la propia Ruth; su imagen, esa que la perseguirá a lo largo de toda la novela y que es la personificación del escándalo...

Es una novela que me ha gustado pero no me ha llenado.
Le ha faltado la capacidad de sorprender, el toque que la convirtiese en una historia singular, y esa falta ha hecho que me resultase monótona en algunos momentos.
Lo cierto es que esperaba algo más después de leer las excelentes críticas que la señalaban como una de las mejores novelas negras de 2017.

El estilo narrativo, el tono que emplea Emma Flint es impecable, recuerda al utilizado en las clásicas novelas negras de los años 60.
La ambientación está muy conseguida y el argumento bien tejido, pero he encontrado algunos cambios de ritmo que frenaban mi lectura.
Esa arritmia literaria se debe a la persecución, al seguimiento invasivo que se hace sobre Ruth que llega a ser en momentos demasiado introspectivo, mostrándonos hasta el más oculto de sus pensamientos.
Esa obsesión que se centra exclusivamente en tejer una historia sobre ese personaje femenino, o más bien, sobre la versión que nos muestran de ella, y que se vuelve machacona si la observamos en conjunto.

La autora da demasiadas vueltas sobre lo mismo, la representación de femme fatale que la convierte en culpable desde el comienzo, no nos da opción a pensar que pueda ser una víctima.
Esa imagen que se nos muestra tiene una finalidad, que el lector no olvide que se aleja del modelo de madre ideal, feliz y abnegada que se queda en casa y cuya máxima es cuidar de la familia.
Creo que esa idea, el lector la tiene demasiado clara desde el comienzo, desde las primeras descripciones de Ruth y sobra ser tan reiterativa.
Esa insistencia, intenta entorpecer nuestra propia investigación, nuestra objetividad, impidiendo que veamos a otros posibles culpables, mostrándonos una y otra vez la peor versión de Ruth. No hay espacio ni opción a la imaginación del lector, no hay misterio.
Con ese tipo de narración focal, que se basa en el acoso y derribo, nos vemos obligados a mirar con lupa cada una de sus acciones, reacciones y gestos, aunque no queramos. No existe nada, más allá del físico y el comportamiento a la deriva de la protagonista...

Creo que con esas vueltas, Emma Flint, quiere demostrar que también nosotros prejuzgamos, pero a mí, tan solo ha conseguido aburrirme en algunos momentos.